martes, 27 de mayo de 2014

Editorial del cuarto encuentro: Plan de estudio y formación. "Un lugar para el psicoanálisis en la facultad".

Buenas noches a todas y a todos, bienvenidos a esta actividad -la cuarta ya- dedicada al intercambio y discusión en torno al Plan de Estudio de nuestra carrera: “Un lugar para el Psicoanálisis en la Facultad”... Ustedes ya lo saben, además lo vuelven a ver en el cuadro de aquí arriba, una apuesta nuestra es la distinción entre Psicoanálisis y Psicología, o más bien, de los Psicoanálisis y las Psicologías. Esto ya acota un poco la cuestión, delimita posibilidades, y es nuestra intención que así sea. Por eso es una apuesta. Entonces: hablamos de un lugar para el Psicoanálisis, sin perder de vista que también damos un lugar a la Psicología. Pero con situar esto sólo no basta, sino que recién se empieza... De lo contrario se da pie a una serie de interpretaciones –cuando no degradaciones- con las que debemos ser sumamente cuidadosos. Prueba de ello resulta lo que se oye esbozado en ciertos discursos que pululan actualmente por la facultad.

Seamos entonces claros. En nuestra presentación advertíamos que no nos mueve en esto ningún afán “democraticista”, que para nosotros no se trata aquí de quitar y agregar cosas para recomponer un nuevo Frankenstein, ahora aggiornado a las nuevas necesidades profesionales. No, proponemos en cambio un cambio de lógica. Una modalidad distinta de pensar los lugares, y en esto, los lugares del Psicoanálisis y de la Psicología, los lugares de la teoría, los de la práctica, así también los de la Historia. Una modalidad donde la teoría no se degrade en teoricismo, la practica en técnica, y la historia en historiografía. Para ello, en nuestra fundamentación, colocábamos en este punto como conmutador a la Política. Buscábamos de este modo referir a la capacidad de hacer que guarda el decir, un decir que es siempre decir con otros -o contra otros-. Sea como fuere, en todo caso siempre decir en un escenario de disputa y confrontación. Esta capacidad se encuentra implicada en cada perspectiva clínica que se oferta, pues que haya mercado no tiene que ser una pantalla para ocultar que hay política. La clínica es una arista de la política, y una arista fundamental. Por eso, discutir un Plan de Estudio es discutir política, es discutir teorías que se anudan y se descompletan en prácticas que producen efectos sobre las personas. Las buenas intenciones de cierto progresismo en apuros buscan enterrar la cuestión otorgando lugares homogéneos, donde lo que prima es la ideología de la acumulación, que borra la dimensión de la interpelación, de la dialéctica, de la tensión. Nos oponemos -lo hacemos público- al pluralismo a-crítico y a-histórico: nuestro proyecto intenta en este punto dar al menos esa pelea. No concedemos pensar que el Psicoanálisis pueda ser tomado como un “aporte más” a la Psicología. Creemos que ello lleva a desconocer el campo de tensiones que configuró el siglo XX y que no sólo produjo como efecto al Psicoanálisis, sino también a la versión moderna de lo que entendemos por Psicología, que no puede más que desconociéndolo intencionalmente desligarse de los efectos del descubrimiento del Inconsciente. Por otra parte, hay que decir también que ya conocemos esta historia, primero se comienza por decir que el Psicoanálisis es un aporte más entre muchos, es decir, se lo disuelve en la Psicología, para luego pasar a re-introducir conceptualizaciones que provienen del campo de la medicina... así es que se vuelve a hablar hoy, por ejemplo, de psicopatología.
Consideramos pues, que esta ideología del aporte degrada la Historia al mero comentario, por no decir a la simple anécdota -o al chisme, en el mejor de los casos-. No hace así más que barrer su lugar como operador simbólico donde se tejen y anidan las ideas, perspectiva que abre una dimensión otra para poder pensar la dinámica de los conceptos. Entre la historia de estos y los debates que los atraviesan nos movemos hacia la historización de las prácticas y sus efectos. Pensamos, junto con Oscar Masotta, en una lectura diferencial e histórica. Diferencial puesto que como podríamos leer, por ejemplo, a Freud, sin confrontar y distinguir sus textos de los otros textos que los acompañaron y de aquellos que decían además, completarlo. Se hable ya de Melanie Klein, de Jones, de Ana Freud, de la “teoría clásica”, de Abraham, o de Fenichel -entre tantos otros-, este punto no puede seguir siendo elidido en nuestra formación.

Una historia por la que aguardamos en lo sintomático, sin determinación lineal y cronológica, sino plagada de atolladeros y enigmas, puntos opacos y controvertidos cuyo sentido sólo podrá tener lugar en -y a través de- la medida que adquiera el porvenir que en sus condiciones podamos hacer posible. Esto es, en la medida en que no se impida que ese ruido latente se exprese transgrediendo los márgenes siempre acotados de la educación. Solo así haremos lugar a la ética. No armando una materia de Historia de la Psicología, sino haciendo valer el lugar de la Historia en la producción de las ideas que han fomentado, y que también han quebrado, a la Psicología. Sólo así puede cobrar sentido alguna inter-discursividad. De lo contrario, no se trata de complejidad sino de eclecticismo.

A veces uno oye propuestas donde este punto queda absolutamente denostado. Se proponen así grillas de materias que podrían ser aplicadas tanto aquí como en Londres, Nueva York o Nueva Guinea... Vemos pues que una forma del liberalismo teórico no consta sino de la voluntad de hacer pasar por “buenas” estas perspectivas. Ello también es consecuencia de la degradación de la Historia, ya que al descartarse el peso material de ésta se tiene el terreno libre para introducir cualquier cosa, venga de donde venga, sin importar los efectos que produzca... Se desconoce la Historia de nuestra facultad, las discusiones que la han poblado (sus inflexiones, impasses, momentos de producción) con el fin de introducir un modelo pre-armado que no da lugar a ninguna de estas tradiciones. Es decir que sin filiarse con nada, tampoco produce un corte.
De lo que se trata pues, es de proponer y discutir un Proyecto de Formación. La palabra Proyecto nos gusta. No es un modelo, algo que se aplique de manera uniforme, como un molde. Tampoco creemos que sea cuestión de empeñarse en procurar “un psicoanálisis bien dado”… no hay tal cosa. No, de lo que se trata es de estructurar vías, apostar por ciertas claves que nos permitan situar algunos de los ejes indispensables para hacer posible cualquier discusión propia con respecto al tema que aquí nos atañe: la formación de los psicólogos en la universidad pública, y el lugar del psicoanálisis en ella. Proyecto además, porque lo situamos en el contexto de disputa en el que nos encontramos, que no va a ser válido dentro de 10 años, ni quizás lo hubiese sido hace 30, sino que se hace necesario en la coyuntura actual, en la lectura que podemos hacer de los derroteros que acarreamos, como de las apuestas hacia un porvenir que podamos realizar, uno cuyo horizonte no sean los ideales de estandarización que propone la veta profesionalista.









Nos apoyamos para ello en la enseñanza de Masotta, uno de los nuestros, alguien que supo presentar -como suele decir Ángel Fernández- "una recepción activa", confrontativa y confrontada con el deseo de sumisión que solemos observar tanto por derecha como por izquierda. Nuestra forma de presentar los contenidos psicoanalíticos se basa en el modo que Masotta encontró de transmitir el orden de las razones freudianas, resguardando su coherencia interna, tanto como sus puntos de fuga y aporías... y así también la discusión con los otros campos de la cultura, y en particular con las diversas formas de la Psicología.

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