sábado, 5 de mayo de 2012

Panel Transferencia, ética y abstinencia. Disertante: Santiago Gómez.


Transferencia, ética y abstinencia

Rubén Caligaris: En el marco de las jornadas pensamos el panel sobre “Transferencia, ética y abstinencia” como un modo de introducir términos y concepciones que consideramos pilares para pensar la clínica psicoanalítica, que introduzca la posibilidad de su escucha, que es siempre de lo singular.

Freud consideraba la transferencia como resistencia al tratamiento y también como motor del análisis. Sobre la transferencia se abren lecturas diversas, que se articulan a nuestra concepción de lo inconsciente, y que no serán sin consecuencias en la dirección de la cura.

Considerando estas afirmaciones... ¿cómo pensamos lo inconsciente? ... y desde allí, la ética en el psicoanálisis ¿consiste en trabajar para el bien del paciente? ¿O tiene que ver con poner en suspenso ese objetivo por medio de la abstinencia?

Recordemos que Freud plantea la abstinencia no como un papel pasivo, sino activo.

Y a partir de ese aporte que nos hace nos podemos preguntar ¿lo ideológico está presente en la clínica?, ¿nuestros prejuicios también?, consideramos que sí, pero que nos abstenemos de ponerlos en juego... retomamos aquí los tres pilares freudianos: análisis personal, supervisión y estudio para trabajar con ese material que es la palabra.

Consideramos que en los lugares que nos habilitemos a trabajar desde el psicoanálisis, la revisión de nuestros fundamentos nos remite a una ética, la del psicoanálisis.

Santiago Gómez:

Aclaración
El texto que sigue es producto de la corrección que realicé a la desgravación que los compañeros tuvieron la generosidad de realizar, de lo dicho en el tiempo con el que me honró la Cátedra Libre Oscar Masotta, en las Jornadas “Psicoanálisis, salud mental y políticas públicas” que tuvieron lugar en la Facultad de Psicología, de la Universidad Nacional de Rosario. A la desgrabación le agregué partes del escrito que elegí no leer en ese momento. Una decisión acertada. 

SG: Buenas tardes a todos. Ante todo agradezco a los compañeros de la Cátedra la invitación. Tenía pensado leer pero dada la dinámica de la jornada prefiero poder verlos cuando hablo y apostar por que se arme un intercambio, un debate.  Más allá del eje que atraviesa a la mesa, está el titulo de la jornadas: “Psicoanálisis, salud mental y políticas públicas”, por lo que  voy a tratar de poder pensar, desde esa convocatoria, cómo hacerle un lugar al psicoanálisis dentro del Estado, sin detenernos mucho en los distintos modos de pensar a dicha institución.
Cuando queremos pensar en psicoanálisis y políticas públicas, debemos pensar en quién es el que está a cargo de ese Estado, gestionando, del que esperamos ciertas cosas para poder pensar y analizar las políticas públicas que se puedan llevar adelante. No existen “las política de Estado” en la modalidad única como algunos las plantean, intentando institucionalizar un modo de hacer política del pasado o tierras lejanas; sino no estaríamos viviendo este momento histórico, iniciado en el 2003, en el que hubo, justamente, un cambio en la política pública que cortó con un modo de gestionar el Estado que nos llevó a la crisis del 2001. Carezco de un conocimiento preciso sobre las políticas públicas que se están llevando adelante tanto en Santa Fe como en Rosario por lo que no haré referencia a las mismas.

Opté por articular psicoanálisis, política y Estado. De la salud mental no me voy a ocupar porque la verdad, no sé lo qué es la salud. No es por una cuestión de salud que exijo mejores condiciones de existencia. El psicoanálisis aloja eso que algunos no le dan lugar o dan lugares objetivantes al devenir de las existencias de los sujetos, por eso la importancia de la presencia del psicoanálisis en el Estado, para propiciar más lugares para el Sujeto. Nosotros no trabajamos con la salud, trabajamos con discursos que generan lugares, esos lugares tienen modos de habitarse que son nominados según la lógica de funcionamiento de ese discurso, que, como todo discurso, establece diversas posibilidades de relaciones a establecerse entre aquellos que ocupan lugares en él. Entonces, encuentro un punto en común entre el psicoanálisis y la política: la posibilidad de que un sujeto ocupe otro lugar en el discurso o se pregunte al respecto qué lugar ocupa en el discurso.
Cuando uno piensa lo político, aparece la diferencia que posibilita la identidad política.  Quiero aclarar que el termino identidad plantea una problemática compleja, porque la identidad cierra. ¿Alguno de ustedes puede decir yo soy? Así, la mínima expresión de la política plantea una alteridad, otro modo posible de existir, de habitar el tiempo, aunque este no esté bien definido. Lo político requiere de al menos tres.
Sucede que se trata de lugares a ocupar también la política, de que el otro ocupa un lugar, que quizá se quiere ocupar. Cuesta soportar a otro, así como también aceptar que requiere ceder soportarlo. Qué ceder es un conflicto, por qué ceder. El malestar en la cultura da lugar al conflicto por ceder. El malestar en el lenguaje. Debemos batallar entonces en el campo del lenguaje, ya que el sujeto es producto de una alienación a este, que se organiza como un discurso. Entonces ¿Cómo no vamos a intervenir en el modo en el que se organizan los discursos y accionar por construir uno diferente?

Pensemos en esto de salir a disputar políticamente; porque está muy bien la discusión teórica, es enriquecedora para la vida política, pero una cosa es discutir o pensar cómo se ocupan esos lugares, cómo se actúa en esos lugares y otra cosa es salir a disputar lugares, eso es, para mí, hacer política. Hacer política en el sentido de construcción de un grupo de personas que se reconocen en un deseo y actúan con la intensión de ser cada vez más los que sostengan determinado discurso, y así poder cambiar de lugar a muchos sujetos que le tocaron el resto de los lugares. Los que no quiere nadie.
Política es todo acto que transforme la realidad. Hacer política es buscar que muchos hagan actos que transformen la realidad en un sentido determinado. Con la intensión de posibilitar la mayor cantidad de lugares a la hora que un sujeto tenga que decidir por dónde sigue la historia.
Para hacer política hay que reconocer que ese otro existe, que ocupa un lugar, por lo tanto, no todo lugar se puede ocupar. Estas jornadas dan cuenta de que hay quienes crearon lugares y la presencia de ustedes muestra que había otro lugar para que ustedes habiten. Me parece maravillosa la cantidad de gente presente en este evento. Abre a una discusión política, en un espacio político, como la universidad, que tiene un discurso determinado, donde se espera que ustedes habiten de cierto modo estos lugares y la palabra que habita aquí dentro tiene poder de verdad en estos tiempos. Vivimos el tiempo de los especialistas. Mientras no cuestionemos estas cosas, cuando le dan lugar a nuestra palabra en los medios de comunicación nos citan como profesionales, sino es la mera opinión de un militante político, que claro está, es mucho más valioso.
La Cátedra Oscar Masotta construyó un lugar para otro decir, evidentemente no alcanzaba con los lugares que había. Esto es otro modo de hacer política en la universidad. Acá se le da lugar al deseo que trajo a tantos estudiantes a la Facultad de Psicología y no a la de Ciencias Económicas. Porque los estudiantes van a la facultad a estudiar, prefieren leer sobre psicología o psicoanálisis antes que textos de sociología o política, en su mayoría, claramente. Si esto no fuera así las discusiones que se dan en las carreras serían mucho más ricas. Estas jornadas dan lugar al psicoanálisis y a las políticas públicas, es decir, la política de un Estado determinado. Esta política nos invita a pensar el psicoanálisis y el Estado; pensar el lugar del Estado cuando salimos a disputar espacios políticos y darle un lugar al psicoanálisis en él. El psicoanálisis no da lugar a las políticas públicas y así tiene que ser, porque las políticas públicas son universales. Mi experiencia de formación fue en el Estado, con una perspectiva psicoanalítica. Uno se pone en el lugar de analista en el dispositivo analítico, uno después no es analista. Estamos atravesados por el psicoanálisis cuando estamos fuera del dispositivo, lo que posibilita la creación de programas o proyectos con perspectivas psicoanalítica. Una perspectiva psicoanalítica posibilita dar lugar al Sujeto, lo que implica, como algunos hacen, pensar la política pública por el caso por caso. Las políticas públicas se tienen que pensar universales.
Los conflictos teóricos, son conflictos políticos de otro tipo, sirven de herramienta para la batalla política, y nos posibilita reconocer que no se puede avanzar al mismo tiempo en todos los frentes, la correlación de fuerzas no da para todo, por eso surgió la necesidad de actuar. Si se pudiera solucionar todo problema ya, para qué salir a convocar a otros para que participen en la construcción de una solución.
Si sabemos que también es una batalla en el campo del lenguaje y que el sujeto es producto de una alienación a este, cómo no vamos a intervenir en el modo en el que se organiza el lenguaje, los discursos, y en las consecuencias que tiene dentro de la lógica del poder dominante que a uno se lo nombre de una manera o de otra. Quienes cuestionamos los saberes dominantes, debemos intervenir cuando observamos que se objetiviza al Sujeto y hasta muchas veces aplicando acciones punitivas con el psicoanálisis como fundamento. Se utilizan palabras del diccionario psicoanalítico organizadas de un modo tal que sean funcionales a la objetivación propia del discurso disciplinario, haciendo futurología de conductas con acciones del pasado.
La historia condiciona, no condena. Quienes sabemos de la escisión del Sujeto cuando estamos en el Estado, debemos propiciar lugares para que el sujeto apueste a una transformación, que no es posible en el lugar de objeto. Propiciar un lugar para el psicoanálisis en el Estado es propiciar un lugar para el Sujeto, no sólo para el ciudadano. Dar lugar desde el Estado a la angustia. “La angustia como un elemento determinante, como una experiencia decisiva de transformación del sujeto, de franqueamiento de su propia identidad o como pasaje de un estado a otro en una experiencia humana” según nos dice Jorge Alemán.
No se trata de que queramos constituirnos como el saber dominante, sino de cuestionar el saber del poder, que se constituyó como tal por su funcionalidad con el poder dominante de un momento histórico determinado. El psicoanálisis no puede ser cómplice del poder disciplinario.
Como analistas sabemos también de los efectos que tienen en el sujeto, los lugares en los que habita y el modo en el que lo hace. La cultura requiere condiciones para habitarla y espacios posibles, que si no se cumplen tiene consecuencias. Ahí nos ofrecen, también, la institución cerrada como lugar. Algunos que tenemos también un lugar en el Estado, como otro lugar desde donde ampliar los espacios para que habite el Sujeto, reconocemos que el psicoanálisis no es el único camino de acceso a la verdad, también hay otras prácticas, la parreshia es un ejemplo.

Algunos hablamos que hay algo que nunca va a cerrar, hay algo que siempre tiene un resto. Algo hay que ceder para estar dentro del lenguaje. La palabra no nombra la cosa, la verdad se medio dice. No todo se puede decir. Pero no estoy planteando que por conveniencia política no todo se pueda decir, o que no se puede decir por una cuestión inhibitoria o sintomática. Estoy refiriéndome a que no todo se puede nombrar. Como plantea Wittgenstein la herramienta del lenguaje se puede romper y eso que no se puede  nombrar se muestra y a esos modos de mostrar lo que no se puede decir algunos lo llamamos locura. Otros lo llaman psicosis, con las consecuencias que ello tiene. Y sí nosotros nos reconocemos como sujetos estructurados por el lenguaje a eso que se muestra, que algunos no quieren ver, también el Estado le tiene que dar lugar, pero el lugar para la locura no puede ser el lugar de objeto. Si consideramos que el loco busca a otro que pueda alojar su verdad, no podemos servirnos del cuerpo que encarne la locura para asegurar el poder del discurso disciplinario. Cada vez aparecen más lugares que son instituciones cerradas disfrazadas de gente que se dice que trabaja desde el  psicoanálisis. La frazada del psicoanálisis es casi tan grande como la del peronismo. A veces uno dice: “Sí ese es peronista, yo no”. Bueno dentro del psicoanálisis es lo mismo, a veces uno dice “entonces yo no”.
A mí me parece muy importante para ordenarnos poder revisar el análisis que va a hacer Foucault en “El poder psiquiátrico” de los discursos. ¿Cuál fue el viraje entre las relaciones de poder médico y la familia? No hay que olvidarse que el poder médico surge primero como poder y luego como saber, un saber que tambalea por todos lados. Pero esto no es propio de los médicos, cuántos egresados de la carrera de psicología o trabajo social, otorgándole poder a la realidad, condicionando los modos de existencia de los sujetos con los que entra en contacto por el lugar que el poder del discurso dominante les otorga. Lo que Foucault llamó “la función psi”, que la encontramos en  un montón de profesionales que se explican las conductas del sujeto o por el diagnostico (como sí explicara algo) o por la historia. Los que trabajamos con chicos escuchamos siempre el típico comentario de profesionales: “con esa madre que podés esperar”. Nosotros tenemos que pensar que el sujeto siempre puede emerger, sino objetivamos, y que en el Estado el psicoanálisis tenga un lugar implica la posibilidad de que exista la posibilidad de que un sujeto sea acompañado en la búsqueda de su verdad, soportando la angustia, del que acompaña y el acompañado, como un pasaje en un momento de transformación subjetiva, ahora, siempre sabiendo que en ese lugar (hospital por ejemplo) no somos funcionarios públicos. Y lo que emerja en ese espacio, que de la puerta para afuera puede ser sancionado o condenado, nosotros ahí no sancionamos, porque allí no estamos en el lugar de agente de control. No puede haber lugar al hasta ahí del poder disciplinario. Me parece también que el lugar del analista, o mejor cuando uno se pone a trabajar con una perspectiva analítica, plantea un “hasta acá”. Hasta acá te acompaño. Sino después aparecen situaciones donde alguien que vivió una violación del derecho, y de golpe el Estado se mete por todos lados  y se mete con cosas que no se debería haber metido pero es porque considera que son sanas. Como dice Rubén Darío: “No tiremos lo que no se cayó”.
Un amigo, Cesar González, fue uno de esos pibes que cayó detenido a los dieciséis años por secuestro extorsivo. En el instituto en el que estaba encerrado, apareció un día un profesor de magia y les preguntó a los que se acercaron a su propuesta de taller: ¿Ustedes saben porque están acá? A lo cual todos respondieron: “Sí, por robo”, y este profesor le respondió:”ustedes están acá por pobres, porque delitos cometemos todos, algunos se sancionan y otros no”. Este profesor les acercó un libro, “Operación Masacre”  y Cesar lo empezó a leer y se empezó a apropiar de eso que alguien esperó de él. Ese profesor de magia tiró muchas líneas y picó una, pero lo importante es que picó. Y Cesar cuenta que cuando escribía y le llevaba a la trabajadora social o a la psicóloga lo que estas devolvían era “vos estas acá por choro, no por poeta. Con suerte, tu futuro es que consigas un laburo en negro”. Por eso a veces me pregunto, ¿Qué tiene que hacer una psicóloga adentro de una cárcel? O mejor ¿En función de qué podemos decidir sobre la libertad o privación de la libertad de una persona? ¿En función de qué se nos ocurre que podemos ocupar el lugar de la ley?  ¿Ese es el lugar para el psicólogo en el Estado? También me parece que cada uno tiene la opción de ver en qué lugar ponerse, digo, uno puede ser parte de instituciones disciplinarias, del poder disciplinario y esta capilaridad que tiene, el lugar del último relevo, uno tiene la opción como último relevo de no repetir la misma práctica disciplinaria. Darle el lugar al sujeto es a eso, a una apertura, un “yo no sé lo que va a pasar, pero lo sostengo”. Ahora bien, ¿Cómo se cuantifica esto? ¿Cómo se mide la eficacia de esa política pública? ¿Debe ser medible? Y habría que pensar, ¿siempre se pensó así un proyecto epidemiológico? ¿Siempre se pensó que la salud tiene que ver con los profesionales de la salud? ¿O nos olvidamos quién fue el primer ministro de salud de la historia Argentina? Para pensar la salud hay que pensar otra serie de hechos que deben estar previamente garantizados, porque si no es la práctica de los 90, los talleres que mandaba el Ministerio de Salud de la Nación, creados por el Banco Mundial donde la idea era ver cómo se le enseñaba a la gente pobre a que lave bien la verdura o como blanquear el agua. ¡Ahí es donde yo digo más salud no! De lo que se trata es de hacer una sociedad más justa, pero no por la salud. Hay gente que dice, la salud es terapéutica, otros dicen la libertad es terapéutica. La libertad es poder subvertir. ¿Qué tiene que ver eso con lo terapéutico?
Entonces, a mi me parece que tenemos que hacernos un lugar dentro del Estado. Hacernos un lugar con una perspectiva psicoanalítica implica diferenciar que una cosa es un ciudadano, otra cosa es un sujeto y otra cosa es un objeto y eso es diferente a explicar un programa en función de las patologías, porque en la práctica común no nos sirve. No tratar de ir en contra de cualquier posición política o práctica que se lleve adelante pensándolo desde la falta: “Le falta recurso simbólico, le falta palabra, le falta el nombre del padre”. Como dijo Oscar Masotta, “la falta es una cuestión de derecho, no de hechos, en lo real no falta nada”. Sino ¿Quién es el qué está completo? Sí nosotros podemos empezar a pensar en relación a los modos de operación  del lenguaje y cómo ese sujeto va a poder pensarse y sostener la posibilidad que se piense que lugar ocupa en ese discurso. Uno puede tener una postura donde dice “cualquier línea teórica para ejercer la práctica no”. Yo trabajé cinco años en Moreno donde la línea de trabajo era el psicoanálisis, pero además de eso hay una definición política de por qué no otra práctica como, por ejemplo, la conductista ¿Cómo le voy a imponer yo a un sujeto cual es  la idea del Bien? No le puedo decir que él está errado o que actúa mal. ¿En ese lugar me voy a poner? No. Entonces uno puede tomar una línea teórica, pero a su vez diferenciarse de cierta línea por cuestiones políticas. Y a su vez poder hacer una lucha dentro del campo del psicoanálisis cuando aparecen algunos con prácticas objetivantes, cuando se quieren explican las cosas por el diagnostico;  como dice el dicho “Cuando Juan habla de Pedro, habla más de Juan que de Pedro”, entonces en esta necesidad de objetivar me parece que hay mas una necesidad de poder afirmar su propia subjetividad, como profesional, como médico,  o trabajador social o como el lugar que quiera ocupar del saber, y del poder. Porque la cuestión también es poder pensar que cada poder tiene su saber funcional del momento. Se pone de moda tal porque es el más funcional al poder dominante del momento histórico que sea.
Entonces, a mi me parece muy valiosa la jornada justamente por esto, es una posibilidad de tener una discusión donde uno puede estar pensando el Estado, cómo habita ese Estado y donde se puede pensar también cómo ese Estado puede actuar a través de las políticas públicas para que su población también habite de un modo o de otro. Ahora, reconociendo que a la hora de entrar en la práctica analítica no le podemos decir al otro como tiene que habitar, cada uno habita donde puede y goza donde puede. Y el goce es esto que no tiene sentido. Y darle lugar al psicoanálisis en el Estado tiene que ver con poder pensar un sujeto más allá de un ciudadano y también que el sujeto pueda acercarse a su verdad preguntándose cuál es el lugar que ocupa en el discurso. Muchas Gracias

1 comentario:

  1. Santiago, me llamo daniel noseda y tengo respuestas sobre las preguntas que haces en el blog del monumento al descamisado
    desearia contactarme con vos
    saludos
    danielnoseda@gmail.com

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