domingo, 17 de junio de 2012

Presentación del libro Neoparentalidades "el porvenir de la diferencia" de Sergio Zabalza. (Trabajo de Mariel Mastriacovo-Cátedra Masotta)



Sobre las primeras páginas del libro de Sergio Zabalza podemos leer:

“La equivocidad del lenguaje es la fuente de la diferencia, el hábitat del sujeto, la materia prima con la que se constituye un mundo humano y toda la saga de tragedia, drama, arte y amor que lo distingue… se trata de incidir allí, donde apenas el lenguaje hace borde, para que ese hueso singular e irreductible -origen del malestar subjetivo- encuentre vías para tramitarse en el lazo social… Todo el devenir psíquico se asienta sobre esta amalgama con la que un sujeto construye su fantasma: esa elaboración significante que articula el objeto de la pulsión con la ficción necesaria para sustentar una escena en el mundo. Hay un crisol que se cuece en el hervor de los primeros cuidados y se termina de soldar en la adolescencia…” págs 21 y 25

Este libro comienza no por el epifenómeno sino por consideraciones respecto a aquellos que es universalmente necesario a los humanos para existir: la sujeción al lenguaje, a la palabra de Otro para poder, con tiempo, tener un lugar en la polis, o para decirlo más en argentino, en la Comunidad. 

Su lectura permite, o al menos a mi me sucedió eso, retomar y poner en ebullición ideas con que convivimos. Este texto escrito con rigurosidad, con perlitas de ironía,  está compuesto por fuera de los prejuicios o las moralizaciones vulgares. Mientras se lo lee, entre otras cosas,  sucede que una pasa revista a través de unos cuantos  testimonios de afiliados al club de Los pregoneros del mal –donde no faltan “analistas”- que agitan escandalizados las luces de alarma ante la psicosis, las drogas…  cómo no el matrimonio igualitario y, al decir de Sergio, las neoparentalidades.


Convivimos con algo que desde la Cátedra Libre Oscar Masotta denominamos la “Elisacarriorización” del pensamiento: el fin de la familia, del buen paciente, esto es  aquel que vendría  a confirmarnos que 2 más 2  suman cuatro en nuestra teoría estarían a la vuelta de la esquina. Sabemos que algunos emplumados de analistas han anunciado esto a viva voz… en fin…
Este libro es la posibilidad de encontrarse con un analista a pensar desde un lugar construido por fuera de dos polaridades.

Sergio escribe situado en una investigación en un hospital público de Buenos Aires y esto no es menor, pues sabemos nosotros que lo público es por excelencia el recinto donde “lo social” se aloja. Con esta referencia a “lo social” o a “lo público” no me refiero a “los pobres” espero que nos entendamos. Quiero decir, sabemos que es en los espacios públicos por donde se trama lo social de nuestra época: escuelas, calles, barrios, hospitales, instituciones, son nuestra sede, nuestro lugar común, nuestro espacio en la exogamia. Pues bien, Sergio se ubica allí para pensar, traduciendo en acto que el psicoanálisis es mucho más que un método terapéutico que eliminaría síntomas o podría hacer alguna suerte de psicoprofilaxis pero sin  hacer por eso del psicoanálisis una cosmovisión.

Resulta entonces recomendable, recorrer a través de este libro el camino que Sergio construye como celebración a la cita de “poner a prueba los pilares del psicoanálisis” a la luz de los adelantos científicos de nuestra época.

Siguiendo a Freud que en El malestar en la cultura, advierte con absoluta vigencia que es la vida misma la que se vuelve gravosa, no como eventualidad - siendo hijos de homos, heteros,  padres así, madres asá- sino como condición ineludible. En este libro contamos con la posibilidad de compartir la construcción de una pregunta por cómo la clínica, nuestra clínica, más simplemente nuestro trabajo se piensa en relación a aquello que rápidamente podemos decir “su época”.

Anterior a la pregunta por lo “neo”  de nuestra época en la parentalidad, hay en el libro  una pregunta respecto a qué es lo parental, ¿dónde radica aquello que hace de un adulto un padre o una madre? ¿está en la anatomía? Aparte de considerar que para ello la biología debe por algún medio “hacer su truco”  ¿cómo se constituye un hijo?. En torno a esto es muy destacable una posición que ni perezosa ni conformista lleva la pregunta por la filiación a través de un recorrido por la obra de Lacan donde, partiendo de la noción de Complejo de Edipo normativizante que ya cómodamente puede  leerse en los primeros seminarios. Sergio labra nociones que expanden, empujan la lectura para preservar la escucha.

 Así es que contamos en el libro con una noción de padre, poética por cierto, que dice “… padre es un lugar, un intervalo, una pausa, una síncopa, un desvío, un quiebre, una escansión, una hiancia, un corte, un no que propicia el deseo y encausa el erotismo… /// un saber hacer en los borde donde porque algo no fue el amor es convocado… es un cualquiera que se hace excepcional por facilitar las versiones con que conformar un semblante apto para orientarse en la escena del mundo…” Pág. 38

A la Elisita, al enano psiquiatrizante devorador de psicopatologías, a  nosotros, Sergio nos propone: “… ¿Acaso un padre heterosexual está totalmente comprendido en la significación fálica?¿no es más bien que la experiencia nos demuestra que, allí donde la significación fálica falla, el sujeto-en este caso el niño hijo- encuentra un lugar para alojarse? Se dice que se esperan nuevos síntomas. Me inclino a pensar que sí, aunque esta afirmación poco tiene de novedosa, los síntomas que cada sujeto trae a su sesión son siempre… nuevos, habida cuenta de que en la práctica analítica lo que cuenta es el caso por caso, la singularidad es siempre nueva…” pág. 24
Más aún, avanza Sergio preguntando: “…¿Cómo podríamos agrupar los efectos que un niño sufre por contar con dos papás o dos mamás? Sin pretender hacer futurismo, se inclina por considerar que (…)  esta situación contará con la misma dosis de imprevisibilidad que la de cualquier hogar heterosexual…” pág. 25

Lacan afirma que padre es quien hace de su mujer causa de su deseo, dice Segio: “…en principio me pregunto en cuántos hogares heterosexuales el padre hace de su mujer causa de deseo… en fin...” Más en profundidad: “…¿ habrá Lacan destinado horas, días y años en la conformación de las fórmulas de la sexuación para luego decir que la causa de deseo de un hombre es sólo una mujer con cuerpo de mujer?...” Pág. 26

Estamos entonces inmersos en un  problema medular para el pensamiento psicoanalítico de larga data. Por poner un  ejemplo,  una de las cartas que  Fliess escribe a Freud cuando este escribía Tres Ensayos. Me estoy refiriendo a la carta del día 23 de  julio de 1904 en que Fliess escribe a Freud y le comparte una inquietud a investigar:  “hombres femeninos atraen a mujeres masculinas” .

Freud en su respuesta le  hace saber que también él se encuentra investigando asuntos sexuales y le confiesa que está escribiendo un artículo donde hay dos puntos donde no podrá omitir hacer mención a la bisexualidad: en la explicación de la inversión sexual  y en la mención de la corriente homosexual en todos los neuróticos.

Traigo esto a colación no para favorecer a un reduccionismo donde todo sería lo mismo, o diera lo mismo sino con el fin de recordarnos que homo y heterosexual son un par conceptual que como otros no son propios del psicoanálisis, por lo cual debemos ver qué estatuto le damos, cómo lo conjugamos.

 En este sentido, Sergio dice: “… cada heterosexual es distinto a sí mismo en la alteridad radical que albera su más íntimo rasgo: la extimidad…”   haciendo referencia al neologismo de Lacan que reúne lo exterior con lo íntimo, señalando que el centro del sujeto está afuera, que el Otro es algo extraño en mi, aunque está en mi núcleo.
“…Para un varón, por rara paradoja, asumirse como heterosexual supone la tarea de hacerse cargo de su parte femenina, de su diferencia…” Pág 56

Vemos entonces cómo desde los avances científicos y desde el psicoanálisis  por cuenta de nuestra noción de sujeto tanto el par heterosexual, homosexual como el mismísimo par hombre mujer se ven contrariados, increpados en su plenitud y univocidad de sentido. ¿Cuál es la brújula entonces?

Nos dice Sergio, “…se trata del deseo de quien convoca la llegada de un chico como metáfora del amor, esto es, de una falta que se dona, de una carencia que se entrega sin pretender ser suturada u obturada. Por eso, Jaques Lacan abandona aquella temprana formulación según la cual la familia se conforma a partir del matrimonio, para afirmar que el lazo se funda en un deseo que no sea anónimo. Al dar nombre se propicia entonces este malentendido, esta diferencia en que se aloja el sujeto….  Esto siempre y cuando en quien nombra estén dados las condiciones para que un chico haga diferencia respecto del Otro que lo determina sin llegar jamás a agotarlo…” Pág 98

A través de la historia de  Vicente, un niño con ¿dos mamás y ningún papá?, mejor dicho, hijo de una pareja de mujeres Sergio nos invita a preguntarnos por  cómo se introduce un intervalo, cómo se conforma una diferencia una distancia con el cuerpo materno y su dimensión de Cosa, nos dice: “… cuando un adulto brinda al ser indefenso la atención necesaria brinda al mismo tiempo su falta, es decir alguien que no sabe todo, que hace lugar al enigma sobre el origen porque posibilita el malentendido con su pareja y con el niño.  Todo el esfuerzo para interpretar el llanto del niño, las dudas, vacilaciones, angustias habilita el intervalo para que el lactante asuma su papel de interpretador: ese ¿qué me quiere? …” Pág 99
“… ¿Es que las madres que se presentan como sabedoras de todo lo que concierne a un hijo son homosexuales?¿No sobran los casos de parejas heterosexuales en que la mujer asume con un conocimiento cerrado, monolítico, consistente sobre los problemas de su hijo? De nuevo ¿qué agrega o quita la condición anatómica de la pareja encargada de la crianza de un niño para la conformación del ¿ Qué me quiere? que es la pregunta indispensable para acceder a la dignidad de sujeto de deseo…” Pág 109

Recordé al leer el capítulo: Hombre, mujer, niño  dos situaciones: una mamá que bastante inquieta se dirige a una colega porque no sabía cómo hacerle entender a su hijo, un muchachito de 16 años, que no podía querer acostarse con ella en la cama.
Un padre, que dolido, recurre a mi porque no sabe cómo hacer para que su hija quiera ir a dormir a casa de él, me dice: “no se cómo, pero quiero hacer que se sienta mi hija, que quiera venir conmigo.”
Tanto la madre como el padre de los que les hablo son heterosexuales, así como muchos de los padres que Sergio trae para pensar en este libro. Qué lugar darle a este dato en el marco de las historias que recibimos entiendo es una pregunta que puede llevarnos por la lectura.
Sergio propone un trabajo para el sujeto que tenga un horizonte que apunte más allá de  las contingencias que hacen a la vida del sujeto –entre otras quiénes fueron/son, cómo son los padres-  orientándonos por aquello que con Juan Gelman ubica cuando dice “los agujeros de las palabras” que tienen alma. Pág.  91

Por último, no puedo dejar de recordar aquello que Althusser  señaló hace tiempo ya sobre Freud cuando  hizo mención a la soledad radical, a la soledad teórica en la que construyó, porque cuando quiso pensar, expresar el descubrimiento extraordinario que había logrado, cada día, en la cita de su práctica, tuvo que buscar precedentes teóricos de los padres en teoría y no encontró absolutamente nada. Tuvo que sufrir  y revisar la situación siguiente: ser él mismo su propio padre, construir con sus manos de artesano el espacio donde situar su descubrimiento, tejer con hilos prestados la gran malla de nudos donde se asentarán las profundidades de la experiencia ciega, el escurridizo pez del inconsciente que los hombres llaman mudo porque habla aún cuando duermen.

Celebro el libro de Sergio, porque hace honor a disponer de lo heredado, yendo más allá del padre con lecturas y propuestas propias  ricas en cuanto a lo fecundo que engendran. Análisis personal, supervisión y estudio siguen siendo hoy, luego de Freud y gracias a él los pilares que fundan nuestra práctica. En pos de esto, el libro de Sergio es una cita para aprovechar ya que no estamos solos para pensar las complejidades de nuestro trabajo.  

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