Si ensayamos una juntura entre la historia del fútbol y la historia de nuestro país, vamos a encontrar que en ocasiones, la escena del fútbol ha servido para visibilizar las contradicciones jugadas en las redes de poder de esta última.
Rattín -histórico crack de Boca Juniors- profanando la alfombra roja de la reina de Inglaterra en el mundial ´66, algunos años antes de que Dardo Cabo aterrizara un avión secuestrado en Malvinas poniendo la bandera Argentina en el territorio usurpado por los ingleses. Sentado plácidamente sobre la alfombra roja de la reina Isabel de Inglaterra, que se extendía desde la cancha al palco real, tuvo tiempo de estrujar el banderín del córner, que tenía la bandera de Gran Bretaña, mientras lo despedían 70.000 ingleses al grito de “animals, animals”, tal como los habían empezado a llamar a los argentinos por esas tierras.
Año ´82, el equipo campeón del ´78, más el refuerzo del Diego, descubre en España las mentiras propagadas por la dictadura militar respecto a cómo acontecía la Guerra de Malvinas. Los cuerpos pagan el costo de una política. Cuatro años después, un decálogo de simbología maradoniana: la mano de dios y el mejor gol de la historia de los mundiales.
¿Alguien puede despegar estos acontecimientos, efectuados desde el contacto con un balón de fútbol, perpetrados a través de la destreza de alguien que desde los suburbios, desde el aura de los postergados, se carga encima la historia de un país para invertir la dirección de la humillación, para hacer sentir que bajo una casaca transpirada reside algo, un tufillo de dignidad que se politiza en un grito que hace comunidad por unos segundos? -pero qué distinta sería la vida sin esos segundos, qué distinto se contarían las cosas sin ese toque de pasión, de irracionalidad, sin el instante en el que la red tensionada se trastorna de su propia imagen cristalizada. Decíamos… ¿Alguien puede despegar estos acontecimientos de nuestra Historia nacional?
Decimos que el fútbol es importante más allá de lo que nombramos como “fútbol profesional”. Ningún relevamiento respecto a lo que implicaron los lugares públicos de nuestra ciudad podría omitir la historia de los potreros y su disolución. Aquí enlazamos una vez más el barro y la Historia.
Además el “para todos” del fútbol depende de la política de los Gobiernos, sino lo público se transforma en “ver sólo al público”. Pero señalamos algo: hay una violencia, una desmesura cubierta con residuos de marketing político, que encuentra su escenario en el fútbol. Que se hace ver allí.
¿No es acaso un analizador de la ciudad que haya sido imposible jugar los últimos clásicos pautados? ¿Y esa violencia, no nos genera preguntas?
El fútbol fue una de las pocas instituciones que, a su manera, resistió a los ´90, al menos, conservando
la masividad, lo populoso. A su vez, desde allí se repite la consabida frase de que sólo se trata de un negocio. Nadie niega este aspecto, pero reducir el fútbol a un negocio, y decirlo desde la Universidad sería tremenda hipocresía. La permeabilidad al mercado a través de la industria de los medicamentos en “lo universitario” acumula puntos en el PBI nacional. El negocio del fútbol, en comparación, parece sólo una cuestión de monedas.
No desconocemos la complejidad, ni la permeabilidad a las estructuras del narcotráfico en algunas tribunas. Pero señalemos: no es algo obvio esto que sucede en el fútbol, razón que nos permite suspender los prejuicios en función de relanzar las preguntas junto a los protagonistas y junto al público que asista, porque justamente, algo singular del fútbol, es que el protagonismo es de todos.
Participa: el “Patón” Guzman (NOB), “Chiri” Colusso (RC), Guille Formica (CC), Kurt Lutman (Nob)
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