miércoles, 2 de octubre de 2013

Texto de la Masotta leído en la Jornada de Derechos Humanos Memoria y Presente.


¿Qué se precisa para homenajear a nuestros compañeros ausentes, aquellas vidas singulares,  intransferibles: alumnos de la casa, psicólogos, militantes políticos, amigos, novios, hijos, padres?  

¿Qué es acaso un homenaje? ¿De qué se tratan las identidades políticas con las que tanto hemos insistido? ¿Se trata de nuestra identidad? ¿Se trata de la de ellos? O es que quizás hay una hiancia, un entre, un entre-nosotros. Íntimo. En silencio. 

Nuestros compañeros pensaron en los que venían, y se imaginaron un mundo distinto. Y con esa imagen, esa causa, se jugaron la vida. 

Nosotros nos criamos después de esa encrucijada, de esa vuelta que fue de derrota. Ante el horror, ante el silencio. 

¿Qué bocas podían gritar tanto dolor?

Había que caminar, circular alrededor de un simbolismo, de una plaza que encerraba otras promesas para la Historia Argentina. 

La recepción primera fue cargada con todo ese horror. Un relato que comenzaba en el '76, o en el '74, pero que dejaba por fuera toda la historia anterior. El horror en una temporalidad exterior al tiempo, que hacía desaparecer palabras, trozos de verdades que circulaban en un tejido social vapuleado, dañado por la profundización de las mismas políticas neoliberales que implantaron con el Golpe civiles y militares.

Erradicaciones programadas, pero que no hicieron más que poner en marcha una memoria que no olvida, ni perdona. ¿A quién? ¿Acaso alguien pidió perdón?

“El límite de esta democracia es el terror”, dijo León Rozitchner a finales de los '80. 

En esa época, Paco Urondo no fue incluido en el informe de la Conadep. Su militancia contrastaba con la figura del desaparecido des-historizado, al que se le borraba la identidad, tanto en lo personal como en lo concerniente a lo político. 

Si bien estaba en juego proteger a los sobrevivientes de lo que no se sabía que podía venir, lo que circuló como marca fue la teoría de los dos demonios, diseminando el “por algo será” -propaganda oficial de la dictadura para promover la delación en la ciudad.

Con el antecedente de los Juicios a las juntas, llegaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En los '90, los indultos. Compartir las calles con las sombras. Alfredo Bravo y Miguel Etchecolatz en un programa de televisión. A la par, los medios de comunicación cómplices de la dictadura manifestaban apoyar las banderas de los DDHH.

Madres, Abuelas, Hijos, nietos… los sobrevivientes, los ex presos, construyeron una acumulación que tendió puentes generacionales e instó a la población a participar contra el olvido y el silencio. Sin este testimonio, sin esta militancia, la "verdad oficial” se habría impuesto.

Esta acumulación permitió que a partir del año 2003  las leyes del olvido fueran depuestas bajo el gobierno de Néstor Kirchner, quien desde su discurso inaugural en la presidencia, se reconoció como miembro de la generación que hoy estamos homenajeando. 

Esto implicó un marco de legalidad vehiculizada a través de los juicios, lo que generó condiciones para el retorno de una gestualidad simbólica: en el hecho de bajar el cuadro de Videla, en la acción de recuperar los espacios que testimoniaban lo sucedido, en el accionar de una política de la memoria en las escuelas. Mientras que los familiares y los compañeros comenzaron a agregar junto al nombre propio el ámbito de militancia en los recordatorios a las víctimas del terrorismo de Estado.

Sería impensado esto sin algo del desalojo del terror en nuestros cuerpos.

En este período, los organismos de Derechos Humanos tuvieron y tienen un protagonismo político por fuera del lugar de “museo viviente” que ciertos discursos quisieron asignarles. Esto trajo costos.

El retorno no fue sólo de las cosas positivas. La desaparición de Julio López, el asesinato de Silvia Suppo, las constantes amenazas, las embestidas a las Madres y a las Abuelas. El retorno de una memoria que reintroduce la teoría de los dos demonios en el campo de lo mediático, recuperando aquello que diseminaron en la sociedad argentina a partir de las publicaciones oficiales y anónimas de aquellos nefastos años.

Combates por la memoria. Tiempo donde convergen retornos distintos. Donde los lenguajes coagulados ayudan a que se cierren los oídos, cuando más que nunca es necesario que estos se abran. Porque el sentido de aquellos años está en el centro de la disputa actual por el modelo de país.

Antes del horror existió un modo de construcción en lo sindical, en lo territorial, y en la universidad, una acumulación crítica, un modo de praxis política, que aún permanece en reserva. Que aún nos interpela.
Homenajeamos la vida de nuestros compañeros, porque los reconocemos… los reconocemos en una proeza que no queremos que quede en la nada…

Creemos que reivindicar el lugar de militantes políticos de los compañeros es recuperar la voluntad transformadora de toda una generación y proyectarla en nuestro futuro.

Para cerrar queremos leerles el poema “Otra Cosa” de Francisco Urondo:

Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras,
me molestan y no las puedo tolerar.

Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada
está resuelto.

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