Transferencia, ética y
abstinencia
Rubén Caligaris:
En el marco de las jornadas pensamos el panel sobre “Transferencia, ética y
abstinencia” como un modo de introducir términos y concepciones que
consideramos pilares para pensar la clínica psicoanalítica, que introduzca la
posibilidad de su escucha, que es siempre de lo singular.
Freud consideraba la transferencia como
resistencia al tratamiento y también como motor del análisis. Sobre la
transferencia se abren lecturas diversas, que se articulan a nuestra concepción
de lo inconsciente, y que no serán sin consecuencias en la dirección de la
cura.
Considerando estas afirmaciones... ¿cómo
pensamos lo inconsciente? ... y desde allí, la ética en el psicoanálisis
¿consiste en trabajar para el bien del paciente? ¿O tiene que ver con poner en
suspenso ese objetivo por medio de la abstinencia?
Recordemos que Freud plantea la abstinencia no
como un papel pasivo, sino activo.
Y a partir de ese aporte que nos hace nos
podemos preguntar ¿lo ideológico está presente en la clínica?, ¿nuestros
prejuicios también?, consideramos que sí, pero que nos abstenemos de ponerlos
en juego... retomamos aquí los tres pilares freudianos: análisis personal,
supervisión y estudio para trabajar con ese material que es la palabra.
Consideramos que en los lugares que nos
habilitemos a trabajar desde el psicoanálisis, la revisión de nuestros
fundamentos nos remite a una ética, la del psicoanálisis.
Santiago Gómez:
Aclaración
El texto que sigue es producto de la corrección que
realicé a la desgravación que los compañeros tuvieron la generosidad de
realizar, de lo dicho en el tiempo con el que me honró la Cátedra Libre Oscar
Masotta, en las Jornadas “Psicoanálisis, salud mental y políticas públicas” que
tuvieron lugar en la Facultad de Psicología, de la Universidad Nacional de
Rosario. A la desgrabación le agregué partes del escrito que elegí no leer en
ese momento. Una decisión acertada.
SG: Buenas tardes a todos. Ante todo agradezco a
los compañeros de la Cátedra la invitación. Tenía pensado leer pero dada la
dinámica de la jornada prefiero poder verlos cuando hablo y apostar por que se
arme un intercambio, un debate. Más allá
del eje que atraviesa a la mesa, está el titulo de la jornadas: “Psicoanálisis,
salud mental y políticas públicas”, por lo que
voy a tratar de poder pensar, desde esa convocatoria, cómo hacerle un
lugar al psicoanálisis dentro del Estado, sin detenernos mucho en los distintos
modos de pensar a dicha institución.
Cuando queremos pensar en psicoanálisis y
políticas públicas, debemos pensar en quién es el que está a cargo de ese
Estado, gestionando, del que esperamos ciertas cosas para poder pensar y analizar
las políticas públicas que se puedan llevar adelante. No existen “las política
de Estado” en la modalidad única como algunos las plantean, intentando institucionalizar
un modo de hacer política del pasado o tierras lejanas; sino no estaríamos
viviendo este momento histórico, iniciado en el 2003, en el que hubo,
justamente, un cambio en la política pública que cortó con un modo de gestionar
el Estado que nos llevó a la crisis del 2001. Carezco de un conocimiento
preciso sobre las políticas públicas que se están llevando adelante tanto en
Santa Fe como en Rosario por lo que no haré referencia a las mismas.
Opté por articular psicoanálisis, política y
Estado. De la salud mental no me voy a ocupar porque la verdad, no sé lo qué es
la salud. No es por una cuestión de salud que exijo mejores condiciones de
existencia. El psicoanálisis aloja eso que algunos no le dan lugar o dan
lugares objetivantes al devenir de las existencias de los sujetos, por eso la
importancia de la presencia del psicoanálisis en el Estado, para propiciar más
lugares para el Sujeto. Nosotros no trabajamos con la salud, trabajamos con
discursos que generan lugares, esos lugares tienen modos de habitarse que son
nominados según la lógica de funcionamiento de ese discurso, que, como todo
discurso, establece diversas posibilidades de relaciones a establecerse entre
aquellos que ocupan lugares en él. Entonces, encuentro un punto en común entre
el psicoanálisis y la política: la posibilidad de que un sujeto ocupe otro
lugar en el discurso o se pregunte al respecto qué lugar ocupa en el discurso.
Cuando uno piensa lo político, aparece la
diferencia que posibilita la identidad política. Quiero aclarar que el termino identidad
plantea una problemática compleja, porque la identidad cierra. ¿Alguno de
ustedes puede decir yo soy? Así, la mínima expresión de la política plantea una
alteridad, otro modo posible de existir, de habitar el tiempo, aunque este no
esté bien definido. Lo político requiere de al menos tres.
Sucede que se trata de lugares a ocupar también
la política, de que el otro ocupa un lugar, que quizá se quiere ocupar. Cuesta
soportar a otro, así como también aceptar que requiere ceder soportarlo. Qué
ceder es un conflicto, por qué ceder. El malestar en la cultura da lugar al
conflicto por ceder. El malestar en el lenguaje. Debemos batallar entonces en el
campo del lenguaje, ya que el sujeto es producto de una alienación a este, que
se organiza como un discurso. Entonces ¿Cómo no vamos a intervenir en el modo
en el que se organizan los discursos y accionar por construir uno diferente?
Pensemos en esto de salir a disputar
políticamente; porque está muy bien la discusión teórica, es enriquecedora para
la vida política, pero una cosa es discutir o pensar cómo se ocupan esos
lugares, cómo se actúa en esos lugares y otra cosa es salir a disputar lugares,
eso es, para mí, hacer política. Hacer política en el sentido de construcción
de un grupo de personas que se reconocen en un deseo y actúan con la intensión
de ser cada vez más los que sostengan determinado discurso, y así poder cambiar
de lugar a muchos sujetos que le tocaron el resto de los lugares. Los que no
quiere nadie.
Política es todo acto que transforme la
realidad. Hacer política es buscar que muchos hagan actos que transformen la
realidad en un sentido determinado. Con la intensión de posibilitar la mayor
cantidad de lugares a la hora que un sujeto tenga que decidir por dónde sigue
la historia.
Para hacer política hay que reconocer que ese
otro existe, que ocupa un lugar, por lo tanto, no todo lugar se puede ocupar. Estas
jornadas dan cuenta de que hay quienes crearon lugares y la presencia de
ustedes muestra que había otro lugar para que ustedes habiten. Me parece maravillosa
la cantidad de gente presente en este evento. Abre a una discusión política, en
un espacio político, como la universidad, que tiene un discurso determinado,
donde se espera que ustedes habiten de cierto modo estos lugares y la palabra
que habita aquí dentro tiene poder de verdad en estos tiempos. Vivimos el
tiempo de los especialistas. Mientras no cuestionemos estas cosas, cuando le
dan lugar a nuestra palabra en los medios de comunicación nos citan como
profesionales, sino es la mera opinión de un militante político, que claro
está, es mucho más valioso.
La Cátedra Oscar Masotta construyó un lugar para
otro decir, evidentemente no alcanzaba con los lugares que había. Esto es otro
modo de hacer política en la universidad. Acá se le da lugar al deseo que trajo
a tantos estudiantes a la Facultad de Psicología y no a la de Ciencias Económicas.
Porque los estudiantes van a la facultad a estudiar, prefieren leer sobre
psicología o psicoanálisis antes que textos de sociología o política, en su
mayoría, claramente. Si esto no fuera así las discusiones que se dan en las
carreras serían mucho más ricas. Estas jornadas dan lugar al psicoanálisis y a
las políticas públicas, es decir, la política de un Estado determinado. Esta
política nos invita a pensar el psicoanálisis y el Estado; pensar el lugar del
Estado cuando salimos a disputar espacios políticos y darle un lugar al
psicoanálisis en él. El psicoanálisis no da lugar a las políticas públicas y
así tiene que ser, porque las políticas públicas son universales. Mi
experiencia de formación fue en el Estado, con una perspectiva psicoanalítica.
Uno se pone en el lugar de analista en el dispositivo analítico, uno después no
es analista. Estamos atravesados por el psicoanálisis cuando estamos fuera del
dispositivo, lo que posibilita la creación de programas o proyectos con
perspectivas psicoanalítica. Una perspectiva psicoanalítica posibilita dar
lugar al Sujeto, lo que implica, como algunos hacen, pensar la política pública
por el caso por caso. Las políticas públicas se tienen que pensar universales.
Los conflictos teóricos, son conflictos
políticos de otro tipo, sirven de herramienta para la batalla política, y nos
posibilita reconocer que no se puede avanzar al mismo tiempo en todos los
frentes, la correlación de fuerzas no da para todo, por eso surgió la necesidad
de actuar. Si se pudiera solucionar todo problema ya, para qué salir a convocar
a otros para que participen en la construcción de una solución.
Si sabemos que
también es una batalla en el campo del lenguaje y que el sujeto es producto de
una alienación a este, cómo no vamos a intervenir en el modo en el que se
organiza el lenguaje, los discursos, y en las consecuencias que tiene dentro de
la lógica del poder dominante que a uno se lo nombre de una manera o de otra. Quienes
cuestionamos los saberes dominantes, debemos intervenir cuando observamos que
se objetiviza al Sujeto y hasta muchas veces aplicando acciones punitivas con
el psicoanálisis como fundamento. Se utilizan palabras del diccionario
psicoanalítico organizadas de un modo tal que sean funcionales a la
objetivación propia del discurso disciplinario, haciendo futurología de conductas
con acciones del pasado.
La historia condiciona,
no condena. Quienes sabemos de la escisión del Sujeto cuando estamos en el
Estado, debemos propiciar lugares para que el sujeto apueste a una
transformación, que no es posible en el lugar de objeto. Propiciar un lugar
para el psicoanálisis en el Estado es propiciar un lugar para el Sujeto, no
sólo para el ciudadano. Dar lugar desde el Estado a la angustia. “La angustia
como un elemento determinante, como una experiencia decisiva de transformación
del sujeto, de franqueamiento de su propia identidad o como pasaje de un estado
a otro en una experiencia humana” según nos dice Jorge Alemán.
No
se trata de que queramos constituirnos como el saber dominante, sino de
cuestionar el saber del poder, que se constituyó como tal por su funcionalidad
con el poder dominante de un momento histórico determinado. El psicoanálisis no
puede ser cómplice del poder disciplinario.
Como analistas sabemos también de los efectos
que tienen en el sujeto, los lugares en los que habita y el modo en el que lo
hace. La cultura requiere condiciones para habitarla y espacios posibles, que
si no se cumplen tiene consecuencias. Ahí nos ofrecen, también, la institución
cerrada como lugar. Algunos que tenemos también un lugar en el Estado, como
otro lugar desde donde ampliar los espacios para que habite el Sujeto,
reconocemos que el psicoanálisis no es el único camino de acceso a la verdad,
también hay otras prácticas, la parreshia es un ejemplo.
Algunos hablamos que hay algo que nunca va a
cerrar, hay algo que siempre tiene un resto. Algo hay que ceder para estar
dentro del lenguaje. La palabra no nombra la cosa, la verdad se medio dice. No
todo se puede decir. Pero no estoy planteando que por conveniencia política no
todo se pueda decir, o que no se puede decir por una cuestión inhibitoria o
sintomática. Estoy refiriéndome a que no todo se puede nombrar. Como plantea
Wittgenstein la herramienta del lenguaje se puede romper y eso que no se
puede nombrar se muestra y a esos modos
de mostrar lo que no se puede decir algunos lo llamamos locura. Otros lo llaman
psicosis, con las consecuencias que ello tiene. Y sí nosotros nos reconocemos
como sujetos estructurados por el lenguaje a eso que se muestra, que algunos no
quieren ver, también el Estado le tiene que dar lugar, pero el lugar para la
locura no puede ser el lugar de objeto. Si consideramos que el loco busca a
otro que pueda alojar su verdad, no podemos servirnos del cuerpo que encarne la
locura para asegurar el poder del discurso disciplinario. Cada vez aparecen más
lugares que son instituciones cerradas disfrazadas de gente que se dice que
trabaja desde el psicoanálisis. La
frazada del psicoanálisis es casi tan grande como la del peronismo. A veces uno
dice: “Sí ese es peronista, yo no”. Bueno dentro del psicoanálisis es lo mismo,
a veces uno dice “entonces yo no”.
A mí me parece muy importante para ordenarnos
poder revisar el análisis que va a hacer Foucault en “El poder psiquiátrico” de
los discursos. ¿Cuál fue el viraje entre las relaciones de poder médico y la
familia? No hay que olvidarse que el poder médico surge primero como poder y
luego como saber, un saber que tambalea por todos lados. Pero esto no es propio
de los médicos, cuántos egresados de la carrera de psicología o trabajo social,
otorgándole poder a la realidad, condicionando los modos de existencia de los
sujetos con los que entra en contacto por el lugar que el poder del discurso
dominante les otorga. Lo que Foucault llamó “la función psi”, que la
encontramos en un montón de profesionales
que se explican las conductas del sujeto o por el diagnostico (como sí
explicara algo) o por la historia. Los que trabajamos con chicos escuchamos
siempre el típico comentario de profesionales: “con esa madre que podés
esperar”. Nosotros tenemos que pensar que el sujeto siempre puede emerger, sino
objetivamos, y que en el Estado el psicoanálisis tenga un lugar implica la
posibilidad de que exista la posibilidad de que un sujeto sea acompañado en la
búsqueda de su verdad, soportando la angustia, del que acompaña y el
acompañado, como un pasaje en un momento de transformación subjetiva, ahora,
siempre sabiendo que en ese lugar (hospital por ejemplo) no somos funcionarios
públicos. Y lo que emerja en ese espacio, que de la puerta para afuera puede
ser sancionado o condenado, nosotros ahí no sancionamos, porque allí no estamos
en el lugar de agente de control. No puede haber lugar al hasta ahí del poder
disciplinario. Me parece también que el lugar del analista, o mejor cuando uno
se pone a trabajar con una perspectiva analítica, plantea un “hasta acá”. Hasta
acá te acompaño. Sino después aparecen situaciones donde alguien que vivió una
violación del derecho, y de golpe el Estado se mete por todos lados y se mete con cosas que no se debería haber
metido pero es porque considera que son sanas. Como dice Rubén Darío: “No
tiremos lo que no se cayó”.
Un amigo, Cesar González, fue uno de esos pibes
que cayó detenido a los dieciséis años por secuestro extorsivo. En el instituto
en el que estaba encerrado, apareció un día un profesor de magia y les preguntó
a los que se acercaron a su propuesta de taller: ¿Ustedes saben porque están
acá? A lo cual todos respondieron: “Sí, por robo”, y este profesor le
respondió:”ustedes están acá por pobres, porque delitos cometemos todos,
algunos se sancionan y otros no”. Este profesor les acercó un libro, “Operación
Masacre” y Cesar lo empezó a leer y se
empezó a apropiar de eso que alguien esperó de él. Ese profesor de magia tiró
muchas líneas y picó una, pero lo importante es que picó. Y Cesar cuenta que cuando
escribía y le llevaba a la trabajadora social o a la psicóloga lo que estas
devolvían era “vos estas acá por choro, no por poeta. Con suerte, tu futuro es
que consigas un laburo en negro”. Por eso a veces me pregunto, ¿Qué tiene que
hacer una psicóloga adentro de una cárcel? O mejor ¿En función de qué podemos
decidir sobre la libertad o privación de la libertad de una persona? ¿En
función de qué se nos ocurre que podemos ocupar el lugar de la ley? ¿Ese es el lugar para el psicólogo en el
Estado? También me parece que cada uno tiene la opción de ver en qué lugar
ponerse, digo, uno puede ser parte de instituciones disciplinarias, del poder
disciplinario y esta capilaridad que tiene, el lugar del último relevo, uno
tiene la opción como último relevo de no repetir la misma práctica
disciplinaria. Darle el lugar al sujeto es a eso, a una apertura, un “yo no sé
lo que va a pasar, pero lo sostengo”. Ahora bien, ¿Cómo se cuantifica esto?
¿Cómo se mide la eficacia de esa política pública? ¿Debe ser medible? Y habría
que pensar, ¿siempre se pensó así un proyecto epidemiológico? ¿Siempre se pensó
que la salud tiene que ver con los profesionales de la salud? ¿O nos olvidamos
quién fue el primer ministro de salud de la historia Argentina? Para pensar la
salud hay que pensar otra serie de hechos que deben estar previamente
garantizados, porque si no es la práctica de los 90, los talleres que mandaba
el Ministerio de Salud de la Nación, creados por el Banco Mundial donde la idea
era ver cómo se le enseñaba a la gente pobre a que lave bien la verdura o como
blanquear el agua. ¡Ahí es donde yo digo más salud no! De lo que se trata es de
hacer una sociedad más justa, pero no por la salud. Hay gente que dice, la
salud es terapéutica, otros dicen la libertad es terapéutica. La libertad es poder
subvertir. ¿Qué tiene que ver eso con lo terapéutico?
Entonces, a mi me parece que tenemos que
hacernos un lugar dentro del Estado. Hacernos un lugar con una perspectiva
psicoanalítica implica diferenciar que una cosa es un ciudadano, otra cosa es
un sujeto y otra cosa es un objeto y eso es diferente a explicar un programa en
función de las patologías, porque en la práctica común no nos sirve. No tratar
de ir en contra de cualquier posición política o práctica que se lleve adelante
pensándolo desde la falta: “Le falta recurso simbólico, le falta palabra, le
falta el nombre del padre”. Como dijo Oscar Masotta, “la falta es una cuestión
de derecho, no de hechos, en lo real no falta nada”. Sino ¿Quién es el qué está
completo? Sí nosotros podemos empezar a pensar en relación a los modos de
operación del lenguaje y cómo ese sujeto
va a poder pensarse y sostener la posibilidad que se piense que lugar ocupa en
ese discurso. Uno puede tener una postura donde dice “cualquier línea teórica
para ejercer la práctica no”. Yo trabajé cinco años en Moreno donde la línea de
trabajo era el psicoanálisis, pero además de eso hay una definición política de
por qué no otra práctica como, por ejemplo, la conductista ¿Cómo le voy a
imponer yo a un sujeto cual es la idea
del Bien? No le puedo decir que él está errado o que actúa mal. ¿En ese lugar
me voy a poner? No. Entonces uno puede tomar una línea teórica, pero a su vez
diferenciarse de cierta línea por cuestiones políticas. Y a su vez poder hacer
una lucha dentro del campo del psicoanálisis cuando aparecen algunos con prácticas
objetivantes, cuando se quieren explican las cosas por el diagnostico; como dice el dicho “Cuando Juan habla de
Pedro, habla más de Juan que de Pedro”, entonces en esta necesidad de objetivar
me parece que hay mas una necesidad de poder afirmar su propia subjetividad,
como profesional, como médico, o
trabajador social o como el lugar que quiera ocupar del saber, y del poder.
Porque la cuestión también es poder pensar que cada poder tiene su saber
funcional del momento. Se pone de moda tal porque es el más funcional al poder
dominante del momento histórico que sea.
Entonces, a mi me parece muy valiosa la jornada
justamente por esto, es una posibilidad de tener una discusión donde uno puede
estar pensando el Estado, cómo habita ese Estado y donde se puede pensar
también cómo ese Estado puede actuar a través de las políticas públicas para
que su población también habite de un modo o de otro. Ahora, reconociendo que a
la hora de entrar en la práctica analítica no le podemos decir al otro como
tiene que habitar, cada uno habita donde puede y goza donde puede. Y el goce es
esto que no tiene sentido. Y darle lugar al psicoanálisis en el Estado tiene
que ver con poder pensar un sujeto más allá de un ciudadano y también que el
sujeto pueda acercarse a su verdad preguntándose cuál es el lugar que ocupa en
el discurso. Muchas Gracias
Santiago, me llamo daniel noseda y tengo respuestas sobre las preguntas que haces en el blog del monumento al descamisado
ResponderEliminardesearia contactarme con vos
saludos
danielnoseda@gmail.com