Hoy, 55 años después, aun nos resulta conveniente, o al menos así lo creemos, resguardar el lugar de “cuestión preliminar” a la discusión en torno a todo tratamiento posible de las Psicosis. No justamente porque esperemos hallar en esta ocasión aquello “posible”, sino porque de lo que se trata en estos momentos (no sin efectos sobre lo anterior) es de no dejar morir ciertos debates que atraviesan el tema. Efectivamente, y en tanto la cuestión apremia: El avance de la clínica ninguna de la farmacología -pero también de aquellas posiciones “progresistas” que conservan una imagen romántica de la locura- deben ser puestas nuevamente en entre dicho, hoy, cuando estas avanzan con la carga ideológica propia de las banderas del “progreso”. No resulta curioso, por otra parte, el hecho de que ninguna de las dos posturas, o podríamos decir: “resistencias” al discurso de la locura sean algo realmente novedoso... y es que hasta cierto punto, pareciera ser el mismo barro de antaño donde seguimos forcejeando, claro... hoy ya secado por el sol.
Dentro de esta cuestión preliminar hay otras cuestiones que retomar, y seriamente: estabilización, suplencia, terapizar, analizar... pero también inconsciente, deseo, sujeto, fantasma, transferencia... ¿y es que acaso alcanza solo con decir forclusión?.
Además en ello, la relación entre neurosis y psicosis se encuentra concernida, en tanto los modos de pensar la una no son indiferentes a la otra... y además ¿cuál es la otra?, ¿cuál es la una?. ¿Es que acaso plantear a la psicosis, privativamente por la vía de la forclusión del Nombre del Padre convierte inmediatamente a la neurosis en algo así como la estructura normal?. ¿Debe entenderse entonces la psicosis como un déficit en relación a la estructura de la neurosis?.
Otra pregunta: ¿Es entonces la psicosis aquello que solo vemos, y solo con esfuerzo, por sobre un muro – haciendo nuestro pie en la neurosis?. ¿Qué es además este muro?... ¿No decimos con esto acaso simplemente que la locura no es solo cosa de la Psicosis, sino que el problema está en que el psicótico no comparte esa locura fálica de masas, del neurótico?. Pero entonces, para acercarnos a ella, ¿habría que hacer pie en la neurosis, en la significación fálica, o no es esto más que una barrera?. Para negar la relación del sujeto psicótico con la realidad se suele acudir a las ideas de “comprensión”, “orden fálico”, es decir, el orden de todas esas “pequeñas ideas” que como mencionaba Lacan los psiquiatras, o mejor dicho: el discurso psiquiátrico (corriente tanto entre psicólogos como psicoanalistas), introduce para tomar distancia...
Ahora bien, ¿no sería la Psicosis, más que un déficit, un interpelador de la misma teoría psicoanalítica como de la práctica del psicoanálisis, al interrogarla en sus puntos sensibles?. Algo de esto entendemos que hay en esa relación inaugural de la experiencia lacaniana, la de su Aimée. Pero que también se encuentra presente en las conclusiones de “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente”. Pues si hablamos de lenguaje, y parafraseando a un psicoanalista argentino... ¿no es justamente allí en los límites de la palabra, en los puntos donde esta aparece como más conflictiva, como es el caso del psicótico (pero también del niño), no es justamente allí donde aparece la mayor tentación de abandonar el psicoanálisis por otra cosa?.
La posición ética del analista, más allá de los modos particulares de intervenir en cada caso.. su posición básica y estructural, la de ceder la posición subjetiva, dar la palabra; esta posición... ¿es solo para la neurosis?... La transferencia... ¿es solo neurótica? ¿Y si es que acaso en la psicosis no hay transferencia, por que debería entonces implicarse allí el psicoanálisis?, ya que la clínica psicoanalítica es una clínica transferencial, y si es que no hay tal cosa en la psicosis, entonces por qué tendría algo que decir el psicoanálisis?.
Lo que así comienza nuevamente a moverse, a despertar de su largo letargo es la pregunta acerca de la cuestión de la nosografía freudiana, si es que acaso hubo alguna vez una. Entonces otra vez, ¿que son las estructuras, como entenderlas, como se las oye en la práctica analítica?, ¿se trata tan solo de designar un mecanismo por cabeza?... ¿en qué lugar queda parada la psicopatología?... o al decir de otro psicoanalista argentino: “¿No convendría hablar más bien de diferentes respuestas del sujeto ante una falta radical que afecta a la estructura?”
Pero en fin, no hacemos más que repetir cosas que ya están dichas, re-alimentar discusiones que ya tienen polos bien definidos, pero de lo que pensamos que se trata ahora no es tanto de tomar posición en ellos. Con Masotta, decimos que de lo que se trata en definitiva, es de cómo comprendemos al hecho de que traicionamos allí mismo donde creemos repetir, mientras repetimos donde pensamos estar innovando. Pero justamente, en ese lugar ocurre que la comprensión toma sus mayores recaudos.
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