miércoles, 29 de octubre de 2014

Fundamentación de los grupos de estudio para rendir finales.



Escribinos tus horarios disponibles y las materias que querés rendir por mensaje privado en el Facebook o a catedralibreoscarmasotta@gmail.com



Buscando bibliografía sobre técnicas de estudio, en la biblioteca de la facultad de Humanidades me encontré con un librito sucio y descuidado de tapa dura cuyo título rezaba: “Rendir un final: Ermitaños y Porrónicos en la forja Rosarina, década del ´60”. A primera vista me llamó la atención el título. Al entrarle al texto en cuestión se develó ante mí una historia que, como suele suceder, había sido vedada por oscuros intereses que no viene al caso comentar. Lo cierto es que, al parecer, en aquellos años se enfrentaron dos modalidades de estudio de contrapuesta tendencia. ¿De qué se trató esta extraña disputa? Lo diré brevemente.

Los primeros, llamados “ermitaños”, sostenían que la mejor de forma de rendir era estar encerrados y solos, sin ver la luz  del sol hasta el día del examen. En la facultad de Psicología uno de sus más excelsos representantes fue el estudiante Gabriel Solón. Este solitario personaje, hacía uso y abuso de la frase: “mejor sólo que mal acompañado” y solía despotricar contra todo aquello que reuniera a más de dos personas. En su cuaderno de notas personales se encuentran singulares reflexiones: “no hay mejor aliado para un estudiante que el silencio” o “solo me dejaré acompañar por la soledad”. Lo último que se sabe de Solón es que fue excomulgado de los ermitaños el día que se dejó tentar por una señorita para tirar juntos el final de cierta biológica y enloqueció de amor cuando ella le expresó con toda soltura la palabra “psiconeuroinmunoendocrinología”.

La otra tendencia en auge por aquellos años, supo gozar de mayor éxito y repercusión. Se hacían llamar “porrónicos” –aunque también fueron conocidos entre la gente de bien como “grupalistas”. Nunca estudiaban solos. Sostenían que las ideas de a dos o más personas se enriquecen, la angustia y la presión de rendir se comparte y nunca falta un visionario en el grupo que suelte la frase: “che, y si tomamos un porrón mientras tanto”. Promovieron sus métodos de estudio a trocha y mocha, y su efectividad fue notable. En el año ´68, se llevó a cabo una experiencia de grupos de estudio con 50 alumnos de los cuales aprobaron 49 y se sospecha que hubo 5 infiltrados del otro bando.
Cuenta la crónica que con el tiempo los “ermitaños” se fueron integrando en diferentes grupos de una forma u otra, quedando solo algunos pocos representantes.



La historia nos devuelve la misma pregunta de aquellos años. ¿Conviene encarar la proeza en la soledad del café para uno o es mejor enfrentársele en patota? Va en cada uno la respuesta, pero si lo tuyo es el porrónico grupalista, te propongo que te sumés a los grupos de estudio de la Masotta. Y quién te dice no te pasa como a Solón. Porque, como dice la canción: “si nos organizamos…

aprobamos todos”.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Apertura a las IV Jornadas: el lugar de la historia en la formación

Antes de darle la bienvenida al historiador Javier Trímboli, queremos editorializar algo de lo que hemos venido pensando para la organización de estas Jornadas. Detenernos brevemente para tomar nota de cierto recorrido, historizar un poco, aprovechando el especial oído de quien nos acompaña.

Cuando se continúa una serie, una numeración que avanza, puede llegar a ocurrir que los lugares se cristalicen, que ya no abunden las sorpresas, y que se le dé continuidad a algo, simplemente para no romper esa serie, para no dejar un hueco. En parte, esta pregunta interpela algo del deseo, justamente, uno de los operadores que nos permite pensar la articulación o no, entre el psicoanálisis y las políticas públicas.

En el año 2011 dimos inicio a las primeras Jornadas. Al releer las editoriales de aquella época, se aprecia fácilmente que lo que allí orientaba, eran preguntas y señalamientos respecto a las tensiones entre el psicoanálisis y la política, siendo que muy poco se hablaba de ello en esta facultad. Los términos psicoanálisis, salud y políticas públicas surgieron de la intuición de que cierta configuración de una red, nos permitiría abordar de una manera interesante algunos entrecruzamientos de problemas, procurando no aplastar los distintos campos del saber, y resguardando un espacio donde poner a jugar esas tensiones.

En las II Jornadas, del año 2012, la Masotta incursionaba en otras prácticas... hacía un tiempo que trabajábamos en la escuela de Tablada, así como en otras experiencias. Y en la editorial de presentación, lo que quedaba subrayado era la pregunta por la Historia. Justamente, era el año en el que habíamos proyectado los espacios de investigación sobre el psicoanálisis en Argentina, y particularmente en Rosario, a través del inicio de un documental audiovisual. Aquellas Jornadas serán inolvidables, porque en ellas contamos con la presencia de Ricardo Rodriguez Ponte, recientemente fallecido, una persona a la que le debemos mucho, un tipo brillante y de una generosidad absoluta.

Las III Jornadas, las del año pasado, tienen una editorial tensada por varios asuntos. En cierta medida hay un planteo generacional, respecto al abordaje de diversas prácticas que no habíamos investido en la formación universitaria. Un esfuerzo por situar qué del psicoanálisis alojábamos en ellas, pero a la vez subrayando que desde el lugar en el que estábamos parados, no valía ubicar toda la novedad en aquellas prácticas, sino que para nosotros, toda la teoría psicoanalítica poseía ese estatuto de novedad, en la medida en que queríamos sustraernos de recalentar el guiso del saber establecido, como decía Rodriguez Ponte, y tratar de tener un posicionamiento activo frente a las diversas lecturas, restituyéndoles a éstas el contexto de discusión que les era intrínseco.

De estos asuntos trabajados en las Jornadas, proviene la matriz conceptual que organizó nuestro proyecto de Plan de Estudios presentado este año. El eje de la Historia, pensada no desde una perspectiva lineal o evolutiva, sino en tanto ésta implica un tejido de herencias y cortes en los que se anudan y cobran su materialidad los conceptos. La separación entre psicoanálisis y psicología, intentando reinstalar esa ínter-locución a partir de la cual podemos situar lo que se constituye como específico de cada discurso. Los otros ejes comprendían la cuestión de la práctica, las políticas públicas, la ética y la legalidad, la teoría social, la criminología critica, la teoría psiquiátrica, teorías del lenguaje, instituciones, biología humana... Otro operador que no estaba ausente, también en forma transversal, era el de los Derechos Humanos, lo que forma el piso político y jurídico desde el cual es posible pensar las condiciones mínimas para la emergencia de todo sujeto y la concreción de una práctica posible.


Una buena síntesis sería que con estos señalamientos procurábamos una modalidad donde la teoría no se degrade en teoricismo, la practica en técnica, y la historia en historiografía. La pregunta por la formación nos interpela, abre una dimensión del tiempo, ¿hacia atrás? ¿hacia adelante? Si no estamos aferrados a la idea de progreso conviene conservar estas dos direcciones seguramente. Además, se hace evidente que esto excede el espacio de la facultad. Aunque algún día nos vaya bien con esto de querer modificar el plan de estudio, entendemos que precisamos también de otros lugares para la constitución de colectivos que disputen fundamentos para sus prácticas, en función de proyectos. 




Quizá no sea tan aventurado anticipar que el tema más importante de estas Jornadas tal vez tenga que ver con esto, con reposicionar la palabra proyecto y contagiarnos un poco. En redes, con otros, construyendo nuevos espacios, artesanalmente, no sabemos, pero pescamos que por allí se orienta algo del deseo que nos convoca a juntarnos bajo éstos términos, Psicoanálisis, Salud y Políticas Públicas, una vez más.

domingo, 5 de octubre de 2014

Plan de Estudio y TIF.

Una estrategia que circula entre quienes optaron por la abstención en la votación del plan de estudio, es señalar que este plan no sería el causante de ningún mal, sino que simplemente no habría sido lo suficientemente discutido y en todo caso sería inocuo, no restrictivo, es decir, no perjudicaría a los estudiantes en ningún caso.

Esto fue lo que se sostuvo en los primeros encuentros que el centro de estudiantes organizó junto a Eugenia Piazza, la Secretaria Académica, hasta que desde la Masotta empezamos a preguntar por lo que decía la letra del plan nuevo. Como las respuestas eran demasiado difusas, presentamos una carta a la Decana el día 5/8/14, carta pública -que se puede leer en el blog catedralibreoscarmasotta.blogspot.com. Señalando las dificultades que emanan de la modificación del Plan, sugiriendo modificaciones y proponiendo algunas soluciones.

A partir de ese momento, estas agrupaciones se anotician del desastre que era el Plan y lo que implicaba para los estudiantes. Ya no invitaron más a Eugenia Piazza y la estrategia pasó a ser enunciar que esas dificultades correspondían a la “implementación”, que eso no era el Plan en sí. Más o menos como decir que la pimienta no es picante si está en el frasco, sino que pica cuando se la “implementa” en el plato.

Mañana continúa el Consejo Directivo, aún no se ha tratado el tema del TIF. Pueden leer lo que presentó la Gestión.

A nosotros aún no nos queda claro cómo se va a desarrollar el tema de las residencias, lo que ahora se llama Práctica Profesional Supervisada (PPS). Hasta el año pasado, el trabajo de las residencias no tenía una metodología exhaustiva como la que se establece en el TIF, se trataba de poder dar cuenta de una pregunta devenida del trabajo realizado en las prácticas, cómo se lo pensaba, con qué conceptos, qué cambios podía señalar el alumno respecto a su posición durante el transcurso de la experiencia. El estudiante tenía a disposición momentos teóricos en seminarios y en los prácticos, pero en las supervisiones en forma cotidiana se los acompañaba con bibliografía específica que ayudara a pensar ese campo de práctica al que se estaba acercando, su historia, sus debates. En general, la residencia venía siendo un espacio donde el estudiante se encontraba con una práctica que lo movilizaba. Para algunos una experiencia radicalmente distinta a lo que habían vivenciado en la facultad. Otros, en cambio, no podían reconocer en esas prácticas una especificidad, un lugar para el psicólogo.

¿Por qué sucedía esto? Una de las cuestiones que podemos señalar como central proviene del reduccionismo del Plan de Estudio. Pensado casi exclusivamente para la práctica del consultorio, y sin interrogar esos fundamentos. Con lo cual si bien es cierto que va a ser movilizante cualquier inicio de una práctica, esto se torna más complicado si el estudiante no encuentra entre sus herramientas, fundamentos para poder pensar un lugar para esa práctica.

Ninguna práctica pre-profesional se da en “el consultorio”. Las prácticas se realizan en centros de día, en hospitales, en instituciones que trabajan el consumo problemático o adicciones, en las cárceles, en las políticas públicas de promoción social, en escuelas…

Por estos motivos, muchas veces los trabajos presentados venían bastante complicados. Pero no se reconocen antecedentes de que se haya reprobado uno de estos trabajos, porque producir ese aplazo era reprobar la práctica.

Ahora bien, si en el lugar donde estaba este trabajo, un trabajo sencillo, ahora va un TIF, con su metodología específica, le estamos sumando al estudiante la presión de que además de su primera práctica tiene que cargarse en sus espaldas el TIF del nuevo Plan, que será rendido bajo un tribunal docente como último paso obligado por la facultad.

El TIF es un documento público, en las próximas evaluaciones van a ser revisados por los pares evaluadores. Ningún docente va a aprobar los trabajos como lo hacía anteriormente porque pone su nombre como director del TIF. O sea, se expone él/la docente también. Con lo cual la dificultad se desplaza a la residencia. Se instala una especie de Superyó rector, que pide registro de lo realizado junto a un bagaje conceptual que la facultad no brindó. Comenzar de esta manera una práctica, es el peor de los modos posibles.

Además de estas consideraciones, la facultad podría tomar nota de que aquello que se modifique de las residencias impacta directamente en la población con la que trabajamos. Con toda la formación sucede así, pero el convenio con los Efectores del Estado proviene de la misma Facultad.

Sobre esto varias posibilidades  para discutir mañana:

a- Si se vota a favor de que el TIF sea tal o cual cosa, se convalida que haya un TIF y luego es posible que podamos sorprendernos de que el mismo sea otra cosa de lo que se está enunciando, como pasó con el Plan de Estudio.

b- Si lo ubicamos en 6to año corremos riesgo que sea el trabajo de la residencia, pero que eso modifique totalmente la residencia, lo cual podría demorar la instancia de cursado de la carrera.

c- Si ya figura en el Plan, y todo Plan se implementa -por eso conviene rechazarlo sino se está de acuerdo, o al menos leerlo para saber de qué se trata- convendría entonces que el trabajo empiece en los que eran los trabajos de campo, o que sí, que pueda tomarse un esbozo de lo trabajado en la residencia, y utilizar un seminario para acompañar a los estudiantes en la escritura del mismo.

d- También se puede pensar que si este Plan se va a modificar en 3 años, podríamos ver la posibilidad de no incluir en la dinámica del TIF a quienes están en el medio del río de la carrera. Es algo que se llama Plan de Transición, que la facultad podría haber presentado para proteger también los derechos de los estudiantes. Derecho a que no nos cambien las reglas del juego todo el tiempo.