Esto aparece en nuestros
documentos de aquella época, articulado a la
producción de un documental que interroga la historia de nuestra
facultad, en el marco de las diferentes recepciones producidas en la vida
cultural de la ciudad respecto al psicoanálisis y a la psicología.
Por lo tanto no es un plan específicamente
elaborado en la urgencia para responder a la coyuntura desatada por las dificultades
de acreditación a la CONEAU -lo que obviamente ha otorgado otro estatuto a
la discusión dentro de todos los claustros, y por fuera de ellos, a través de
las incursiones en los medios de comunicación de los funcionarios de la
Facultad y de Rectorado.
El siguiente punto que queremos
dejar en claro es que no pensamos que la modificación curricular deba
realizarse meramente abriendo las áreas y sumando los contenidos denunciados
como faltantes según el criterio establecido
por los decanos en AUAPsi (Asociación de Unidades Académicas de Psicología).
Nuestra currícula actual tiene
problemas muy serios que plantean dilemas
éticos, clínicos y políticos. Los puntos de apoyo básicos en los que se
sostiene toda la currícula son los que deben ser revisados y, a nuestro
criterio, arrancados de raíz en pos de una nueva lógica de las razones.
El
perfil debe estar orientado a poder formar egresados que puedan interrogar críticamente
los distintos campos de prácticas, a través de un esquema en el que la cultura,
la historia, la emergencia de conceptos y nociones, los problemas construidos y
a construir por medio del debate, se presten a comprender los puntos de
interlocución necesaria que permitieron el movimiento del pensamiento y las
ideas, tanto dentro del campo del psicoanálisis como dentro del campo de la
psicologia. Reintroduciendo a la vez el debate entre las psicologías y los
psicoanálisis.
Es
decir, no se trata de un sujeto bio-psico-social, no se trata de un monstruo
como el del doctor Frankenstein al que se le pueden amontonar todas las partes
y esperar que a partir de un rayo camine.
Hay que tomar nota de que esa mezcolanza, donde había cosas que necesariamente
debían ser articuladas pero a la vez diferenciadas -para que cada perspectiva
no perdiera su filo, para que no quedaran aplastadas las diferencias y
especificidades internas- ha propiciado una confusión que no es inocua ni
inocente, y que tiene efectos entre los estudiantes, entre los docentes y, por
sobre toda las cosas, produce efectos que se instalan en las prácticas que
se hacen con otros. Por lo tanto, en la misma población que financia
nuestros estudios.
La historia es el operador
simbólico inherente a las ideas, hablamos de una historia no lineal, no
evolutiva, sino retroactiva, discontinua, desbordada de protagonistas.
Determinada por lo que es pensable en un contexto, pero también por la apertura
a la invención. La historia no se “desenvuelve” a secas como dice el nombre de
las DHEP, lejos está de ser una hoja enrollada que se desenrolla mostrando una
verdad escrita de antemano. Así también Estructura Psicológica Individual del
Sujeto es un nombre más extraño que lo que hizo esa persona, fanática del diez,
que puso a una hija Mara y a la otra Dona. Más extraño todavía porque es como
si a la misma hija le hubiera puesto Maradona-Coloradamacallister-Francescoli-y-Giunta
(y a sus otras dos MCMCFG II y MCMCFG III).
Pero volvamos a la historia:
apoyarnos en ella implica otra transmisión. La currícula actual se sitúa a las
apuradas en un campo nombrado como perteneciente al de la ciencia, sin una
discusión epistemológica pertinente, para hacer saber desde qué lugar se dice
esto. Y cuando hablamos de epistemología,
no dejamos de hablar de política, por supuesto, porque la desarticulación
entre los autores, la descontextualización, el escaso señalamiento respecto a
la interlocución profesada en un marco de disputa -y por lo tanto, el
borramiento de historia que esto conlleva- no tiene que ver con un error o con
un faltante, sino que se trata ella misma de una posición epistemológica,
política y una propuesta de formación que nosotros no compartimos. Y a la que,
obviamente, nos oponemos.
Por ejemplo, en una materia hoy
se trabaja Foucault, se lee algo de historia de la locura, en otra se habla del
alienismo, estudiamos la “Institución Total” de Goffman, en algún espacio de psicoanálisis se trabaja Psicología de
las masas, lo que implica la segregación... A lo mejor, alguien
habla de la ley Nacional de Salud Mental. Depende de la calidad del
docente, del entusiasmo de un alumno. Si ambos se pasivizan esto no decanta en
ningún lado, pero si no entonces esto puede llegar a constituir una herramienta
crítica. Pero nos está faltando algo...
Vivimos en la Argentina,
estudiamos en Rosario, el alienismo fue recepcionado por la generación del ´80,
generación que creó las primeras instituciones de encierro, desde allí y a
través de ésta tecnología se fue constituyendo un aparato sanitario y de
higiene pública. Los oscuros peligros que modelaron el control social en lucha
contra la “barbarie” fueron las figuras que ellos etiquetaron y descalificaron
como peligrosas: los nativos, los gauchos, luego los inmigrantes, los excluidos
y los locos. ¿Esta modalidad es sólo del pasado? ¿O en la actualidad se
encuentra trasmutada, en las palabras, en las instituciones que hay que re-significar,
cuando no destruir?
Además debemos re-situar a todos
los autores mencionados en un clima de debate: Goffman, Basaglia en Italia, los
ingleses de la Anti-psiquiatría, la experiencia de los franceses, la
institución estallada de Mannoni en diálogo con estos autores, pero también con
José Bleger, con Pichón Riviere; tenemos que situar las experiencias en
Latinoamérica, en Brasil, en los movimientos de psicología comunitaria, pero
además, ¿por qué no trabajar las
experiencias de desmanicomialización realizadas en un montón de provincias
argentinas, entre las que la nuestra, Santa Fé, ocupo un lugar más que
importante?.
Por eso en nuestra propuesta
de currícula se construyen problemas, y estos son abordados desde la
Historia, desde la Criminología Crítica, desde las materias ligadas
a lo Institucional, desde el Psicoanálisis, desde la Teoría
Social, desde los autores clásicos. Junto al análisis de las diversas construcciones
históricas sobre el Estado y de la idea de comunidad -es decir: aquello que
lo descompleta. Desde las materias que versan sobre las leyes, los
marcos legales que enmarcan nuestra práctica, pero que se convierten en
puntos de apelación claves para hacer lugar a nuestra especificidad en un suelo
construido sobre los Derechos Humanos, como lo establece la ley de Salud
Mental. Por eso es que hay materias específicas sobre Derechos Humanos, Políticas
y Prácticas en Salud Mental, Psicología Social, Psicología Comunitaria y
Análisis Institucional.
Pero todas estas materias se
articulan, y deben estar enmarcadas en la historia, atravesadas por la pregunta
respecto a las prácticas, a las políticas públicas, a la ética y los marcos de
legalidad y a los Derechos Humanos.
Tomamos la exigencia ética y
política que nos demandó la ex-jueza de Mar del Plata María Graciela Iglesias:
maravilla de mujer que creó una cantidad impresionante de jurisprudencia que
fue fundamental como punto de apoyo para la constitución de la nueva ley de
salud mental, y que renunció a los “privilegios del juez” para ir a dar la
pelea al Órgano de Revisión para la implementación de la Ley.
Dice ella, "… después de
20 años, de tantos locos encima, me puedo dar perfectamente cuenta si la
persona está medicalizada o no. Al revés, me puedo dar cuenta si empieza con el
baile, si está excitado... y al mismo tiempo, me puedo dar cuenta que en pleno
estado de locura puede decir la lucidez más grande... porque me la han dicho...
me han reclamado... y me han pedido derechos. Hambre de derechos, eso es lo que
tiene la gente. Y el hambre de derechos es que se los reconozca, que se le crea
en su palabra. Si dice: "no quiero perder a mis hijos". Nos tenemos
que poner todos, si es desde la base, artesanalmente... porque la política
pública tardará... y bueno, busquemos la manera. ¡Jaqueen a los Jueces!
Aprendan a jaquear a los jueces con lo que hagan, para que entonces tenga que dictarse
una sentencia acorde a lo que es ser una persona. Y no a través de la forma
como nos enseñaron.”
Algunos recordarán que en las elecciones pasadas (Abril 2013) establecimos el pedido de una nueva currícula en la que hubiera Psicología y en la que el Psicoanálisis no se psicologizara. Este año hemos dado un paso más, plasmando ese pedido en un proyecto de Plan de Estudio.
Como ocurre con todos los ejes que planteamos en el presente ante-proyecto de currícula, no estamos interesados en establecer jerarquías internas -más allá de las que el deseo de los que la habiten llegue a constituir. Más bien intentamos ordenar el panorama a través de las problemáticas que determinan los distintos cruces. Ni Psicoanálisis sobre Psicología, ni viceversa, sino sus posturas relativas -no únicas ni masivas- frente a las intersecciones necesarias que se plantean a nuestro campo. Hablamos aquí nuevamente, de la confluencia de cuestiones múltiples como la práctica, las políticas públicas, la legalidad y la ética, los Derechos Humanos, así como la incidencia de los diversos campos culturales del saber (filosofía, psiquiatría, linguística, biología, arte, entre otros).
Volvemos una vez más para esto, a esa
historia que aquí reivindicamos, historia que se inscribe en la Política del
decir y del hacer con ese decir; historia de conceptos, autores, debates,
herencias y cortes (o como decía Oscar Masotta, traiciones que se juegan en el
orden de una supuesta repetición, y transformaciones que fueron necesarias para
conservar la fidelidad a una letra). Un pilar fundamental de esto habrá de ser
la historia del movimiento analítico y sus tensiones a lo largo del siglo XX
con los múltiples discursos psicológicos. Pero también la historia de la
recepción argentina del pensamiento freudiano así como de la psicología de
afuera (europea, norteamericana, latinoamericana), historia que a su vez no será
ajena -por otra parte, ¿cómo podría serlo?- a la historia económica, política y
social de nuestro país y nuestro continente.
Es probable que a estas alturas quizás esté de más aclarar que no hay “La” Psicología -así como tampoco hay “El” Psicoanálisis-, que hablamos de diversos discursos constituidos en una tensión que, por su mismo movimiento, los separa y enlaza a la vez... tensión que se juega en ese hueso duro e ineludible de la Política que es para nosotros la Clínica, en tanto dispositivo que produce efectos en las posiciones subjetivas de las personas. Subrayamos esto en tanto lo consideramos una omisión estructural del actual plan de estudio. A partir de una indudable hegemonización de cierta manera de entender el psicoanálisis, nuestra carrera ha sido vaciada de clínica psicológica, o mejor dicho, de las clínicas psicológicas. Ya sea que hablemos de Gestalt, de Sistémica o de Cognitiva, sólo se plasma en la carrera una visión reducida y netamente descriptiva, que acaso llega a situar algunas características de su surgimiento y, con suerte, en algún cuadernillo, de sus formas originarias. No son abordadas en ningún nivel de su complejidad las respuestas clínicas que éstas producen... efecto que, estamos seguros, no beneficia a ninguna de las partes. Ni –y es lo más claro- a la Psicología y sus políticas -que quedan así expulsadas de la Universidad- ni, y esto hay que remarcarlo, al Psicoanálisis, en tanto que éste pierde un punto de interlocución y debate fundamental para situar su propio valor histórico y práctico. Tomemos como ejemplo a la psicología cognitiva. Manejamos ese nombre con una libertad que suele pasar por alto su multivocidad, ya que no es lo mismo hablar de la Cognitiva de las “Ciencias Cognitivas” con su metáfora hombre– ordenador, que de la Cognitiva “mentalista” que -contra la anterior y como retorno a cierto espíritu de los comienzos- levanta Jerome Bruner, o de la Cognitiva de las Terapias Cognitivo-Comportamentales. Ahora bien, del peso clínico de cada una, de sus políticas, ya no podemos decir nada. Y los ejemplos sobran. ¿O acaso alguien se imagina qué hace hoy, o qué hacía hace 60 años, un psicólogo gestáltico?
Es probable que a estas alturas quizás esté de más aclarar que no hay “La” Psicología -así como tampoco hay “El” Psicoanálisis-, que hablamos de diversos discursos constituidos en una tensión que, por su mismo movimiento, los separa y enlaza a la vez... tensión que se juega en ese hueso duro e ineludible de la Política que es para nosotros la Clínica, en tanto dispositivo que produce efectos en las posiciones subjetivas de las personas. Subrayamos esto en tanto lo consideramos una omisión estructural del actual plan de estudio. A partir de una indudable hegemonización de cierta manera de entender el psicoanálisis, nuestra carrera ha sido vaciada de clínica psicológica, o mejor dicho, de las clínicas psicológicas. Ya sea que hablemos de Gestalt, de Sistémica o de Cognitiva, sólo se plasma en la carrera una visión reducida y netamente descriptiva, que acaso llega a situar algunas características de su surgimiento y, con suerte, en algún cuadernillo, de sus formas originarias. No son abordadas en ningún nivel de su complejidad las respuestas clínicas que éstas producen... efecto que, estamos seguros, no beneficia a ninguna de las partes. Ni –y es lo más claro- a la Psicología y sus políticas -que quedan así expulsadas de la Universidad- ni, y esto hay que remarcarlo, al Psicoanálisis, en tanto que éste pierde un punto de interlocución y debate fundamental para situar su propio valor histórico y práctico. Tomemos como ejemplo a la psicología cognitiva. Manejamos ese nombre con una libertad que suele pasar por alto su multivocidad, ya que no es lo mismo hablar de la Cognitiva de las “Ciencias Cognitivas” con su metáfora hombre– ordenador, que de la Cognitiva “mentalista” que -contra la anterior y como retorno a cierto espíritu de los comienzos- levanta Jerome Bruner, o de la Cognitiva de las Terapias Cognitivo-Comportamentales. Ahora bien, del peso clínico de cada una, de sus políticas, ya no podemos decir nada. Y los ejemplos sobran. ¿O acaso alguien se imagina qué hace hoy, o qué hacía hace 60 años, un psicólogo gestáltico?
Tal confusión tiene la
consecuencia -“reduccionista”, digamos, como para utilizar un término que
abunda en nuestra carrera, pero que tranquilamente podría servir para
describirla- de llevar a la Psicología al lugar de “enemigo” o, en el caso más benévolo,
al de un mal Psicoanálisis. Una unificación así del campo de la psicología
como el enemigo es una tontería, y hasta maliciosamente podríamos decir: una
estrategia de los que no pueden argumentar los fundamentos de sus posiciones, y
por lo tanto, en el fondo, se trata de una verdadera impostura. Las psicologías
tienen sus valiosos debates, desarrollos, discontinuidades y problemáticas
especificas a las que hay que saber atender, recuperar e inscribir decididamente
en la letra de la currícula. Como asimismo no descuidar que en el plano histórico
éstas tampoco pueden ser pensadas escindidas de la sedimentación discursiva que
anida y compromete a las discusiones epistemológicas con las luchas
ideológicas. Los discursos de la Psicología no son ajenos a esto -aunque puedan
querer desconocerlo, así como a su vez lo desconocen algunas posiciones que se
quieren “psicoanalíticas”. Por más ideales del campo unificado que se intenten
propulsar, son prácticas de discurso, y es justamente en ello donde radica su
importancia y su interés. Por otra parte, también hacemos oídos sordos a las
estrategias de renegación que proponen una Psicología al margen de los
descubrimientos del Psicoanálisis, pues en efecto, esto sería tan ridículo como
pensar en un Psicoanálisis ajeno a los saberes de la Psicología.
La Política es el embriague al
que acudimos para pensar la relación entre Psicoanálisis y Psicología. Esto es
para nosotros fundamental, en tanto nos aleja de la Clínica como impostura.
Pensar la Clínica como arista de la Política,
permite darle una consistencia a su discurso, permite una psicología desligada del lugar de chivo expiatorio en el
que se la encierra, y un psicoanálisis donde la transferencia no sea aplastada sistemáticamente
por la lectura religiosa. En este punto, vale aclarar para despejar cualquier
duda, que lejos estamos de intentar revivir la absurda y adusta separación
entre Clínica y Teoría. La teoría misma es parte del movimiento de la clínica...
hay una práctica de la teoría que es política, y que tenemos que afrontar en
todas sus dificultades.
Como decíamos, si entendemos a la historia no como mero epifenómeno sino como la materialidad misma bajo cuyos efectos, por ejemplo, se inauguró un 13 de mayo de 1955, nuestra carrera de Psicología, la primera del país; o se puso en funcionamiento en esta misma, a partir del año 1959, la primer cátedra de Psicoanálisis de Latinoamérica; entonces es que ya no podemos desentendernos de esa misma materialidad que extiende sus redes hasta nuestros días, pues hacerlo conllevaría el insultante desconocimiento del estilo singular de nuestra casa de estudios, ganado a pulso a lo largo de décadas de marchas y contramarchas.
Como decíamos, si entendemos a la historia no como mero epifenómeno sino como la materialidad misma bajo cuyos efectos, por ejemplo, se inauguró un 13 de mayo de 1955, nuestra carrera de Psicología, la primera del país; o se puso en funcionamiento en esta misma, a partir del año 1959, la primer cátedra de Psicoanálisis de Latinoamérica; entonces es que ya no podemos desentendernos de esa misma materialidad que extiende sus redes hasta nuestros días, pues hacerlo conllevaría el insultante desconocimiento del estilo singular de nuestra casa de estudios, ganado a pulso a lo largo de décadas de marchas y contramarchas.
Así pues, a la par del objetivo de retomar y enriquecer la discusión sobre los discursos psicológicos, la otra apuesta -en verdad, parte de la misma- del presente proyecto, radica en revitalizar la transmisión del psicoanálisis, haciendo principal hincapié para ello en los debates y movimientos producidos por la emergencia de los conceptos en su relación inalienable con las políticas de la clínica. Situar la historia de un concepto, sus diversas lecturas, así como sus efectos re-ordenadores del campo teórico precedente -pues sabido es que hay cosas que cobran radical importancia tan solo a posteriori- es una manera de interrumpir el horizonte cronológico y desarrollista que Freud mismo se encargó de poner entre paréntesis a través de la invención del dispositivo analítico, y la particular práctica de discurso que hizo posible. De lo contrario asistimos, como lo hacemos al recorrer nuestra currícula, a un efecto que en las condiciones actuales parece inevitable: la psicologización del psicoanálisis. Pues como ya Freud advirtió: lo que se echa por la puerta vuelve a entrar por la ventana. Y resulta realmente curioso que la Psicología aparezca como el síntoma del Psicoanálisis, cuando siempre tendemos a considerar la cosa al revés.
Pensemos por ejemplo en el lugar nodal que tiene el Complejo de Edipo para la teoría psicoanalítica, pensemos luego en el “cuentito” al que ha sido reducido, el “papá, mamá y yo”, en las críticas ideológicas que históricamente ha recibido tal concepción. Cotejemos luego esto con la historia de este concepto, desde aquella repentina intuición que se levantara en Freud hacia 1897, poco tiempo después de que experimentara el amargo descreimiento en su neurótica, hasta los primeros y torpes indicios del complejo de castración, el narcisismo, los mitos de Tótem y Tabú, el intento de sistematización a partir del falo, el ordenamiento de las identificaciones, textos como Psicología de las Masas y Análisis del Yo, o el Malestar en la Cultura. Pensemos también en las lecturas dentro del movimiento analítico, las etapas tempranas del Edipo kleiniano: la Madre continente, el superyó temprano, las posiciones depresiva y paranoide; y asimismo, articulado a todo este movimiento, la cuestión del análisis de niños, el debate de la Melanie con la Anna, si la transferencia de chico o solo de grande, los aportes de Winnicott, Spitz y el desarrollo del bebé, Lacan y la crítica a la relación de objeto, los tres registros, Mannoni, Doltó... Toda una visión de la estructuración del lazo social, con sus sutilezas, esta puesta en cuestión a través de esta discusión. Sin el recorrido de esta historia de debates, la especificidad y el alcance de ese concepto –el complejo de Edipo- no podría jamás ser distinguida, y tendríamos entonces que dar razón casi automáticamente a las críticas ideológicas de las que hablábamos, porque si amputamos esa complejidad, entonces realmente tienen razón: es sólo un cuento ideológico. A simple vista, ver que el Psicoanálisis se transmite a través de una materia que llama a lo “individual del sujeto” debería cuanto menos producir una extraña sensación, cuando el yo como identificación freudiano se pararía de manos frente a tal nominación.
Por todo esto, una propuesta de enseñanza de la Psicología y el Psicoanálisis, o como decíamos antes: las y los, no solo, ni principalmente, debe implicar una modificación en términos de contenido. No se trata de poner más de uno y menos de otro, sino que implica apostar a una lógica de transmisión radicalmente distinta, quitando el eje del contenido acumulable para ponerlo en el estatuto práctico de la interlocución discursiva, clínica, y por tanto política que, creemos, debe constituirse en eje principal y crítico de nuestra carrera de Psicología.
Quedan así ustedes invitados a la presentación, intercambio y debate del Anteproyecto de Plan de Estudios 2014. El mismo se llevara a cabo, el Martes 18 de Marzo de 2014 a las 19 horas, en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.
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