Bueno, buenos días, yo había pensado
algunas cosas que traje para comentar.
Algunas tienen que ver con lo que se viene planteando y otras van en
distinta dirección.
Empecé pensando que el psicoanálisis y la universidad son dos espacios
que no se ajustan uno al otro y que consisten en su relación, cuando están en una tensión conflictiva, que muchas veces es
productiva. Es decir que considero que
ese conflicto que genera en todo caso la universidad como edificio, como
institución y como discurso universitario, con el psicoanálisis y con los
psicoanalistas, es un lugar, un espacio de tensión y de conflicto que puede ser
muy interesante y muy productivo.
Por una parte el psicoanálisis sin la universidad, tomando lo que decían
mis colegas, languidece y se coagula en
internas institucionales, pienso que la
universidad le abre la cabeza o la boca para tener que discutir un montón de
cosas y discutirse a sí mismo.
Por otro lado la universidad sin el
psicoanálisis creo que pierde. Pierde la posibilidad de poder pensar ciertos efectos conceptualizados por el
psicoanálisis que pueden ser interesantes no solo en la clínica sino en otros
ámbitos. Delinearé alguno de ellos.
Me
parece que la imposibilidad de los
ajustes teóricos absolutos es una de las cuestiones que el psicoanálisis nos
aporta para pensar en distintos ámbitos y en distintos lugares y creo que el
desajuste está siempre en la bisagra de las transformaciones. Por eso frente a
la idea, muchas veces muy presente en las neurociencias y en un montón
psicologías, la idea de la armonía, de lo que hay que armonizar, me parece que
el psicoanálisis al ponernos a pensar los desajustes abre un espacio muy
potente para la transformación. El surgimiento de cada sujeto, como por ahí
decía Carlos, en su mítico origen en todo caso, que siempre es a partir del
otro, en el mundo, me parece que el desprenderse de ese sujeto genera estos
espacios, estas faltas que van a dar un lugar a las posibles transformaciones.
Voy ahora a un poquito de historia más
local, una historia más acá que nos ayude a considerar los desajustes del
Psicoanálisis hoy en la faculta de psicología. No sé si son más jóvenes o menos
jóvenes ustedes, pero en mi caso cuando terminé mi escuela secundaria estábamos
en plena dictadura y tengo el agrado de haber hecho cuatro años de licenciatura
en física. Entonces, durante la dictadura estuve con esto de la física, y es en
el momento en que vuelve la democracia
que ingreso a la facultad de psicología (soporté un año con la carrera
organizada por la dictadura). Con esto digo, ya que voy a traer un relato en cierto modo
testimonial, generalmente me ocurre algo raro: escucho hablar de la historia
del psicoanálisis y siempre hablan de una historia más allá, lejana, que no me
incluye. Hoy voy a hablar de la historia más acá. Qué pasó después del retorno
de la democracia y qué cosas fueron sucediendo en esos primeros años, porque me
parece importante para ver ciertos problemas actuales del psicoanálisis en
nuestra universidad y de ciertas necesidades que tenemos de repensar los
lugares del psicoanálisis en ella.
En
el momento en que retorna la democracia,
que el psicoanálisis y que Lacan volvieran o entraran en la universidad era una
reivindicación.
En la facultad de psicología de acá, de
Rosario. el psicoanálisis que había previamente, era un psicoanálisis muy raro.
Se hablaba mucho de Jung, cuestiones cómo les diría... embromadas, una versión
oscura y trastornada. Ocurre que la gente que daba clases había entrado con la
dictadura y en algunos casos habían delatado a colegas. Una primera anécdota
que recuerdo, donde además estaba muy claro el psicoanálisis que se
planteaba, es de un profesor que hablaba de los pacientes del psicoanálisis
como clientes. Da a pensar esta forma de nombrar; aunque en realidad después con el tiempo, volví a considerarlo ya
que a veces me parece que efectivamente
en algunos casos los pacientes terminan
siendo clientes. ¡Digamos las cosas como son!
De cualquier manera no me parece que sea
justamente esa la manera más interesante o el lugar en que prefiero pensar el
psicoanálisis. Más bien era una forma de eludir su especificidad considerándolo
un objeto más de consumo.
El
psicoanálisis estaba planteado para
justificar las perversiones de la dictadura,
y era perverso el psicoanálisis
que había en la facultad en ese momento. Además se hablaba de algunas otras
escuelas de psicología, Gestalt por
ejemplo. No había tampoco gran cosa, por lo menos en el momento en que yo
ingreso.
A partir de ahí, una de las cosas que los
estudiantes que ingresábamos y empezábamos
a participar, exigíamos, era justamente
la inclusión dentro de la facultad de otras formas de pensar el psicoanálisis
y una de las reivindicaciones mas fuertes era poder leer a Lacan, cosa que
estaba totalmente por fuera de la institución y que se cultivaba en los grupos de estudio.
Además había una necesidad de cambiar el
programa de estudio para que se pudiera expulsar esos docentes que eran los
docentes de la dictadura y que eran los que sostenían ese tipo de contenidos
ideológicamente nefastos dentro de la facultad.
Había tipos como Pangia que había sido colaborador de
los servicios y que era docente de una de las cátedras. Alguien que sabíamos positivamente había señalado a gente para que la fueran a
chupar. O sea que había gente muy pesada.
Herrou
Aragón, otro docente. Me acuerdo que hablaba de una máquina para excitar a las
mujeres a distancia y la publicitaba mediante el diario La Capital. Este tipo
de cosas se decían en la facultad de psicología.
En ese contexto además los
psicoanalistas… Ni los psicoanalistas ni el psicoanálisis eran algo pensable en
la política pública. No estaban en los centros de salud, no estaban en los hospitales,
no estaban en ninguno de esos sitios. Fue a partir de ese tiempo que se empiezan
a construir los espacios del psicoanálisis en lo público.
Después quisiera, si no me olvido, hacer
una referencia, ya que estuve en el inicio de estas jornadas y tengo algunos
comentarios sobre esto de las políticas públicas.
Entonces decía, en este contexto es que
se hacía imprescindible un nuevo plan de estudio.
Dos planes estaban en juego en ese
momento, uno lo había hecho Alberto Ascolani, alguien que ahora ya no está como
docente en la facultad. Su plan era más abierto con más elecciones por parte de
los estudiantes sobre su recorrido curricular. El otro proyecto lo había hecho
Ovide Menin. Esos eran los dos planes posibles y esto estaba regulado por una
interna de los radicales de franja morada que disputaban poder a través de cuál de los dos el se
instituía.
Si bien se discutían cuestiones de
fundamentos había cuestiones de poder efectivo que se jugaban en la decisión de
qué plan era el que quedaba en la facultad. Quedó el de Ovide Menin.
Junto con otros compañeros trabajamos en que
los alumnos que ya estaban en la carrera pudieran pasar al nuevo plan y crear
los puentes para su implementación.
Aquel nuevo plan, que es el que todavía
existe, no convencía a nadie y, me parece muy sintomático, que pasaron un
montón de años y en la facultad de psicología de Rosario nunca se pudo cambiar
ese plan. Se hicieron multitud de reuniones y nunca hubo manera. También es
cierto que el plan en sí fue ocupado según los docentes que se hacían cargo. Una
cosa era el plan de estudio como estaba pensado y otra cosa eran concretamente
los contenidos que se iban incorporando.
Esto último tenía que ver con los docentes que habían quedado afuera de
la facultad y volvían a entrar; qué formación traían, dónde habían estado en
esos tiempos.
Fueron muchos los tiempos de los grupos de estudio y de como decía
Carlos, de encierro. Volvían otra vez. Algunos tenían miedo de dar clases en la
facultad. Les digo ya que recuerdo a alguien que en un momento decía: “¿entrar
a la facultad?.... y ¿qué puede pasar?”. Todavía la democracia era enclenque, o
sea no sabíamos hasta qué punto esto se iba a sostener. Estaba el miedo que creo que aún era muy importante en esa época y
que después se fue diluyendo pero no dejó de tener efectos. Eso también lo
creo, creo que el miedo aún ahora actúa
sin que nos demos cuenta, interrumpiendo la trasmisión entre las distintas
generaciones y trasladando fantasmas que se dicen sin querer, muchas veces
tratando de acallarlos. Los juicios a los genocidas ayudan a hablar...
Bueno en ese momento ingresan ciertos docentes,
muchos eran psicoanalistas, muchos estaban formados, muchos se habían peleado
mientras tanto, con distintas instituciones psicoanalíticas de Rosario,
entonces entraban portando rencillas de otros lares y uno se preguntaba, ¿y
estos por qué miércoles se pelean? Muchos no entendíamos nada. En mi caso trataba de
entender con mis propias mochilas, venía de la licenciatura en física, así
tenía que pasar del positivismo y la oscuridad de una primer año en la
psicología del proceso, a entender otra lógica absolutamente diferente, otra
forma de pensar. Para colmo venían los lacanianos a pedirme ya que venía de la física (encima también
había hecho materias de la licenciatura en matemática) que explicara ciertos
manejes de Lacan al respecto. Y a mí eso de los matemas y discúlpenme los
lacanianos que gustan de los matemas, a mí me parecía (y me parece) que era una
cosa que hacía un poco de ruido. Tal vez puede ser un instrumento importante para la
trasmisión, eso es otra cosa, pero como matematización...
Bueno, les decía ingresa el psicoanálisis
con esos despelotes que ya traía, y que
uno de a poco se iba enterando. Se entramaban incluso cuestiones personales,
pero uno como estudiante creía poder diferenciar: cuáles eran las diferencias
teóricas y cuáles otras cuestiones imaginarias de peleas, hasta que caíamos en
la cuenta de nuestras propias transferencias. Ahí fuimos también aggiornándonos con esto de que la transmisión del
psicoanálisis tiene mucho que ver con las peleas institucionales. Es sabido que
el psicoanálisis y las instituciones psicoanalíticas desde el vamos surgen con
conflictos y tal vez no esté mal eso ya que impide su totalización.
Esta historia la traigo porque a lo largo
de mi pasaje por la facultad como docente, he escuchado muchas veces que los estudiantes ahora
tienen un rechazo al psicoanálisis, al
revés de aquellas circunstancias de su ingreso. Parece que el psicoanálisis, y
el lacaniano en particular, a lo largo de los años se transformó en una especie
de discurso hegemónico. En aquella época era el discurso excluido y ahora es el
discurso hegemónico. Claro, aquello que en aquel momento para los estudiantes
era reivindicativo traer, ahora muchas veces se transforma en lo que tenemos
que soportar. Está bien, es interesante que podamos pensar esto pero sobre todo
que lo podamos pensar para interrogarnos sobre qué sirve y qué no sirve, qué
podemos tomar y qué no debemos tomar y qué cosas son muy importantes
reflexionar para renovar la práctica o la praxis. A mí me gusta más la palabra
praxis, tiene una raigambre marxista si ustedes quieren y para recuperar
aquella época, la práctica teórica de Althusser, en fin.
Bueno, decía, algunos aportes del
psicoanálisis, sí me parece imprescindible considerar y esos no son justamente
las cuestiones de escuela, al menos no por sí mismas.
Noto que con este rechazo actual al
psicoanálisis y a lo lacaniano en nuestra facultad, se les filtra algo muy importante
a nuestros estudiantes. Se empieza entonces a decir que el psicoanálisis por
ejemplo es algo largo, que los analistas
hablan difícil, que toman pacientes para siempre, cuando en realidad la
cuestión de las terapias breves responden claramente a los intereses económicos
de las prepagas. Definir un módulo con
un número fijo de sesiones, sirve económicamente. Y poco importa la
singularidad del paciente. Por eso justamente a la prepaga no le es económico el
psicoanálisis desde esta perspectiva. Entonces hay toda una publicidad de
terapias con efectos rápidos. Efectos rápidos que no sabemos muy bien cuáles,
porque no sabemos de qué curan o, si sacan sufrimiento, qué sufrimiento es el
que sacan y qué es el sufrimiento en última instancia. Es necesario tomar en
cuenta el origen de esos saberes.
Quiero decir unas cuantas cosas más.
También se presenta un ataque al
psicoanálisis con respecto a la especialización. El psicoanálisis no propone
especializaciones y la universidad tiene que atender terapias que se especialicen en los distintos
síntomas (¿?), incluso formar a la gente de esa manera, que es un formación
técnica. ¡Se plantea formar técnicos que
se ajusten a la demanda del mercado!
Al contrario, la formación psicoanalítica
tiene que ver justamente no solamente con leer a Freud y a Lacan sino leer un
montón de otras cosas y poner un montón de otros discursos en circulación y en
discusión. Esa es una de sus riquezas. Ustedes me podrán decir que eso es medio
enciclopedista o que es la vieja idea humanista de la educación, no sé, tal vez
tenga algo de esto, pero me parece que sigue siendo importante que a la gente
no se la especialice y que no se la haga técnica sino que se le den
instrumentos para pensar y para tener un pensamiento que no naturalice, que
interrogue.
Otra cuestión que se confunde es que se
entiende el psicoanálisis, y ahí voy entrando en otro tema, como una clínica
individual y que tiene que ver con lo individual, de hecho en nuestro plan de
estudio se llama psicología individual del sujeto el lugar donde se enseña
psicoanálisis. Individual y sujeto hacen ruido ahí mismo, porque son dos
conceptos que no tienen la misma raigambre. Lo que pasa es que sí puede suceder,
que aplastemos al sujeto a la individualidad, que lo transformemos en
individual, pero eso es otro problema.
Poder pensar al sujeto como considera el
psicoanálisis al sujeto, es muy potente para pensar la clínica no solamente
individual, entre comillas, de consultorio, sino para interrogar muchas
prácticas sociales que están al alcance de los psicólogos. Y digo de los
psicólogos y no de los psicoanalistas solamente.
Creo que hay efectos políticos y sociales
en el voluntarismo de una especie de sujeto de la conciencia, un sujeto de la
conciencia que por voluntad podría superar un montón de problemas incluso los
problemas sociales. Entonces vamos a los centros de salud y con voluntad y
deseando el bien trabajamos enredándonos con demandas faraónicas. Eso me parece
que es lo que desgasta a muchos de los jóvenes que en este momento sí ingresan
a trabajar en el ámbito de lo público. Si estamos a fuerza de voluntad estamos
fritos, porque me parece que no es por ese lado que podemos construir
diferencias y me parece que en esto el psicoanálisis tiene cosas interesantes para
decir.
Además del concepto de sujeto, es el
concepto de cura el que también el psicoanálisis pone en el tapete, al evitar
identificar la cura con desear el bien del otro (deseo siempre sospechoso como
plantea Freud).
Porque esa es la otra, nosotros podemos
ir a trabajar a lo público pensando que sabemos cuál es el bien del otro, cosa
que me preocupa sobremanera porque entonces habría como una especie de
pedagogización del paciente y de la práctica. Peligroso estar ahí para explicarle
al otro cómo tiene que hacer para vivir bien y para ser feliz. Esto trae problemas. Escuché
en la apertura de estas jornadas (hablaron Lili Baños y Marisa Germain),
ciertos planteos que hacía Marisa Germain sobre la política pública. Me
gustaría intervenir diferenciando; las políticas públicas no tienen que ser
identificadas con políticas del estado. Una cosa es que uno en determinadas
coyunturas piense que el estado es importante y tenemos que defenderlo y otra
cosa es pensar totalizar la actuación
del estado. Esto lo estoy proponiendo pensar para los que hayan estado. Me
pareció weberiana la posición de la política de estado que se estaba planteando
con la cual yo no coincido, y ahí creo que entonces el psicoanálisis no tiene
nada que hacer. El planteo era que si el Estado baja una política que se tiene
que aplicar y tiene los objetivos claros, tiene que esos objetivos
transmitírselos claramente a la gente que trabaja ya que ellos son sólo los
medios, los instrumentos con los que el Estado va a llegar a obtener esos objetivos.
Por el otro lado, en otro nivel está la
evaluación de esos objetivos… Bueno, en esa manera de pensar lo público, con el
psicoanálisis ahí metido, esto
pasa, es donde se empieza a sentir que
los psicoanalistas molestamos porque no nos ajustamos a la instrumentación,
porque empezamos a hacer preguntas, porque no somos técnicos burócratas que
vamos a bajar cierta planificación estatal llevándola adelante acríticamente.
Por eso yo digo, ojo, y estamos del mismo lado, no estamos hablando desde distintos frentes, estoy diciendo, me
parece que el Estado en este caso no puede ser pensado como el total
controlador de las prácticas comunitarias. Por supuesto, estoy de acuerdo con que al Estado en este
momento hay que nacionalizarlo, no estoy hablando de eso. Estoy hablando de
cuando uno va a trabajar a los lugares públicos, cosa que en nuestra facultad
se va favoreciendo, gradualmente aumentándose y se presentan estos conflictos
entre las políticas de Estado y las dinámicas comunitarias.
Esto es lo que yo les decía; en el año
82, 83 no había psicólogos en lo público, fue todo una lucha que los psicólogos
encontraran su lugar o deslugar. El psicoanálisis ingresa allí porque había
gente que venía desde la inter-hospitalaria, desde hacía muchos años trabajando
en relación al psicoanálisis en lo público.
¿Entonces, el psicoanálisis en lo público
exige a un psicoanalista decir “estos son los objetivos”, “este es el
bien”? Decirle a la gente cómo tiene que
vivir”? Porque uno puede comprobar que hay un déficit de vivienda, perfecto,
tenemos que hacer viviendas, pero ¿Eso significa que sepamos qué viviendas hay
que hacerle a determinado grupo de personas? Después les hacen viviendas que
son inhabitables, “viste los negros hacen asado con el parquet”, porque a lo
mejor no había que hacerlo con parquet, había que preguntarle a esta gente y
elaborar con esta gente específica cuál era la casa que se podía construir. Esta
es la singularidad del psicoanálisis, la singularidad del psicoanálisis no es
individual, la singularidad es una falta en la totalización, es un punto de
singularidad.
No es tampoco simplemente el caso por
caso opuesto a cualquier planificación; lo singular no implica la imposibilidad
de pensar respuestas colectivas, sí la imposibilidad de entender al Estado
recubriendo todo lo público. La singularidad advierte el punto de
destotalización, y estos puntos de destotalización son los puntos de
transformación, son los puntos de los cuales puede emerger el sujeto, el sujeto
político también.
Durante bastante tiempo como efecto de la
dictadura se pregonaba una disociación del psicoanálisis con la política. Creo
que fue defensivo; de una época en que realmente no se podía hablar de política,
pasamos a una época donde estaba mal hablar de ella.
Me
acuerdo de ese tiempo. Siendo todavía estudiante de física participaba en
terapia de grupo. Los grupos ni les cuento, se volvieron clandestinos, reñidos
con el estado de sitio que impide agruparse. Eso es una deuda para mí; el otro día
decían que había estado Giunípero hablando de Pichón Riviere. Ojalá pudiera
retomar y retomáramos a Pichón, hay que sacarlo de cierta lectura muy dogmática. Pongamos a trabajar a Pichón,
porque además brinda una gran herramienta cuando uno va a trabajar fuera del
consultorio. Y no es absolutamente ajeno al psicoanálisis Pichón, será
Kleiniano, estará con el Marxismo, todo lo que ustedes quieran, pero lo tenemos
que pensar; me alegré mucho de que Giunípero hubiera estado hablando de él. Les
he dicho a los estudiantes que a mí me parecía que una de las cosas que logró la
dictadura es dificultar la transmisión,
pero no solo la transmisión del psicoanálisis sino la transmisión de las
experiencias, la transmisión incluso específicamente de las experiencias
políticas.
Entonces esto es lo que me parece que en este
momento de nuestro país se está revisando, y más allá de posiciones políticas
partidarias, le agradezco profundamente al kirchnerismo esta reactivación de lo
político que impacta aún en los modos de pensar el psicoanálisis.
El psicoanálisis con la teoría política,
con la filosofía política. Cuestiones que decía, a veces nosotros pensamos
freudianamente: para vivir en sociedad tenemos que renunciar a cierto goce,
caca no se puede hacer en cualquier lado ni en cualquier momento, hay que hacerlo
en el baño, hay que esperar, hay que aguantar, hay que renunciar a cierto goce
para que podamos vivir socialmente, este goce al que renunciamos, el tema es
qué pasa con eso, está el malestar en la cultura, pero ¿qué hacemos con eso?
Digo esto por lo siguiente, podemos suponer imaginariamente que este goce que
nosotros perdemos se acumula en algún lado; lo está acumulando el otro. Entonces
viste, son los judíos, los negros, ellos gozan de lo que a mí me sacan, me
roban (pongan a los judíos que hacen negocios o a los negros de piel o pongan a
quien quieran). El otro goza de lo que a mí me falta, esto que se escucha en la
calle, se escucha: “yo trabajo y ellos no trabajan y les dan el plan social”,
claro es el Otro que acumula el goce que a mí me falta, que no tengo. Fantasma
que el capitalismo actúa, y muy bien. Bueno, frente a esto me parece que son
herramientas válidas las que el psicoanálisis nos puede dar para trabajar, por
ejemplo ese tipo de ideas.
Bueno, ¿Qué suponemos que está el Otro
acumulando, qué goce? ¿Este Otro es tal y constitutivo?, bueno, ya sé que la
plusvalía que uno produce alguien se la está guardando pero la plusvalía es
otra cosa, tendríamos que ver si estamos hablando de lo mismo, si hay identidad
entre el plus de goce y la plusvalía, porque estas son las lecturas rápidas que
a veces se hacen del seminario “De un Otro
al otro” de Lacan. En todo caso digo, seguramente la plusvalía se acumula, el
tema es que para que nosotros podamos intervenir y podamos ver qué hacemos con
eso, no podemos estar sujetos ni a una posición inhibitoria frente a un Otro
que nos goza en su acumulación... o al que tenemos que pedirle, porque esta es
la otra vertiente, en la cual le tenemos que pedir por favor que nos satisfaga
en algo. Esto también tiene que ver con el trabajo que se puede hacer sobre las
demandas sociales, porque las demandas sociales a veces trabajan para que todo
siga igual. Me acuerdo esa frase que me emociona, esta frase de Evita “donde hay
una necesidad hay un derecho”. Me encanta esa frase, pero después, cuando me
pongo a pensar, no se qué carajo quiere decir. ¿Por qué? Porque en realidad la
necesidad de un hombre no se puede naturalizar. Es complicado muchachos pensar
qué es la necesidad, sobre todo porque ciertamente tomados por el lenguaje se
transforma en demanda que da consistencia al Otro.
Ahí hay una cantidad de cosas para
trabajar, para no despreciar, para trabajar conjuntamente. No se trata de bajar
línea de lo que hay que hacer, de lo que se debe hacer, sino de dar lugar a las
potencias transformadoras. Había una frase de Ulloa que dice, parafraseo, “trasformar
la queja en protesta o que la queja se reciba de protesta” esa es una frase
maravillosa porque en realidad justamente….dicen que me calle (se termina mi
tiempo de exposición)…
Las demandas las podemos pensar a veces como un pedido al
padre, al Estado en la posición del padre que me tiene que dar, en lugar de generar
respuestas autogestivas. No estoy hablando de un anarquismo pavote o un
utopismo trasnochado, estoy hablando por ejemplo de la Biblioteca Popular
C. C. Vigil; soy ex alumna y la época gloriosa de la Vigil la viví incluso con sus conflictos.
Experiencia de cómo en realidad un barrio construyó cultura a troche y moche,
pero no pidiéndole al Estado por favor, sino generando sus propias
posibilidades, incluyendo a profesionales e intelectuales en el camino de su
creación. También es tristemente cierto que el colapso que se produce con el
golpe de Estado la derribó mostrando los límites y la dialéctica entre la
autogestión y las políticas de Estado.
Obviamente tampoco estoy
diciendo que esté mal pedirle al Estado, pero no todo pasa por ahí, no todo
pasa por acampar en la plaza 25 de mayo, y esto lo tenemos que elaborar con la
gente
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