viernes, 6 de abril de 2012

Trabajadores de la Salud Mental en el Sector Público: ¿Representantes abnegados de un Estado Deudor? Disertante: Alvaro Labarrère



Trabajadores de la Salud Mental en el Sector Público: ¿Representantes abnegados de un Estado Deudor?

Una teoría sobre la génesis del hastío y los numerosos partes médicos por razones de salud mental.

El malestar en la práctica: del wellfare state al wellfucking state.


Palabras clave: des-implicación, depositación, intervenciones fundantes, trabajo elemental,

Intervenciones fundantes: intervenciones elementales, intervenciones ucrónicas, intervenciones de rescate.

La primera pregunta que motiva este escrito es ¿de donde viene el cansancio respecto a las exigencias que se presentan a los equipos de salud, especialmente a los trabajadores del núcleo específico de Salud Mental?

¿Se trata del tipo de demandas que se presentan?

Una gran parte del agobio tiene que ver no solamente con la calidad (y la condición crítica, que muchas veces suma la urgencia a la complejidad) de las situaciones que se presentan; sino fundamentalmente con el tipo de trabajo que es necesario realizar para trabajar con dichas esas situaciones.

Esto se debe a que las intervenciones para abordar situaciones complejas y críticas tienen, en muchas ocasiones, un carácter [1]fundante. Este carácter fundante implica que son cruciales, imprescindibles, pero también son elementales y básicas.

Y esta característica de lo elemental de estas [2]intervenciones fundantes,  acaba por crear el espejismo de estar viviendo siempre la misma y única situación, recreada en las vicisitudes de otros protagonistas que representan invariablemente la misma obra.



Des-implicación / Depositación: una dupla fatal

“Se lo traigo (a mi hijo) para que lo hable, porque se porta mal en la escuela, está agresivo, yo no se qué hacer con él”.

Esta demanda, así formulada, se presenta en la gran mayoría de los casos, acompañada de un segundo término tácito, que puede aparecer en las entrevistas posteriores al primer encuentro con la madre:

“yo no quiero venir al psicólogo, el que tiene que venir es el nene”

En ocasiones, y expresando la misma des-implicación, será el maestro de escuela quien [3]demande lo mismo que demandan madres, abuelas, rara vez los padres (hecho que no es casual ni menor):

“Federico no hace nada en la escuela, no atiende, es inquieto se pelea con los compañeros. Solicito se le de tratamiento psicológico y/o  interconsulta con un neurólogo para ver la posibilidad de medicarlo”

Llegado a este punto se puede situar con mayor precisión qué es aquello que provoca malestar en estas situaciones.

Lo elemental de las intervenciones requeridas es un aspecto crítico porque implica la realización de un esfuerzo considerable, tan sólo para alcanzar un piso mínimo desde el cual se pueda seguir trabajando luego. Esto, dicho en criollo, significa que hay que trabajar mucho para poder comenzar a trabajar un poco mejor, con alguna chance de encontrar una recompensa narcicística (cuando el trabajo luce un poco).

A esto se le suma otro aspecto crítico: la des-implicación. Pero ¿es la des-implicación por sí sola un factor suficiente? No parece muy probable toda vez que, en realidad, la esencia de una intervención psi reside en lograr la responsabilización de quien consulta, respecto a  cierto malestar y en este punto la des-implicación de quien realiza una consulta psi en un lugar público no se diferencia mucho a la des-implicación de quien consulta en forma particular.

Debe de haber entonces otra cuestión, una cuestión decisiva en términos de generar malestar. Un malestar que, para ir precisando, está hecho de hastío (ante lo elemental/básico del trabajo requerido en las intervenciones psi) y de agobio.

Será el agobio lo que nos pone en la pista para identificar esta cuestión: la depositación.

Ahora estamos en condiciones de rectificar algo de lo que vinimos exponiendo y obtener una ganancia (en términos de sencillez), reduciendo a dos las cuestiones que realmente provocan malestar en la práctica pública. Por un lado el hastío ante lo elemental reiterado (primer cuestión que no es, a mi juicio, la de mayor importancia); por otro el agobio asociado a la depositación.


El Estado Deudor y sus sacrificiales y abnegados representantes

Veamos en primer término ¿Qué es aquello que depositan? Un cúmulo de necesidades básicas insatisfechas, un aluvión de demandas que nos exige, para empezar, despejar qué de aquello que se demanda, puede ser de nuestra incumbencia y en qué medida podemos ayudar (no suplir) en la resolución. Esto implica establecer un compromiso, pero un compromiso con límites precisos para nuestra intervención. El tan mentado compromiso de un trabajador de la salud no debe confundirse con hacer una patriada ni con la peregrina idea de que es obligatorio resolver el mundo y sus alrededores. En este punto es pertinente preguntar de donde viene la sensación (regularmente extendida) que muchos trabajadores de la salud tienen, respecto a que “hay que atender TODO”. Sentencia que funciona como un mandato aplastante y que mucho tiene que ver con la depositación y con el agobio.

¿En que consistiría entonces la depositación? Creemos que es posible identificar sus mecanismos y sus protagonistas. Los usuarios directos de los servicios de salud y también otras instituciones (estatales) son quienes llegan a los servicios y depositan todo aquello que hemos mencionado. Depositan y reclaman a otro la solución perentoria del mal que los aqueja, des-implicándose con gran facilidad y enorme frecuencia, en la mayoría de los casos.

Este fenómeno se produce en dos tiempos conjugados, en donde lo tácito y lo explícito forman una mixtura sobre la cual hay que intervenir necesariamente, si se pretende alcanzar algún éxito.

Frases como “se lo traigo al nene para que me lo hableo “le derivo al alumno para que lo trate”  son solidarias de otra sentencia tácita: “yo no tengo que ver con lo que le pasa al nene”;  “yo no tengo nada que ver con el clima de violencia demencial, descontrol y desgano que hay en el aula del grado que está a mi cargo”.

Entendemos que la depositación es solidaria de la des-implicación, que se consolida y se fortalece por efecto de un tercer actor: el Estado, quien favorece estos movimientos y deposita él mismo su responsabilidad, des-implicándose de la misma, sobre los trabajadores.

El Estado sostiene (de un modo no exento de desvíos y contradicciones) una línea argumental, que desalienta la responsabilización de los ciudadanos por vía de depositar el protagonismo, requerido para el abordaje y solución de sus problemas, en sí mismo, por medio de los agentes del Estado, de quienes están el territorio, no de los burócratas.

Este discurso del Estado por un lado des-responsabiliza a la población, a la vez que se des-responsabiliza,  para depositar su propia responsabilidad en sus trabajadores, a quienes presenta –por ejemplo- como representantes del Estado Deudor.

Está claro que si el Estado tiene deudas (y de hecho las tiene y muchas) no hay razón para que sus trabajadores asuman alegremente el papel de representantes de ese moroso impenitente que muchas veces propone la falacia de una democratización del proceso de toma de decisiones y la horizontalidad del gobierno para cubrir su retirada y cinturear su responsabilidad, por acción u omisión.

Esto no equivale a eximir de responsabilidad a los trabajadores, sino a darle la dimensión que tiene, haciendo a estos cargo del pasivo de ese Estado Deudor.


Cabe preguntarse cuál es la posición subjetiva de quien asume ese ingrato rol, de manera irresponsable o inadvertida, como si ello no tuviera consecuencias en su trabajo y en su salud. Sabemos, sin embargo, que existen consecuencias (algunas han sido mencionadas en las líneas precedentes). La mejor opción, como trabajadores del sector público, es rechazar esa ingrata y estrambótica idea de fungir como representantes de una deuda, que sigue sin honrarse o se achica en incómodas y desesperantes cuotas.



Alvaro Labarrère
(Psic., NO representante de ningún deudor)


[1] La tarea paradojal de “fundar” (echar los cimientos) cuando el edificio ya tiene varias plantas. ¿Misión imposible o “solamente” con baja probabilidad de éxito?
[2] Intervenciones fundantes son aquellas que se realizan –generalmente por medio de indicaciones muy precisas- para establecer un marco mínimo que ordene la melange de lazos/investiduras (demasiado estrechos, demasiado laxos, inexistentes). Es un trabajo ucrónico, arqueológico, un “volver al pasado” (iimposible) para intentar edificar algún cimiento que sirva a la construcción de alguna novela familiar.
[3] Esta demanda escolar se cursa, en el mejor de los casos, por medio de una nota o informe breve y en el peor se transmite por boca del adulto (con los malentendidos del caso) que trae el niño a la consulta psi

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