jueves, 28 de febrero de 2013

Primeras jornadas de Psicoanálisis, salud y políticas públicas (2011). Panel: el psicoanálisis en la universidad. Interviene: Wanda Donato





Bueno, buenos días, yo había pensado algunas cosas que traje para comentar.  Algunas tienen que ver con lo que se viene planteando y otras van en distinta dirección.
               Empecé pensando que el psicoanálisis y la universidad son dos espacios que no se ajustan uno al otro y que consisten en su relación, cuando están en  una tensión conflictiva, que muchas veces es productiva. Es decir que  considero que ese conflicto que genera en todo caso la universidad como edificio, como institución y como discurso universitario, con el psicoanálisis y con los psicoanalistas, es un lugar, un espacio de tensión y de conflicto que puede ser muy interesante y muy productivo.            Por una parte el psicoanálisis sin la universidad, tomando lo que decían mis colegas,  languidece y se coagula en internas institucionales,  pienso que la universidad le abre la cabeza o la boca para tener que discutir un montón de cosas y discutirse a sí mismo.
Por otro lado la universidad sin el psicoanálisis creo que pierde. Pierde la posibilidad de poder pensar  ciertos efectos conceptualizados por el psicoanálisis que pueden ser interesantes no solo en la clínica sino en otros ámbitos. Delinearé alguno de ellos.
          Me parece que  la imposibilidad de los ajustes teóricos absolutos es una de las cuestiones que el psicoanálisis nos aporta para pensar en distintos ámbitos y en distintos lugares y creo que el desajuste está siempre en la bisagra de las transformaciones. Por eso frente a la idea, muchas veces muy presente en las neurociencias y en un montón psicologías, la idea de la armonía, de lo que hay que armonizar, me parece que el psicoanálisis al ponernos a pensar los desajustes abre un espacio muy potente para la transformación. El surgimiento de cada sujeto, como por ahí decía Carlos, en su mítico origen en todo caso, que siempre es a partir del otro, en el mundo, me parece que el desprenderse de ese sujeto genera estos espacios, estas faltas que van a dar un lugar a las posibles transformaciones.
Voy ahora a un poquito de historia más local, una historia más acá que nos ayude a considerar los desajustes del Psicoanálisis hoy en la faculta de psicología. No sé si son más jóvenes o menos jóvenes ustedes, pero en mi caso cuando terminé mi escuela secundaria estábamos en plena dictadura y tengo el agrado de haber hecho cuatro años de licenciatura en física. Entonces, durante la dictadura estuve con esto de la física, y es en el momento en que vuelve la democracia  que ingreso a la facultad de psicología (soporté un año con la carrera organizada por la dictadura). Con esto digo, ya que  voy a traer un relato en cierto modo testimonial, generalmente me ocurre algo raro: escucho hablar de la historia del psicoanálisis y siempre hablan de una historia más allá, lejana, que no me incluye. Hoy voy a hablar de la historia más acá. Qué pasó después del retorno de la democracia y qué cosas fueron sucediendo en esos primeros años, porque me parece importante para ver ciertos problemas actuales del psicoanálisis en nuestra universidad y de ciertas necesidades que tenemos de repensar los lugares del psicoanálisis en ella.
En el momento en que retorna la democracia,  que el psicoanálisis y que Lacan volvieran  o entraran en la universidad era una reivindicación.
En la facultad de psicología de acá, de Rosario. el psicoanálisis que había previamente, era un psicoanálisis muy raro. Se hablaba mucho de Jung, cuestiones cómo les diría... embromadas, una versión oscura y trastornada. Ocurre que la gente que daba clases había entrado con la dictadura y en algunos casos habían delatado a colegas. Una primera anécdota que recuerdo, donde además estaba muy claro el psicoanálisis que se planteaba,  es de  un profesor que hablaba de los pacientes del psicoanálisis como clientes. Da a pensar esta forma de nombrar; aunque en realidad  después con el tiempo, volví a considerarlo ya que  a veces me parece que efectivamente en algunos casos  los pacientes terminan siendo clientes. ¡Digamos las cosas como son!
De cualquier manera no me parece que sea justamente esa la manera más interesante o el lugar en que prefiero pensar el psicoanálisis. Más bien era una forma de eludir su especificidad considerándolo un objeto más de consumo.
 El psicoanálisis estaba planteado  para justificar las perversiones de la dictadura,  y  era perverso el psicoanálisis que había en la facultad en ese momento. Además se hablaba de algunas otras escuelas de psicología,  Gestalt por ejemplo. No había tampoco gran cosa, por lo menos en el momento en que yo ingreso.
A partir de ahí, una de las cosas que los estudiantes que ingresábamos  y empezábamos a participar, exigíamos, era justamente  la inclusión dentro de la facultad de otras formas de pensar el psicoanálisis y una de las reivindicaciones mas fuertes era poder leer a Lacan, cosa que estaba totalmente por fuera de la institución y que se  cultivaba en los grupos de estudio.
Además había una necesidad de cambiar el programa de estudio para que se pudiera expulsar esos docentes que eran los docentes de la dictadura y que eran los que sostenían ese tipo de contenidos ideológicamente nefastos dentro de la facultad.
Había tipos como  Pangia que había sido colaborador de los servicios y que era docente de una de las cátedras.  Alguien que sabíamos positivamente  había señalado a gente para que la fueran a chupar. O sea que había gente muy pesada.
 Herrou Aragón, otro docente. Me acuerdo que hablaba de una máquina para excitar a las mujeres a distancia y la publicitaba mediante el diario La Capital. Este tipo de cosas se decían en la facultad de psicología.
En ese contexto además los psicoanalistas… Ni los psicoanalistas ni el psicoanálisis eran algo pensable en la política pública. No estaban en los centros de salud, no estaban en los hospitales, no estaban en ninguno de esos sitios. Fue a partir de ese tiempo que se empiezan a construir los espacios del psicoanálisis en lo público.
Después quisiera, si no me olvido, hacer una referencia, ya que estuve en el inicio de estas jornadas y tengo algunos comentarios sobre esto de las políticas públicas.
Entonces decía, en este contexto es que se hacía imprescindible un nuevo plan de estudio.
Dos planes estaban en juego en ese momento, uno lo había hecho Alberto Ascolani, alguien que ahora ya no está como docente en la facultad. Su plan era más abierto con más elecciones por parte de los estudiantes sobre su recorrido curricular. El otro proyecto lo había hecho Ovide Menin. Esos eran los dos planes posibles y esto estaba regulado por una interna de los radicales de franja morada que disputaban  poder a través de cuál de los dos el se instituía.
Si bien se discutían cuestiones de fundamentos había cuestiones de poder efectivo que se jugaban en la decisión de qué plan era el que quedaba en la facultad.  Quedó el de Ovide Menin.
 Junto con otros compañeros trabajamos en que los alumnos que ya estaban en la carrera pudieran pasar al nuevo plan y crear los puentes para su implementación.
Aquel nuevo plan, que es el que todavía existe, no convencía a nadie y, me parece muy sintomático, que pasaron un montón de años y en la facultad de psicología de Rosario nunca se pudo cambiar ese plan. Se hicieron multitud de reuniones y nunca hubo manera. También es cierto que el plan en sí fue ocupado según los docentes que se hacían cargo. Una cosa era el plan de estudio como estaba pensado y otra cosa eran concretamente los contenidos que se iban incorporando.  Esto último tenía que ver con los docentes que habían quedado afuera de la facultad y volvían a entrar; qué formación traían, dónde habían estado en esos tiempos.
                     Fueron muchos los tiempos de los grupos de estudio y de como decía Carlos, de encierro. Volvían otra vez. Algunos tenían miedo de dar clases en la facultad. Les digo ya que recuerdo a alguien que en un momento decía: “¿entrar a la facultad?.... y ¿qué puede pasar?”. Todavía la democracia era enclenque, o sea no sabíamos hasta qué punto esto se iba a sostener. Estaba el miedo que  creo que aún era muy importante en esa época y que después se fue diluyendo pero no dejó de tener efectos. Eso también lo creo,  creo que el miedo aún ahora actúa sin que nos demos cuenta, interrumpiendo la trasmisión entre las distintas generaciones y trasladando fantasmas que se dicen sin querer, muchas veces tratando de acallarlos. Los juicios a los genocidas ayudan a hablar...
Bueno en ese momento ingresan ciertos docentes, muchos eran psicoanalistas, muchos estaban formados, muchos se habían peleado mientras tanto, con distintas instituciones psicoanalíticas de Rosario, entonces entraban portando rencillas de otros lares y uno se preguntaba, ¿y estos por qué miércoles se pelean? Muchos  no entendíamos nada. En mi caso trataba de entender con mis propias mochilas, venía de la licenciatura en física, así tenía que pasar del positivismo y la oscuridad de una primer año en la psicología del proceso, a entender otra lógica absolutamente diferente, otra forma de pensar. Para colmo venían los lacanianos a pedirme  ya que venía de la física (encima también había hecho materias de la licenciatura en matemática) que explicara ciertos manejes de Lacan al respecto. Y a mí eso de los matemas y discúlpenme los lacanianos que gustan de los matemas, a mí me parecía (y me parece) que era una cosa que hacía un poco de ruido. Tal vez  puede ser un instrumento importante para la trasmisión, eso es otra cosa, pero como matematización...
Bueno, les decía ingresa el psicoanálisis con esos despelotes que ya traía,  y que uno de a poco se iba enterando. Se entramaban incluso cuestiones personales, pero uno como estudiante creía poder diferenciar: cuáles eran las diferencias teóricas y cuáles otras cuestiones imaginarias de peleas, hasta que caíamos en la cuenta de nuestras propias transferencias. Ahí fuimos también aggiornándonos con esto de que la transmisión del psicoanálisis tiene mucho que ver con las peleas institucionales. Es sabido que el psicoanálisis y las instituciones psicoanalíticas desde el vamos surgen con conflictos y tal vez no esté mal eso ya que impide su totalización.
Esta historia la traigo porque a lo largo de mi pasaje por la facultad como docente, he escuchado  muchas veces que los estudiantes ahora tienen  un rechazo al psicoanálisis, al revés de aquellas circunstancias de su ingreso. Parece que el psicoanálisis, y el lacaniano en particular, a lo largo de los años se transformó en una especie de discurso hegemónico. En aquella época era el discurso excluido y ahora es el discurso hegemónico. Claro, aquello que en aquel momento para los estudiantes era reivindicativo traer, ahora muchas veces se transforma en lo que tenemos que soportar. Está bien, es interesante que podamos pensar esto pero sobre todo que lo podamos pensar para interrogarnos sobre qué sirve y qué no sirve, qué podemos tomar y qué no debemos tomar y qué cosas son muy importantes reflexionar para renovar la práctica o la praxis. A mí me gusta más la palabra praxis, tiene una raigambre marxista si ustedes quieren y para recuperar aquella época, la práctica teórica de Althusser, en fin.
Bueno, decía, algunos aportes del psicoanálisis, sí me parece imprescindible considerar y esos no son justamente las cuestiones de escuela, al menos no por sí mismas.
Noto que con este rechazo actual al psicoanálisis y a lo lacaniano en nuestra facultad, se les filtra algo muy importante a nuestros estudiantes. Se empieza entonces a decir que el psicoanálisis por ejemplo es algo largo,  que los analistas hablan difícil, que toman pacientes para siempre, cuando en realidad la cuestión de las terapias breves responden claramente a los intereses económicos de las prepagas.  Definir un módulo con un número fijo de sesiones, sirve económicamente. Y poco importa la singularidad del paciente. Por eso justamente a la prepaga no le es económico el psicoanálisis desde esta perspectiva. Entonces hay toda una publicidad de terapias con efectos rápidos. Efectos rápidos que no sabemos muy bien cuáles, porque no sabemos de qué curan o, si sacan sufrimiento, qué sufrimiento es el que sacan y qué es el sufrimiento en última instancia. Es necesario tomar en cuenta el origen de esos saberes.
Quiero decir unas cuantas cosas más.
También se presenta un ataque al psicoanálisis con respecto a la especialización. El psicoanálisis no propone especializaciones y la universidad tiene que atender  terapias que se especialicen en los distintos síntomas (¿?), incluso formar a la gente de esa manera, que es un formación técnica. ¡Se plantea  formar técnicos que se ajusten a la demanda del mercado!
Al contrario, la formación psicoanalítica tiene que ver justamente no solamente con leer a Freud y a Lacan sino leer un montón de otras cosas y poner un montón de otros discursos en circulación y en discusión. Esa es una de sus riquezas. Ustedes me podrán decir que eso es medio enciclopedista o que es la vieja idea humanista de la educación, no sé, tal vez tenga algo de esto, pero me parece que sigue siendo importante que a la gente no se la especialice y que no se la haga técnica sino que se le den instrumentos para pensar y para tener un pensamiento que no naturalice, que interrogue.
Otra cuestión que se confunde es que se entiende el psicoanálisis, y ahí voy entrando en otro tema, como una clínica individual y que tiene que ver con lo individual, de hecho en nuestro plan de estudio se llama psicología individual del sujeto el lugar donde se enseña psicoanálisis. Individual y sujeto hacen ruido ahí mismo, porque son dos conceptos que no tienen la misma raigambre. Lo que pasa es que sí puede suceder, que aplastemos al sujeto a la individualidad, que lo transformemos en individual, pero eso es otro problema.
Poder pensar al sujeto como considera el psicoanálisis al sujeto, es muy potente para pensar la clínica no solamente individual, entre comillas, de consultorio, sino para interrogar muchas prácticas sociales que están al alcance de los psicólogos. Y digo de los psicólogos y no de los psicoanalistas solamente.
Creo que hay efectos políticos y sociales en el voluntarismo de una especie de sujeto de la conciencia, un sujeto de la conciencia que por voluntad podría superar un montón de problemas incluso los problemas sociales. Entonces vamos a los centros de salud y con voluntad y deseando el bien trabajamos enredándonos con demandas faraónicas. Eso me parece que es lo que desgasta a muchos de los jóvenes que en este momento sí ingresan a trabajar en el ámbito de lo público. Si estamos a fuerza de voluntad estamos fritos, porque me parece que no es por ese lado que podemos construir diferencias y me parece que en esto el psicoanálisis tiene cosas interesantes para decir.
Además del concepto de sujeto, es el concepto de cura el que también el psicoanálisis pone en el tapete, al evitar identificar la cura con desear el bien del otro (deseo siempre sospechoso como plantea Freud).
Porque esa es la otra, nosotros podemos ir a trabajar a lo público pensando que sabemos cuál es el bien del otro, cosa que me preocupa sobremanera porque entonces habría como una especie de pedagogización del paciente y de la práctica. Peligroso estar ahí para explicarle al otro cómo tiene que hacer para vivir bien y para ser feliz. Esto trae problemas.  Escuché  en la apertura de estas jornadas (hablaron Lili Baños y Marisa Germain), ciertos planteos que hacía Marisa Germain sobre la política pública. Me gustaría intervenir diferenciando; las políticas públicas no tienen que ser identificadas con políticas del estado. Una cosa es que uno en determinadas coyunturas piense que el estado es importante y tenemos que defenderlo y otra cosa es pensar  totalizar la actuación del estado. Esto lo estoy proponiendo pensar para los que hayan estado. Me pareció weberiana la posición de la política de estado que se estaba planteando con la cual yo no coincido, y ahí creo que entonces el psicoanálisis no tiene nada que hacer. El planteo era que si el Estado baja una política que se tiene que aplicar y tiene los objetivos claros, tiene que esos objetivos transmitírselos claramente a la gente que trabaja ya que ellos son sólo los medios, los instrumentos con los que el Estado va a llegar a obtener esos objetivos.
Por el otro lado, en otro nivel está la evaluación de esos objetivos… Bueno, en esa manera de pensar lo público, con el psicoanálisis ahí metido,  esto pasa,  es donde se empieza a sentir que los psicoanalistas molestamos porque no nos ajustamos a la instrumentación, porque empezamos a hacer preguntas, porque no somos técnicos burócratas que vamos a bajar cierta planificación estatal llevándola adelante acríticamente. Por eso yo digo, ojo, y estamos del mismo lado, no estamos hablando  desde distintos frentes, estoy diciendo, me parece que el Estado en este caso no puede ser pensado como el total controlador de las prácticas comunitarias. Por supuesto,  estoy de acuerdo con que al Estado en este momento hay que nacionalizarlo, no estoy hablando de eso. Estoy hablando de cuando uno va a trabajar a los lugares públicos, cosa que en nuestra facultad se va favoreciendo, gradualmente aumentándose y se presentan estos conflictos entre las políticas de Estado y las dinámicas comunitarias.
Esto es lo que yo les decía; en el año 82, 83 no había psicólogos en lo público, fue todo una lucha que los psicólogos encontraran su lugar o deslugar. El psicoanálisis ingresa allí porque había gente que venía desde la inter-hospitalaria, desde hacía muchos años trabajando en relación al psicoanálisis en lo público.
¿Entonces, el psicoanálisis en lo público exige a un psicoanalista decir “estos son los objetivos”, “este es el bien”?  Decirle a la gente cómo tiene que vivir”? Porque uno puede comprobar que hay un déficit de vivienda, perfecto, tenemos que hacer viviendas, pero ¿Eso significa que sepamos qué viviendas hay que hacerle a determinado grupo de personas? Después les hacen viviendas que son inhabitables, “viste los negros hacen asado con el parquet”, porque a lo mejor no había que hacerlo con parquet, había que preguntarle a esta gente y elaborar con esta gente específica cuál era la casa que se podía construir. Esta es la singularidad del psicoanálisis, la singularidad del psicoanálisis no es individual, la singularidad es una falta en la totalización, es un punto de singularidad.
No es tampoco simplemente el caso por caso opuesto a cualquier planificación; lo singular no implica la imposibilidad de pensar respuestas colectivas, sí la imposibilidad de entender al Estado recubriendo todo lo público. La singularidad advierte el punto de destotalización, y estos puntos de destotalización son los puntos de transformación, son los puntos de los cuales puede emerger el sujeto, el sujeto político también.
Durante bastante tiempo como efecto de la dictadura se pregonaba una disociación del psicoanálisis con la política. Creo que fue defensivo; de una época en que realmente no se podía hablar de política, pasamos a una época donde estaba mal hablar de ella.
 Me acuerdo de ese tiempo. Siendo todavía estudiante de física participaba en terapia de grupo. Los grupos ni les cuento, se volvieron clandestinos, reñidos con el estado de sitio que impide agruparse. Eso es una deuda para mí; el otro día decían que había estado Giunípero hablando de Pichón Riviere. Ojalá pudiera retomar y retomáramos a Pichón, hay que sacarlo de cierta lectura  muy dogmática. Pongamos a trabajar a Pichón, porque además brinda una gran herramienta cuando uno va a trabajar fuera del consultorio. Y no es absolutamente ajeno al psicoanálisis Pichón, será Kleiniano, estará con el Marxismo, todo lo que ustedes quieran, pero lo tenemos que pensar; me alegré mucho de que Giunípero hubiera estado hablando de él. Les he dicho a los estudiantes que a mí me parecía que una de las cosas que logró la dictadura es dificultar  la transmisión, pero no solo la transmisión del psicoanálisis sino la transmisión de las experiencias, la transmisión incluso específicamente de las experiencias políticas.
Entonces esto es lo que me parece que en este momento de nuestro país se está revisando, y más allá de posiciones políticas partidarias, le agradezco profundamente al kirchnerismo esta reactivación de lo político que impacta aún en los modos de pensar el psicoanálisis.
El psicoanálisis con la teoría política, con la filosofía política. Cuestiones que  decía, a veces nosotros pensamos freudianamente: para vivir en sociedad tenemos que renunciar a cierto goce, caca no se puede hacer en cualquier lado ni en cualquier momento, hay que hacerlo en el baño, hay que esperar, hay que aguantar, hay que renunciar a cierto goce para que podamos vivir socialmente, este goce al que renunciamos, el tema es qué pasa con eso, está el malestar en la cultura, pero ¿qué hacemos con eso? Digo esto por lo siguiente, podemos suponer imaginariamente que este goce que nosotros perdemos se acumula en algún lado; lo está acumulando el otro. Entonces viste, son los judíos, los negros, ellos gozan de lo que a mí me sacan, me roban (pongan a los judíos que hacen negocios o a los negros de piel o pongan a quien quieran). El otro goza de lo que a mí me falta, esto que se escucha en la calle, se escucha: “yo trabajo y ellos no trabajan y les dan el plan social”, claro es el Otro que acumula el goce que a mí me falta, que no tengo. Fantasma que el capitalismo actúa, y muy bien. Bueno, frente a esto me parece que son herramientas válidas las que el psicoanálisis nos puede dar para trabajar, por ejemplo ese tipo de ideas.
Bueno, ¿Qué suponemos que está el Otro acumulando, qué goce? ¿Este Otro es tal y constitutivo?, bueno, ya sé que la plusvalía que uno produce alguien se la está guardando pero la plusvalía es otra cosa, tendríamos que ver si estamos hablando de lo mismo, si hay identidad entre el plus de goce y la plusvalía, porque estas son las lecturas rápidas que a veces se hacen del seminario  “De un Otro al otro” de Lacan. En todo caso digo, seguramente la plusvalía se acumula, el tema es que para que nosotros podamos intervenir y podamos ver qué hacemos con eso, no podemos estar sujetos ni a una posición inhibitoria frente a un Otro que nos goza en su acumulación... o al que tenemos que pedirle, porque esta es la otra vertiente, en la cual le tenemos que pedir por favor que nos satisfaga en algo. Esto también tiene que ver con el trabajo que se puede hacer sobre las demandas sociales, porque las demandas sociales a veces trabajan para que todo siga igual. Me acuerdo esa frase que me emociona, esta frase de Evita “donde hay una necesidad hay un derecho”. Me encanta esa frase, pero después, cuando me pongo a pensar, no se qué carajo quiere decir. ¿Por qué? Porque en realidad la necesidad de un hombre no se puede naturalizar. Es complicado muchachos pensar qué es la necesidad, sobre todo porque ciertamente tomados por el lenguaje se transforma en demanda que da consistencia al Otro.
Ahí hay una cantidad de cosas para trabajar, para no despreciar, para trabajar conjuntamente. No se trata de bajar línea de lo que hay que hacer, de lo que se debe hacer, sino de dar lugar a las potencias transformadoras. Había una frase de Ulloa que dice, parafraseo, “trasformar la queja en protesta o que la queja se reciba de protesta” esa es una frase maravillosa porque en realidad justamente….dicen que me calle (se termina mi tiempo de exposición)…
Las demandas las  podemos pensar a veces como un pedido al padre, al Estado en la posición del padre que me tiene que dar, en lugar de generar respuestas autogestivas. No estoy hablando de un anarquismo pavote o un utopismo trasnochado, estoy hablando por ejemplo de la Biblioteca Popular C. C. Vigil;  soy ex alumna y  la época gloriosa de la Vigil  la viví incluso con sus conflictos. Experiencia de cómo en realidad un barrio construyó cultura a troche y moche, pero no pidiéndole al Estado por favor, sino generando sus propias posibilidades, incluyendo a profesionales e intelectuales en el camino de su creación. También es tristemente cierto que el colapso que se produce con el golpe de Estado la derribó mostrando los límites y la dialéctica entre la autogestión y las políticas de Estado.
Obviamente tampoco estoy diciendo que esté mal pedirle al Estado, pero no todo pasa por ahí, no todo pasa por acampar en la plaza 25 de mayo, y esto lo tenemos que elaborar con la gente 

sábado, 23 de febrero de 2013

Ricardo Rodriguez Ponte en Rosario. Septiembre 2012.



En el marco de las 2º Jornadas sobre Psicoanálisis, Salud y Políticas Públicas, realizadas en septiembre del 2012, tuvimos el privilegio de contar con la participación de Ricardo Rodriguez Ponte, en un panel denominado “Sujeto, estructura y transferencia”, junto a Marcos Esnal y Luis Giunipero.


Ricardo, un agudísimo lector de la obra lacaniana, traductor de la misma -cuyo trabajo por demás recomendamos a quienes están interesados en la interlocución de Lacan con otros: la palabra de estos no queda suprimida-, asume el desafío, -en condiciones desiguales, ya que nosotros lo conocíamos a través de la lectura de sus seminarios y no así él a nosotros- de dar cuenta de sus reflexiones respecto a la serie de términos disímiles que enmarcaban la propuesta de las Jornadas.

Subrayando extrañezas, especificidades… obstáculos en los vínculos con la Salud Pública, pero desde una perspectiva que no involucra destinarle un lugar de imposibilidad a la práctica del psicoanálisis allí. Al menos a priori…antes de siquiera comenzar.

Las palabras de Ricardo van desmalezando dificultades, no para hacerlas desaparecer. Se trata de analizarlas, pero subrayando que los términos que se utilizan para plantear un problema “hacen al problema”. No se trata de sumar por sumar, operación que muchas veces termina por generar confusión.

 “En lo público, hacerle lugar a la demanda, sabiendo que allí hay deseo….ese es el lugar que puede tener el analista”.

Además:

El recorrido de Freud en relación al “oro y el cobre”, la noción de sugestión aún no despegada de la conceptualización de la transferencia. La perspectiva diferente que abre Lacan -el texto “Psicoanálisis y Medicina”, “…ambos en posición de recibir una demanda de saber, se trata de qué respuesta se da (la diferencia)…”.

La noción de "salud" como algo problemático, no ajeno a una idea de norma, de ideal: “Todo ideal que se interponga en la relación particular analítica hace de ellos una masa, y disuelve la relación analítica”.

El inconciente para Freud y para Lacan. “El inconciente no es una cosa del mundo, es el resultado de una relación artificial que llamamos relación analítica”.

El “lugar” del tercero en la cura. Una apreciación con respecto al ingreso de un Acompañante Terapéutico o de un psiquiatra. Los síntomas en la transmisión: aquellas lecturas no realizadas a distintos autores, que retornan, que luego pasan por “lacanianas”. El lugar de la jerga lacaniana para luego hacer psicología. La identificación de verwerfung a psicosis, ajena a Freud y Lacan.

En las preguntas, participan estudiantes de diferentes años de la carrera de Psicología de Rosario. 

¡Gracias Ricardo por tu generosidad!

PD: Desde este Link http://www.efba.org/efbaonline/rodriguezp-00.htm se puede descargar los seminarios dictados por Ricardo en la EFBA. 

lunes, 18 de febrero de 2013

II Jornadas sobre psicoanálisis, salud y políticas públicas. Laura Capella en el panel: Sobre la importancia del nombre propio, la construcción de una historia.


El testimonio y la historia. Rodolfo Walsh que escucha morir a un conscripto en pleno levantamiento de Valle, no grita viva la patria, grita: “¡no me dejen sólo, hijos de puta!”. El giro que convierte a Walsh en uno de los militantes políticos más brillante que tuvo nuestro país.

“…olvidar a los muertos, es matarlos de nuevo, es negar la vida que ellos vivieron, la esperanza que los sostenía, la fé que los animaba. Recordar es lo que permite al hombre afirmar que el tiempo deja huellas y cicatrices sobre la superficie de la historia, y que todos los acontecimientos se encuentran concatenados unos a otros…”

Memoria, memoria colectiva…identidad. El foro en defensa de los DDHH (creado por Laura), la investigación vía historia oral, la placa en el colegio de psicólogos con los nombres de los psicólogos desaparecidos.

“Hablar de nuestras propias militancias y la de nuestros compañeros. Ellos tenían nombre y apellido, aunque paradójicamente muchas veces no lo conocíamos, por cuestiones de seguridad… y también tenían una militancia…”

“…no sabemos si los compañeros de aquellas épocas sotendrían hoy una militancia, porque también eso nos han quitado, la posibilidad de que esos compañeros hicieran una autocrítica… pero si sabemos que desde una política u otra, querían, queríamos una sociedad mejor y más justa para todos. Eso que hoy puede ser hablado, es parte de nuestra memoria colectiva, del discurso que nos constituye, de nuestra historia. Y esto tiene que estar en primer orden en una facultad donde se estudia al sujeto…celebramos que nuestros compañeros que hoy organizan esta jornada hayan presentado un proyecto, que fue aprobado en el Consejo Directivo para colocar una placa en esta facultad con esos nombres, los cuales constan en la lista que hemos ido construyendo desde el Foro a partir de nuestras investigaciones…porque en la placa que hay en el colegio, hay nombres…pero bueno, como estas cosas son tan complejas, la lista ha cambiado, hay otros nombres que se agregan a la lista…. “

“…el tema de la militancia en muchos casos no es claro. En otros, los familiares pueden tener temor acerca de que esto se publique. Pero justamente, de esa estofa es con lo que hay que trabajar y con el respeto que esto merece. Entonces, por nosotros mismos, por nuestros hijos, por las nuevas generaciones de psicólogos, y por la memoria de los compañeros que hoy no pueden estar, debatiendo con nosotros… no renunciemos a construir una historia que está viva y dinámica, y la placa que se levantará también, en las nuevas paredes… convocará a ello.”




Pd: Laura, muchas gracias por tu trabajo en las tres veces que participaste con nosotros, gracias por invitarnos a producir con lo de "¿Atendería usted a un genocida?", pero más importante: ¡Gracias por haber sostenido durante tantos años el seminario de derechos humanos!, un espacio de formación invalorable para una enorme cantidad de compañeros. Con respecto a las investigaciones, a cuidar el legado de nuestros compañeros, eso constituye un orgullo para toda la facultad. 

sábado, 16 de febrero de 2013

II Jornadas de Psicoanálisis, salud y políticas públicas año 2012. Panel: Psicoanálisis y Estado. Roberto Gutman, psicoanalista.


Roberto Gutman es Director de Salud Mental del municipio de Moreno. Nosotros tuvimos la oportunidad de conocerlo allí, conocer la experiencia de una política pública organizada desde cierta “inspiración psicoanálitica”. Como dice Roberto: “propiciar lugares de la palabra es una lucha política”, lo que implica que trabajar en el Estado es ocupar distintos lugares del discurso. Lo cierto es que esta política es condición de posibilidad para, en la contingencia, “perder esa palabra” en un trabajo análitico.

En su ponencia, nos muestra cómo él puede leer, desde sus atravesamientos clínicos, una política de segregación proveniente de otras instituciones del Estado; pero la respuesta que dá es política. No obstante, esta respuesta habilita a nuevas prácticas clínicas.

La experiencia de Moreno no proviene, como habitualmente sucede, del intento de copiar experiencias generadas en otras condiciones totalmente distintas. Tampoco cuenta entre sus filas esa progresía que se desimplica de la política en pos de la queja padeciente al “Estado”, mientras se acumulan papers, magistrales escritos de denuncia testimonial que se capitalizan individualmente. Más bien, es una experiencia llena de pintadas, donde se acerca una gorda que está vendiendo churros en la esquina de la unidad sanitaria, y recoje la brocha y algo pinta, porque sabe que eso es suyo. Donde la barriada se suma a bailar con los locos del “Pata-pata”, recuperados, no de su locura, pero sí de las vejaciones que proponen ciertas experiencias de “salud” por fuera del campo de los derechos humanos. Donde si se precisa algo, la lógica política muestra que hay tres tipos de reconocimientos: la legitimidad, la legalidad, y el reconocimiento económico -que, desde luego, es el más difícil.

“Donde hay una necesidad hay un derecho”. Pero también hay una invención con otros. Entonces se inicia un “centro de día en la calle”, vienen los talleristas a hacer sus residencias, se organizan torneos de fútbol, muchos dispositivos de trabajo, se realiza una jornada donde acuden multitudes. El hecho político rinde sus frutos. El gobierno reconoce el “centro de día” y construye un edifico para tal fin. El ministro de Salud se asombra de que, en lugar de inaugurar cosas que no se sabe si funcionarán, se asiste a la inauguración de algo que ya funciona.

Roberto dice: "¡dejen de decirles casa de medio camino a las casas de la gente!" Nos habla de la regularidad y la irregularidad, como algo íntimamente ligado a los modos de vivir. Por lo tanto, no desvinculados de los efectos del neoliberalismo en la Argentina.

Se pregunta cómo opera, pero nos dice “trabajamos con la irregularidad”. No es cuestión de que los amos universitarios crean que hay modos y que si el paciente no se adapta, éste no sirve. Se trata de construir una transferencia imaginaria con la institución para generar condiciones para un trabajo singular. Porque la institución es, desde luego, ¡también la que producimos!... y se hace con lo que se tiene.


Nos encontramos con un discurso que apunta a trasmitirnos una experiencia. Pero que no olvida que ninguna experiencia particular se puede sostener en el tiempo sin la consistencia de un movimiento político de salud mental; una herramienta que interpele los modos de pensar el Estado, que invente nuevas formas de habitarlo.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Panel Salud Pública y Economía. Primer Jornada sobre psicoanálisis, salud y políticas públicas. Año 2011


Jorge Gómez (Psicoanalista)



Bueno. Muchas gracias. Antes que nada quiero agradecer la invitación de la Cátedra Oscar Masotta, con quienes, más o menos -supongo habrán deducido-, creo que se produjo un encuentro en aquél 2008, cuando yo estaba casualmente dictando un seminario, que se titulaba algo así como “Del consumo al consumismo y la clínica también”. Y, en realidad, ahí yo desplegaba una serie de interrogantes, que son históricos en mí. Y que hacían –digámoslo así- a temáticas de cruce que por cuestiones que no vale demasiado la pena explicitar, también me aguijoneaban, de alguna manera.
Y estalló este asunto del “Campo”, como una cuestión unitaria. Y era interesante, ¿no? Porque alguien que no tenía tierra ni en una maceta, con una camisa “Cardón”, se sentía Biolcatti. Y esto es importante, porque, digámoslo así: uno puede verlo con claridad en el otro. Pero lo interesante es que allí aparece una matriz discursiva, que es –y mucho más que discursiva-… que es sumamente eficaz. Y que puede percibírsela en uno mismo, a condición de dar un salto al costado.
Quiero decir: a mí no me iban a encontrar con una cacerola, acompañando la entente rústica. De ninguna manera. Pero no quiere decir que uno esté por fuera de esa cosa sutil, pesada, seductora, que en última instancia tiene que ver con el goce de integrar una masa. Y el goce de la masa nos habita a todos, digamos. Entonces, me parece que por allí venía la cosa.
Es desde ahí que se produce el encuentro con estos compañeros.  Tuve además el placer de tener a algunos de ellos como alumnos ese año.
Una cuestión general: pensaba, y pienso –y lo escribí así, rápido, como para no delirar- que en buena medida –y a esto lo creo, ¿eh?-, somos las palabras que usamos para narrarnos lo vivido. “Que en buena medida”. No digo “en toda medida”. “Somos las palabras que usamos para narrarnos lo vivido.” Y que al hacerlo, constituimos una faceta de nuestra experiencia. Es decir, nos lo representamos –a eso-, como un reflejo verdadero de un contacto directo con el mundo. Es decir, sentimos que estamos diciendo las cosas como son. Esto es un efecto potente, que nos pasa todo el tiempo.
Obviamente que esto es cuestionado por un montón de discursos, entre ellos, buena parte de la discursividad psicoanalítica.
Pero, durante los ´80, y en mayor medida en los ´90, se había naturalizado, por decir algo, uno escuchaba, por ejemplo una idea interesante, y te preguntaban “Bueno. ¿Vos la comprás?“¿Cómo te parece que la vendo?” Como si una dimensión allí, de la mercancía, estuviera presente. Lo cual no tiene en sí mismo nada de malo, pero hacía ruido. No se hablaba tanto de “Propuesta educativa”, sino más bien de “Oferta educativa.” Y podríamos seguir, ¿no? Pero el colmo de la exasperación se me produjo cuando, iniciándome en la práctica como psicoanalista, leo un reportaje a un analista de nota digamos, francés él, y dice una frase que es la siguiente: “El psicoanálisis es solidario del  mercado, porque disuelve las identidades.”
Yo pensaba todo lo contrario. Y he afianzado ese pensar más aun. Pienso hoy que, por el contrario, lo que ahí aparece nombrado como mercado, solidifica las identidades. Pero no creo que vaya a tomar esta deriva. Voy a ser esquemático, y voy a ir a los fundamentos. Es decir, lo que voy a plantear son cuestiones que tienen que ver, fundamentalmente, con interrogar frases como esta. ¿Qué estamos diciendo con “identidades”? ¿Qué estamos diciendo con “mercado”? Una afirmación absolutamente masiva, que la podemos encontrar en un montón de lugares, y que hace que, entre otras cuestiones, se empiece a cualificar, estimo que acríticamente, la época que estamos viviendo, que estamos transcurriendo; o la que veníamos transcurriendo. Pero esta es mucho más interesante que los ´90. Lo que pasa es que hay una maldición china, que dice: “Ojala te toque vivir una época interesante.” Interesante para los sociólogos. Pero bueno.
Trataré entonces de arrancar planteando que inclusive había otra terminología que estaba muy presente –y lo sigue estando-, y que es, no ya solamente esta terminología tomada del discurso de la economía clásica (la que se inaugura con el propio Smith, Ricardo, o ¿por qué no? con algunos aspectos del primer Marx, que es en última instancia, según mi parecer, que no soy economista, el último de los clásicos. El que en todo caso plantea al menos una posibilidad de superar esa economía clásica, partiendo de ella).
Pero, bueno, como no soy economista, no voy a hablar estrictamente de economía, ni de psicología. Corro el riesgo de, como escribió alguien -refiriéndose a la angustia-, no tener domicilio fijo en ninguna disciplina. Pero bueno. Vamos a arrancar. El “entre” no es un mal lugar para intentar pensar algo.
A mí me parece que hay, aquí, unas cuestiones –digámoslo así-, muy potentes, que interpelan la presencia del psicoanálisis, la potencia del psicoanálisis, o la pertinencia del psicoanálisis en el ámbito universitario, en el ámbito público. Y una de las cuestiones, me parece, que se escucha -por lo menos yo lo escucho, y lo caracterizó muy bien Wanda [Donato] en la charla de recién-, tiene que ver con que, acá en la Universidad (el psicoanálisis) ha devenido un discurso imperial. Y los sometidos tienen todo el derecho del mundo a oponerse a un discurso imperial. La pregunta es: “¿Puede el psicoanálisis ser un discurso imperial?”
Me parece que no. ¿Qué ha devenido, acá, en la universidad? En fin. Queda para un debate.
Pero, si nosotros nos detenemos a pensar de dónde nos viene a nosotros el acicateo, percibiremos que tiene que ver con la velocidad: es una práctica larga, lleva tiempo, etc, etc, etc. Y, además, la época ha cambiado de manera tal que este dispositivo inventado al calor de los inicios del siglo XX, en contacto con la discursividad clásica del XIX, etc., no tiene demasiado qué hacer en esta época.
Y como justamente hablaba de experiencia, y a mí me parece que lo vivido es narrado -y hay que tener en cuenta los modos en los que se narra lo vivido, digamos- a mí me producen incomodidad algunos discursos que plantean la novedad, la novedad, la novedad. Y que bueno, es de la modernidad, que “ya estaría superada”, de lo que se trata. Se sabe que ya no estamos más en la modernidad. Los escenarios de la modernidad son cosas del pasado. Y el pasado es cada vez más lejano… en fin, la novedad es lo que prima.  Cosa por lo demás perfectamente ubicable en cierto momento histórico europeo: Habermas, siguiendo a Jauss, señala el iluminismo francés como un momento de reconfiguración del campo semántico del término “Moderno”. Quedando a partir de allí sinónimo de lo nuevo que supera lo anterior. Ahí encontramos la tal “novedad”.
Entonces, comenzaba a aparecer en trabajos de algunos alumnos (en seminarios anteriores al que hice referencia; de otras temáticas incluso), la cuestión de una referencia a una modernidad líquida, por ejemplo. Y bueno, fui a revisar eso. Y para salirnos de lo obvio leería fragmentos de escritos de los siglos XVIII y XIX donde la temporalidad “ahorista” (more Bauman), la velocidad inusitada con que lo nuevo se hace añejo o la proliferación exasperante del delito debido al caótico crecimiento urbano y a la aparición de caras extrañas en la polis… en fin, parecen escritas ayer a la mañana. Esto, claramente, no es lo nuevo de lo nuevo. Es una serie de novedades apolilladas…
Pero, pensé, como para empezar, ubicar, el consumo, en el seminario, como un momento de la economía que relanza la producción. Y pensar el consumismo como una ideología. Y ubico el consumo como elemento de la modernidad.
Cuando hablo de ideología ustedes dirán: “Este tipo va a hablar de Marx.” No. ¿Saben qué? De puro jodido, hablo de Pareto. Que es justamente un economista que se inscribe en lo que se conoce como la escuela “Marginalista” de economía. Es decir, aquella escuela que plantea el valor, no ligado al trabajo, sino a la satisfacción, “medible”, al nivel de satisfacción que obtiene el consumidor al incorporar un bien. Lo que se conoce como la teoría subjetiva del valor. Y que es, obviamente, desplegada en modelos matemáticos. Entonces, cuando ves el modelo matemático decís: “¡Caramba! Esto es ciencia”… aunque lo que no está interrogado es el principio, el fundamento sobre el cual toda esa matematización se monta. Pero Pareto, intelectualmente brillante a mi criterio, no hablaba de ideología. Hablaba de derivaciones- nombro esto, porque probablemente no circule tanto esto en la facultad de Psicología-. Y decía que las derivaciones eran una suerte de autojustificación de acciones emprendidas por determinados grupos. Y que en realidad, ¿se originan donde? En impulsos, decía él. Impulsos que no pueden explicarse racionalmente.
Fíjense. No es analista. No viene de este campo. Dice, en realidad, estas derivaciones suelen tener una presentación, propósitos e intenciones racionales. Por lo tanto las derivaciones son racionalizaciones. En realidad, lo que desconocen, es su origen en los impulsos.
Cualquier similitud con alguna cuestión freudiana es pura coincidencia, evidentemente. Y no se debe a un espíritu de época. (Ironía)
Son, dice, conjuntos estructurados, sistemáticos, pero a menudo confusos, de ideas. Aquí es donde plantea: las derivaciones son no científicas, no descriptivas de la realidad, sino justificativas, prescriptivas. Y esto, creo, es el discurso de la economía clásica, o neoclásica, y también, en buena medida, el discurso de algunas psicologías. Es por eso que yo creo que el psicoanálisis tiene una pertinencia en esta coyuntura.
¿Por dónde continuar? Bueno. Me parece que hay un punto de intersección entre varias disciplinas, todas, obviamente, de la modernidad. Este núcleo en común que podríamos ilustrar así, pero corre el riesgo de que se confunda con Real, Simbólico e Imaginario. No, no, no. Es un diagrama de Venn, donde podríamos colocar Biología, Economía y Psicología y, en la intersección de los tres conjuntos, la noción de satisfacción. Y, obviamente, la noción de necesidad.

Necesidad





















Cuando uno aborda desde el ámbito de las psicologías, la necesidad, en general, y he recorrido años ese campo –me toca dar clases de psicología, en un ámbito superior no universitario, algo que me divierte muchísimo-, uno encuentra un planteo que es biológico. En el fondo de la definición de la noción de necesidad, en el ámbito de las psicologías, se encuentra la vieja y querida noción de “homeostasis”. Aquella de Claude Bernard, ¿se acuerdan? La conservación del equilibrio de un medio interno. Es decir que hay un supuesto de base que es que los organismos -o más modernamente vamos a la teoría de los sistemas-, los sistemas –y el organismo sería un sistema- …pero quedémonos con los organismos, más manejable, por lo menos para mí-, tienden al equilibrio. Cuando ese equilibrio se rompe, se produce una tensión. Y esa tensión, lleva- inevitablemente, en algún momento y a partir de cierta potencia, de cierta intensidad de esa tensión- a buscar incorporar el objeto que permite anular esa tensión. Y ahí tenemos la desaparición brusca de la tensión denominada satisfacción. La satisfacción se obtendría merced a la incorporación del  objeto.
Esto, digámoslo así, es “lo nuevo de lo nuevo”, para oponer a la categoría un tanto más problematizadora, “vueltera”, como la de deseo tal cual la intentan desplegar de distintas maneras, las diversas modalidades del psicoanálisis.
Claro. Esto es lo nuevo de lo nuevo. Yo, por lo menos, encontré una matriz similar en el Filebo de Platón. Ahí parece hacer su entrada esta perspectiva que, luego, encuentra su versión reducida.
Es un poco el punto de partida de Freud. Es decir, fíjense, si nosotros lo traemos al ámbito de las psicologías, lo que encontramos es que hay que incorporar una cuestión un poco más compleja para empezar a decir cuál sería la especificidad de lo humano en el mundo de lo orgánico. Y lo que empieza a aparecer es la dimensión de la representación, de la representación psíquica. Entonces te lo complejizan los muchachos. Y te dicen: “La necesidad es lo que se produce como desequilibrio, partiendo de un equilibrio originario, al que se tiende a retornar.” De modo que en la medida que crece la tensión, llega un momento en que  es tan intensa que comienza a sentir, el organismo, incomodidad; y el sujeto a representar en su conciencia una imagen más o menos difusa -que luego se hace clara-, del objeto. Que al ser incorporado produce la descarga de la tensión, ergo, la satisfacción.
Tenemos Biología, y Psicologías. Ese es el punto de partida de Freud, que de entrada no cierra. No voy a aburrirlos a ustedes con la “Experiencia de satisfacción”. Lo que involucra la cuestión del objeto imaginario, por la vía de la representación, por un lado; por la introducción del placer, por el otro; y por la vía del análisis de la satisfacción sexual, donde la elevación de la tensión, en lo preliminar, es placentera en sí misma. Esto comienza a estar desbordado por todas partes.  Pero hay un punto de partida común.
¿Y en la economía? ¿por dónde la abordamos? Porque yo dije que la noción de necesidad está en el centro de estos tres registros, que no son R(eal) S(imbólico) I(maginario). Son tres conjuntos.
Bueno, vamos a abordarlo por el lado de la mercancía. En el último de los grandes clásicos: en Marx. Bueno ¿qué nos dice Marx de una mercancía? Supongo que muchos de ustedes lo conocen, pero tal vez algunos no, así que hago una explicación somera. Dice que una mercancía es una cosa, que, antes que nada, ha de satisfacer una determinada necesidad humana. Ahí tienen el par necesidad satisfacción en la definición de mercancía, que por otra parte, no lo escribe Marx por primera vez, sino que lo toma del discurso de la economía clásica. Esto lo van a encontrar en el trabajo inaugural de Adam Smith. Pequeña disgresión: no sé si ustedes saben pero, Adam Smith, además de escribir “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” escribió una “Teoría de los sentimientos morales”. Fue el heredero de Hutchinson en la clase de Moral, en la Universidad de Glasgow, y discípulo del que inaugura la perspectiva emotivista en Ética, que es David Hume. Un caporal si los hay, pero al que no me voy a referir. Habría otros que se podrían referir a él mucho mejor que yo. Y sin embargo Adam Smith nunca estableció puentes explícitos entre su teoría de la autoregulación de la conducta ética en un conjunto de individuos que intentan maximizar su satisfacción con cada acción, al mismo tiempo que de eso -de la concurrencia libre de la satisfacción de cada cual-, se logra un estado global, social, colectivo, de satisfacción.
Esto que está presente, todo el tiempo, pulsando, en el discurso de la economía clásica, y no solo de la economía clásica -inclusive en algunas de las perspectivas económicas que pueden aparecer como relativamente críticas, y a las que hay que retomar, e implementar, etc, etc-, está tomado de esta perspectiva ética, que, en todo caso, estimo, aparece mejor explicitada en Bentham. En quien leemos claramente esa equiparación entre Utilidad, Placer, Satisfacción, Bien. Pero esto no está dicho claramente por todas partes. Es decir, es Smith el autor de estas dos obras, y estas dos obras hablan en un punto de lo mismo: hay una explícita psicología en la economía de Adam Smith. Y se encuentra mucho más explicitada en  “Teoría de los sentimientos morales” que en la “…riqueza de las naciones”.
Volviendo a la mercancía. Además de satisfacer una determinada necesidad humana, podría decirse “el aire satisface una determinada necesidad humana” pero no es una mercancía, porque tiene que cumplir con dos condiciones más. La segunda condición es que esté destinada al intercambio. Es decir que no sea algo que consuma yo solo. Para mí. Sino que lo produzca para el intercambio.
¡Ah! Y ahí entra la tercera condición: Que sea producto del trabajo humano.
Entonces, uno diría, si yo hago mi propia mesa de trabajo es una mercancía. No. Tengo que hacer una mesa para intercambiarla por otra cosa que tenga otro valor de uso.
Hasta acá tenemos las dos definiciones, las dos perspectivas a partir de las cuales aparece la mercancía en el ámbito de la economía clásica. Y me parece que sigue esto vigente en el ámbito de un montón de economías.
Decimos que una mercancía tiene valor de uso, y a esto lo llamamos utilidad. (Perdonen que me ponga escolar. Yo soy medio maestro ciruela, y a lo mejor a alguno le viene bien, y otros van a decir “¡Uh! Qué boludo este. Vuelve sobre esto que ya lo sé”. [Risas] Vos Fernando, en un ratito, podés volver. Pero tengo que hablarlo porque desconozco realmente el auditorio).
Entonces, está claro: algo es útil si, antes que nada, satisface una determinada necesidad humana. Y a posteriori, podrá manifestar un valor al ser intercambiado por otra mercancía.
En este segundo momento, que es el momento del mercado verdaderamente, el momento del intercambio, allí las mercancías aparecen no –digámoslo así- bajo un aspecto cualitativo, dice Marx, yo no puedo comparar un lápiz con un reloj. ¿Por qué es más un lápiz que un reloj, o un reloj que un lápiz? El lápiz sirve para escribir, el reloj para dar la hora, son incomparables. Sin embargo, cuando aparecen en el mercado, yo necesito diez, quince, veinte lápices para comprar un reloj. Y ahí las mercancías aparecen entre sí en una relación de cantidad: tanto de esto, por tanto de esto otro.
Claro, todos sabemos para dónde va Marx, ¿eh?, algo que muy rápidamente se olvida, y a lo cual llamó “El fetichismo de la mercancía”. Pero no voy a tomar esta perspectiva, sino ¿qué es lo que plantea Marx? Cuando yo establezco equivalencias entre dos términos disyuntos, entre dos términos cualitativamente diferentes, tiene que haber un tercer elemento, presente en ambos, que permita la comparación. Y ahí es donde elabora que, lo que hay presente, o lo que tienen en común las mercancías -todas las mercancías-, es que todas son productos del trabajo humano. Y es, continuando la línea inaugurada por Adam Smith, y por David Ricardo, donde sutiliza el análisis de las teorías del valor trabajo. Y ahí está, podríamos decir, la muy discutida, y lo bien que está que esté discutida, teoría.
Pero hay un núcleo que está retornando muy fuertemente por estos días. Y creo asimismo que no debemos olvidar. Para mí -y en esto tal vez sea dogmáticamente marxista-, hasta nueva orden, la única sustancia productora de valor sigue siendo el trabajo. Todo lo demás es tomar valor producido por el trabajo de otros, en algún lugar. Solo que es invisibilizado. Y esto me parece que es un eje central de nuestros tiempos. “Ojalá te toque vivir en un época interesante.” Esta es una época interesante.
Entonces, uno podría plantear por dónde va él, y -ustedes saben- la deriva que toma es: el tiempo de trabajo que lleva la producción de la mercancía. No el tiempo absoluto, sino el tiempo de trabajo socialmente necesario. (No me voy a meter con esto, además hay un economista acá; sería una grosería. Yo me gano la vida como psicoanalista. Y como docente.) Y en tanto y en cuanto hay un proceso, dice Marx, de abstracción, cuando vemos el trabajo, tal cual se presenta en la mercancía considerada desde la perspectiva del mercado, allí, hablamos de un trabajo abstracto, determinable en el tiempo, homogéneo. Este es el tipo de trabajo socialmente necesario.
Bueno. Uno podría plantear que acá tenemos delineado todo un campo, ¿eh? Es decir todo un campo donde las disciplinas que estuvimos evocando se hacen préstamos y ninguna termina de definir, no solo al interior de su campo, sino en el otro campo, esta noción que es central: la noción de necesidad.
Eso sí, tal vez para comprender, digámoslo así, algunas cuestiones básicas, tendríamos que recurrir a la historia. Cómo van surgiendo estas disciplinas, en esta época que llamamos modernidad. Y como se produce una mutua, simultánea, paralela, simétrica constitución de distintos campos, vuelvo a decir, totalmente disyuntos en su presentación.
Uno podría plantear que, en la modernidad, este proceso, digamos que se inicia a partir del siglo XVI, en una larga transformación que tiene, fundamentalmente cabida en Europa; van apareciendo ciertas categorías que hoy, hoy, nos resultan completamente naturales. Es como respirar: Individuo, ciudadano.
Claro

. Hay un plegamiento de estas cuestiones. Fíjense, vamos saliendo -o se va saliendo en esa época-, de regímenes monárquicos, más o menos autocráticos, y se intenta producir una construcción de un régimen de representación republicana. Donde inclusive, se plantea –horror, ¿no es cierto?-, sustituir al soberano monarca, por un soberano al que le prestamos, le delegamos la representación, durante un lapso de tiempo: Los modernos presidentes de las repúblicas democráticas.
Y aparece esta representación, en lo social, del ciudadano, como individuo, que elige libremente, manifestando sus preferencias en materia de gobierno. A lo sumo podrá ser influido. Pero en última instancia, la decisión se constituye en su interioridad. Y esa interioridad se va a expresar en el voto. Una noción clara, absolutamente transparente, de la representación. Por lo tanto, cualquier influencia externa resulta perniciosa. Hay que dejar, por eso, la noción de cuarto oscuro, que constituye todo un tema.
Simultáneamente a esto, se producen un montón de transformaciones, en lo que hoy llamamos Europa, que las podemos seguir por distintos lugares. No me voy a extender, pero aparece la cuestión de la intimidad, del ámbito privado, este trabajo que hace Phillipe Ariés, que se los recomiendo calurosamente, “El niño y la vida familiar en el antiguo régimen”. Él sigue en el ámbito de la representación, en el ámbito de la representación pictórica por ejemplo, el nacimiento de la infancia; todo el campo de construcción, no solamente de la categoría de infancia como categoría de edad, sino de toda una sensibilidad y en cómo confluyen, causalmente, una serie de líneas, para ir sobredeterminando ciertas y determinadas cuestiones. Por ejemplo: las transformaciones arquitectónicas. La manera en que aparece la puerta, separando el interior burgués del exterior de la calle. Cómo las habitaciones van tomando, podríamos decir, funciones diferentes: la habitación de los padres, la habitación de los hijos. Cómo se construye el comedor con una mesa que funciona como lugar de reunión. Toda una serie que sería muy problemático de enumerar, pero donde aparece esta versión de la intimidad, y donde yo, en otro seminario, lo que encontré, fue el surgimiento de la pareja de occidente: la pareja madre-hijo. (De la que los varones dicen… no salimos nunca. O que salimos mal. O que las usamos a ellas (nuestras mujeres) para salir. En fin. Acá hay muchas mujeres, díganme lo que les parezca.)
Junto con esto, fíjense, aparece, paralelo a esto, algo que es destacado por un economista –para mi notable; yo lo amo, digámoslo así- que es Karl Polanyi, en “La gran transformación política y económica de nuestro tiempo” -un socialista no marxista, pero tampoco anti marxista-, donde hace todo un análisis de cómo, al revés de lo que se piensa (que la economía política liberal, parte de datos de la naturaleza, para construir, como una ciencia natural, su disciplina –y allí se habría producido el corte epistemológico que permite un tratamiento de ciencia de objeto discreto a la economía-). Él plantea por el contrario, muy por el contrario, que ha habido un trabajo –voy a usar una palabra tomada de la informática; no es la que usa Polanyi- de formateo de lo social en las categorías de la economía clásica. Y que este formateo llevó siglos y siglos y siglos. Hablamos con naturalidad de un mercado a nivel nacional, regional y mundial, y que lo bueno sería dejarlo funcionar, y que el Estado no intervenga; cuando él notó que históricamente, en el lugar donde surgen estas ideas, o sea en Gran Bretaña, vio cómo es que por la acción concreta del Estado de los Tudor, dedicando represión, fondos públicos, etc, etc, se va constituyendo a partir de los pequeños mercados de las plazas, devenidos mercados locales y regionales, un mercado a escala nacional que se abre a escala internacional. O sea: No hubo ningún origen endógeno de esto.
De acá me resuena alguna cuestión que estuvieron discutiendo en el panel anterior: Esto es causado desde el Otro. Luego se produce la clausura y tal origen hétero es olvidado.  Y cualquier intervención desde el Otro es tomada como un horror, que viene a interrumpir el natural curso de las cosas. Si: ese es el eje de la editorial de Escribano cuando el voto no positivo de Cobos pareció marcar una regresión que afortunadamente no se produjo. “El retorno al natural curso de las cosas”, eso escribió.
Y aclaro que nunca he sido peronista. Pero tal vez esté deviniendo kirchnerista, lo tengo que decir. Pero no soy peronista por tradición, por historia. Me cuesta cantar “la marchita”, no la puedo cantar. Quiero aclarar esto. Porque van a decir, “claro, ahora viene este muchacho y canta la marchita.” Y no, no, no. Créanme que no. No viene por ese lado.
Bueno. Junto con esto aparece la psicología, simultáneamente, que sobre ese mismo modelo de racionalidad se va constituyendo. Y ahí se produce –digámoslo así-, lo que aparece en el ámbito del sentido común. Se va constituyendo como categoría la “personalidad”, lo que la psicología del siglo XX toma como “Yo”: un conjunto de rasgos que de forma permanente marcan el estilo de cada cual, el ser de cada cual. Se produce una clausura, la construcción de la intimidad, y luego lo que vemos es que esa interioridad se expresa. Entre otras cosas, se expresa a través de los consumos, por ejemplo. Entonces yo me visto así porque soy de tal manera. Me parece que las cosas son un poquitito más interesantes que este relato mistificador.
Esto, evidentemente, configura un relato oficial. Pero esto no sería tan problemático, si no fuera una episteme –por decirlo de alguna manera- del siglo XIX, con la que nos están corriendo a los psicoanalistas en la carrera de psicología. ¡Como si fuera lo nuevo de lo nuevo! Y yo lo estoy planteando como una absoluta solidaridad de buena parte de las psicologías, lo sepan o no quienes lo enuncian –en general no lo saben quienes lo enuncian-, con un principio central de la economía política liberal. Que es una doble autorregulación, por la serie placer-displacer, satisfacción-insatisfacción, de la conducta de cada cual y del funcionamiento de la economía. Previo producir esa clausura que genera a cada individuo como autocausado. Y de la economía por la ley de oferta y demanda. Quedan muy pocos minutos, así que a esto lo voy a dejar acá; pero que también, en el fondo, en cuanto uno comienza a raspar –en el fondo y en la superficie-, de lo que se trata es pensar al mercado, como un conjunto de gente, oferentes y demandantes –es decir, los que van a ofertar y los que van a comprar-. Los que van a comprar intentan procurarse satisfacciones a través de la compra. Y están los oferentes que intentan vivir de lo que están vendiendo. Y que, si yo tengo un mercado, como el mercado de la plaza en la edad media, donde estoy a la vista de todos los oferentes, y soy un demandante, voy y le digo “A ver ¿a cuánto tiene las berenjenas Fulano, y qué tal son? ¿A cuánto las tiene Mengano?”. Entonces, dice el principio, yo voy a elegir al que me ofrezca más cantidad por menos precio. Claro, el otro oferente que está ofreciendo por más precio, dice “Si yo mantengo el precio no voy a vender nada de las berenjenas. Entonces bajo el precio.” Entonces se encuentra un punto de equilibrio en última instancia. Es un punto de equilibrio ¿por qué? Porque cada uno de los agentes, libres y en igualdad de condiciones, van, de alguna manera, y regulan esto, por la serie satisfacción-insatisfacción, para maximizar la utilidad (léase satisfacción, léase placer, léase bien). Toda esta serie es Bentham. Que es además, otro cronopio como pocos, un tipo brillante…  pero, escribió en el XVIII.
En esa época, los economistas británicos y los que hoy llamaríamos sociólogos, estaban considerando que la miseria era algo a lo que no había con qué darle. Cuanto más rico sea un país, más pobres va a haber, más miserables va a haber. Y lo decían con dolor. No lo decían como algo maravilloso. Eran humanistas. Pero decían “Bueno. Esto es así. Más rico un país, más pobres produce.” Me parece que es algo que, hoy, merece ser interrogado. No es un dato de la naturaleza. Y habría que ver qué corno es la naturaleza. Pero esto ya sería objeto de otra reunión.
Entonces, tenemos una autorregulación, según las leyes de oferta y demanda que, en última instancia, no es sino la vieja y querida “homeostasis”. Lo nuevo de lo nuevo. Y entonces, si el Estado no interviene, se va a encontrar el anhelado punto de equilibrio. Obviamente, ¡por allí pasaron Marx, John Keynes, los poskeynesianos, Galbraith…!
 Porque, si ustedes se ponen a pensar, entonces yo, consumidor, al tratar de maximizar mi satisfacción con cada acto de compra, lo que estoy haciendo es enviándole mensajes al mercado, y las empresas recaban esos datos, les estoy diciendo cómo quiero que me vendan el auto, en qué condiciones y en qué precio. En última instancia es de mi interioridad y mi intimidad de donde sale el diseño y el precio del auto.
¿A ustedes les parece realmente que es serio eso?
Yo tiendo a pensar exactamente lo contrario. Y Galbraith lo dice de una manera brillante cuando habla de la inversión de la secuencia clásica. Es que se trata de revisar las concepciones clásicas. La secuencia clásica es que el mensaje va de la interioridad del consumidor, para la maximización de su satisfacción, al mercado, del mercado a la empresa, y la empresa, para darle el gusto al consumidor, ofrece en el mercado el producto que el consumidor pide. ¿A ver si lo vamos viendo? A cada agujerito, su piecita. La cosa que cierra; la totalidad que anda. Esto es la economía clásica. Esto es la psicología.
Hay que decirlo así. A lo bestia.
Y desde estos discursos, se viene impugnando una potente crítica –que ya en Freud lo podemos leer, y con esto cierro-, a esta noción de demanda, planteada como una interioridad que se expresa. Cuando, por ejemplo, en un artículo de 1912, que era “Notas sobre el concepto de lo Inconsciente en Psicoanálisis” -que alguno lo debe tener presente- para hablar de lo inconsciente en el sentido dinámico, recurre, curiosamente, a la sugestión post hipnótica de Bernheim.
¿De qué se trataba esto? Bernheim, ustedes saben, tenía que ver con la teoría sugestiva, sugestión bajo hipnosis. Proponía hipnotizar a alguien, y en estado de hipnosis, darle una orden. Se le decía, por ejemplo, “Al despertarte, más o menos a la media hora, te vas a levantar y vas a abrir la ventana.” Se hacía con muchos, digamos, sujetos de laboratorio. Y daba resultado en un gran número de casos. Lo cual demuestra su eficacia. Entonces se hacía, se lo despertaba al tipo, y se le preguntaba “¿Te acordás qué pasó?”, “No, no sé. La verdad estaba dormido. Evidentemente me hipnotizaron.”  Pero al rato el hombre se paraba, y abría la ventana. Entonces lo interrogaban. Le decían “¿Qué pasó?” “No sé. De pronto sentí una incomodidad, sentí calor, sentí que me decían desde adentro, que yo tenía que ir a abrir la ventana.”
Claro, fíjense, detengamos un ratito en esto. Uno podría plantear, “Ir a abrir la ventana”, es algo, una acción, como la compra, ¿no?, que tiene cabida en el mercado, que está destinada a calmar una tensión que le aparece al individuo, si quieren. Supongamos: “Siento calor. Voy y abro la ventana.” Si uno pregunta por qué, “Porque a mí, desde el interior, me surgió una tensión, y voy a calmarla abriendo la ventana.”
¿Qué es lo que desconoce el sujeto que allí actúa? Desconoce que lo que aparece como un impulso interior, no es otra cosa, sino una respuesta a una orden que le fue dada, sólo que en estado de hipnosis. Ahí, el sujeto de la conciencia no estaba.
O sea: No es inconsciente la representación “Pararse y abrir la ventana.” Es inconsciente el hecho de que eso que, ante mi consciencia, se me representa como proviniendo de una incomodidad, de una tensión interior, en honor a la verdad es una respuesta a una demanda del Otro. Y esto, es una matriz muy potente, que permite entre otras cosas –y entre otras muchas cosas que podríamos tomar del psicoanálisis- cuestionar el principio básico de funcionamiento del orden económico.
Bueno. Tenía cincuenta o sesenta cosas para decir, pero hasta acá llegué.