Buenas
noches a todas y a todos, bienvenidos a esta actividad -la cuarta ya-
dedicada al intercambio y discusión en torno al Plan de Estudio de
nuestra carrera: “Un
lugar para el Psicoanálisis en la Facultad”... Ustedes ya lo
saben, además lo vuelven a ver en el cuadro de aquí arriba, una
apuesta nuestra es la distinción entre Psicoanálisis y Psicología,
o más bien, de los
Psicoanálisis y las
Psicologías. Esto ya acota un poco la cuestión, delimita
posibilidades, y es nuestra intención que así sea. Por eso es una
apuesta. Entonces: hablamos de un lugar para el Psicoanálisis, sin
perder de vista que también damos un lugar a la Psicología. Pero
con situar esto sólo no basta, sino que recién se empieza... De lo
contrario se da pie a una serie de interpretaciones –cuando no
degradaciones- con las que debemos ser sumamente cuidadosos. Prueba
de ello resulta lo que se oye esbozado en ciertos discursos que
pululan actualmente por la facultad.
Seamos
entonces claros. En nuestra presentación advertíamos que no nos
mueve en esto ningún afán “democraticista”, que para nosotros
no se trata aquí de quitar y agregar cosas para recomponer un nuevo
Frankenstein, ahora aggiornado a las nuevas necesidades
profesionales. No, proponemos en cambio un cambio de lógica. Una
modalidad distinta de pensar los lugares, y en esto, los lugares del
Psicoanálisis y de la Psicología, los lugares de la teoría, los de
la práctica, así también los de la Historia. Una modalidad donde
la teoría no se degrade en teoricismo, la practica en técnica, y la
historia en historiografía. Para ello, en nuestra fundamentación,
colocábamos en este punto como conmutador a la Política. Buscábamos
de este modo referir a la capacidad de hacer que guarda el decir, un
decir que es siempre decir con otros -o contra otros-. Sea como
fuere, en todo caso siempre decir en un escenario de disputa y
confrontación. Esta capacidad se encuentra implicada en cada
perspectiva clínica que se oferta, pues que haya mercado no tiene
que ser una pantalla para ocultar que hay política. La clínica es
una arista de la política, y una arista fundamental. Por eso,
discutir un Plan de Estudio es discutir política, es discutir
teorías que se anudan y se descompletan en prácticas que producen
efectos sobre las personas. Las buenas intenciones de cierto
progresismo en apuros buscan enterrar la cuestión otorgando lugares
homogéneos, donde lo que prima es la ideología de la acumulación,
que borra la dimensión de la interpelación, de la dialéctica, de
la tensión. Nos oponemos -lo hacemos público- al pluralismo
a-crítico y a-histórico: nuestro proyecto intenta en este punto dar
al menos esa pelea. No concedemos pensar que el Psicoanálisis pueda
ser tomado como un “aporte más” a la Psicología. Creemos que
ello lleva a desconocer el campo de tensiones que configuró el siglo
XX y que no sólo produjo como efecto al Psicoanálisis, sino también
a la versión moderna de lo que entendemos por Psicología, que no
puede más que desconociéndolo intencionalmente desligarse de los
efectos del descubrimiento del Inconsciente. Por otra parte, hay que
decir también que ya conocemos esta historia, primero se comienza
por decir que el Psicoanálisis es un aporte más entre muchos, es
decir, se lo disuelve en la Psicología, para luego pasar a
re-introducir conceptualizaciones que provienen del campo de la
medicina... así es que se vuelve a hablar hoy, por ejemplo, de
psicopatología.
Consideramos
pues, que esta ideología del aporte degrada la Historia al mero
comentario, por no decir a la simple anécdota -o al chisme, en el
mejor de los casos-. No hace así más que barrer su lugar como
operador simbólico donde se tejen y anidan las ideas, perspectiva
que abre una dimensión otra para poder pensar la dinámica de los
conceptos. Entre la historia de estos y los debates que los
atraviesan nos movemos hacia la historización de las prácticas y
sus efectos. Pensamos, junto con Oscar Masotta, en una lectura
diferencial e histórica. Diferencial puesto que como podríamos
leer, por ejemplo, a Freud, sin confrontar y distinguir sus textos de
los otros textos que los acompañaron y de aquellos que decían
además, completarlo. Se hable ya de Melanie Klein, de Jones, de Ana
Freud, de la “teoría clásica”, de Abraham, o de Fenichel -entre
tantos otros-, este punto no puede seguir siendo elidido en nuestra
formación.
Una
historia por la que aguardamos en lo sintomático, sin determinación
lineal y cronológica, sino plagada de atolladeros y enigmas, puntos
opacos y controvertidos cuyo sentido sólo podrá tener lugar en -y a
través de- la medida que adquiera el porvenir que en sus condiciones
podamos hacer posible. Esto es, en la medida en que no se impida que
ese ruido latente se exprese transgrediendo los márgenes siempre
acotados de la educación. Solo así haremos lugar a la ética. No
armando una materia de Historia de la Psicología, sino haciendo
valer el lugar de la Historia en la producción de las ideas que han
fomentado, y que también han quebrado, a la Psicología. Sólo así
puede cobrar sentido alguna inter-discursividad. De lo contrario, no
se trata de complejidad sino de eclecticismo.
A
veces uno oye propuestas donde este punto queda absolutamente
denostado. Se proponen así grillas de materias que podrían ser
aplicadas tanto aquí como en Londres, Nueva York o Nueva Guinea...
Vemos pues que una forma del liberalismo teórico no consta sino de
la voluntad de hacer pasar por “buenas” estas perspectivas. Ello
también es consecuencia de la degradación de la Historia, ya que al
descartarse el peso material de ésta se tiene el terreno libre para
introducir cualquier cosa, venga de donde venga, sin importar los
efectos que produzca... Se desconoce la Historia de nuestra facultad,
las discusiones que la han poblado (sus inflexiones, impasses,
momentos de producción) con el fin de introducir un modelo
pre-armado que no da lugar a ninguna de estas tradiciones. Es decir
que sin filiarse con nada, tampoco produce un corte.
De
lo que se trata pues, es de proponer y discutir un Proyecto de
Formación. La palabra Proyecto nos gusta. No es un modelo, algo que
se aplique de manera uniforme, como un molde. Tampoco creemos que sea
cuestión de empeñarse en procurar “un psicoanálisis bien dado”…
no hay tal cosa. No, de lo que se trata es de estructurar vías,
apostar por ciertas claves que nos permitan situar algunos de los
ejes indispensables para hacer posible cualquier discusión propia
con respecto al tema que aquí nos atañe: la formación de los
psicólogos en la universidad pública, y el lugar del psicoanálisis
en ella. Proyecto además, porque lo situamos en el contexto de
disputa en el que nos encontramos, que no va a ser válido dentro de
10 años, ni quizás lo hubiese sido hace 30, sino que se hace
necesario en la coyuntura actual, en la lectura que podemos hacer de
los derroteros que acarreamos, como de las apuestas hacia un porvenir
que podamos realizar, uno cuyo horizonte no sean los ideales de
estandarización que propone la veta profesionalista.
Nos
apoyamos para ello en la enseñanza de Masotta, uno de los nuestros,
alguien que supo presentar -como suele decir Ángel Fernández- "una
recepción activa", confrontativa y confrontada con el deseo de
sumisión que solemos observar tanto por derecha como por izquierda.
Nuestra forma de presentar los contenidos psicoanalíticos se basa en
el modo que Masotta encontró de transmitir el orden de las razones
freudianas, resguardando su coherencia interna, tanto como sus puntos
de fuga y aporías... y así también la discusión con los otros
campos de la cultura, y en particular con las diversas formas de la
Psicología.