miércoles, 17 de julio de 2013

Jornada de Psicoanálisis, Salud y políticas públicas del 2011. Transferencia, ética y abstinencia, Miguel Ferrero.

Transferencia, ética y abstinencia 
Miguel Ferrero



En cuanto a política podría hablar como ciudadano, pero para eso no fui específicamente invitado, sino hablar en cuanto a lo  que hace a la relación de la política y los conceptos que convocan a esta mesa, les comento que tanto es lo que he leído y oído acerca de la política del psicoanálisis, la política del síntoma, etc., etc., que llegado a este momento cuando se antecede a los conceptos sicoanalíticos la palabra política no se de que se habla, y a veces creo que se la usa para disculparse por no tener una militancia política, así que me abstengo de contribuir a la confusión, entonces no hablaré de política , dejando de lado  este termino para denominar una práctica,  al menos no hablare  de manera directa, pero sí quizás podamos deducir algo a partir de lo que voy a plantear y que es en relación a una humorada que salió en Página 12, es algo a lo  que no le podría dar la característica de chiste, tampoco de  cómico, pero si es un muestra del ingenio de  Rudy, quien en cuatro cuadros nos plantea una situación que nos interpela a todos los que trabajamos o tenemos la intención de trabajar en relación al psicoanálisis.
Nos interpela y no pasaría de una humorada sí es que no tocara una cuestión  seria, es decir, sí no fuese que acá, en este recorte de Sátira 12 que les muestro, se estuviese hablando de diez años de la vida de un sujeto, lo cual no es poco, diez años son muchos, porque no hay otra chance, si pasaron ya no vuelven, el tiempo no es reversible. No se puede volver atrás y lo que no se vivió en diez años ya no se vive nunca más, lo mismo no se repite, la posibilidad de la  identidad de percepción es una ilusión, esta pérdida. Esto es uno de los modos que tiene la conceptualización Lacaniana de plantear lo Real, es imposible e irremediable volver atrás en el tiempo. Sin embargo, llamativamente esto es lo que llamamos el trabajo del inconsciente, la existencia de lo inconciente es el resultado de la búsqueda, del trabajo por reencontrar lo perdido, según Freud, o lo que nunca, estuvo según Lacan. 
 Vuelvo a Rudy, el primer cuadro de la historieta en cuatro cuadros, muestra lo siguiente: hay una joven que dice: “me acuerdo hace diez años, las torres gemelas y yo estaba acá angustiada porque no tenía novio” 
Segundo cuadro, continua diciendo: “después Bush, Saddam, la crisis, Obama, Chávez, Lula, Kirchner”. 
Tercer cuadro, ya aparece la cara del supuesto analista y la paciente dice: “¡Como cambió el mundo en estos diez años!” 
Último cuadro, aparece sólo la cara del analista, más bien del terapeuta y la paciente comenta: "y yo sigo acá angustiada porque no tengo novio." 
Esto nos plantea una serie de cuestiones, yo voy a tomar nada más que algunas y después voy a dar el nombre que alguna vez le escuche decir a alguien y que me parece interesante porque esta persona decía lo que en aquel momento yo quería decir y no encontraba como. 
El nombre para lo que me quiero referir es “Las tentaciones del analista”, o sea las tentaciones a las que se ve conducido alguien que quiere ocupar el lugar de analista, ante una paciente que durante diez años está angustiada porque no tiene novio y que al cabo de diez años viene a decir todo lo que ha cambiado el mundo y sin embargo ella sigue angustiada porque no tiene novio, sigue en la misma. Las tentaciones del supuesto analista, digo supuesto, porque coincidiremos que “ser psicoanalista”, no debería decirse nada más que en función de una presentación social. En tanto que un analista se produce en su acto, y mientras no se produzca un analista, hay un terapeuta.
 Hay un terapeuta y un paciente y como todo paciente llega en posición de objeto, por cuanto, nosotros no recibimos analizantes, ni recibimos sujetos en el sentido psicoanalítico; recibimos a alguien que viene en posición de objeto y viene para ser curado, para que se haga algo o no pocas veces para que no se haga nada. Porque este chiste lo que nos plantea también es lo siguiente, sí alguien durante diez años se queja de lo mismo es porque ahí hay una satisfacción y aunque eso no implique placer (ustedes saben que el placer es lo vivenciado por el yo, y la satisfacción es lo que hace a la estructura psíquica, es lo que se repite, por eso satisfacción y placer no necesariamente coinciden, como ejemplo de ello podemos considerar las compulsiones, que siendo displacenteras sin embargo no pueden dejar de hacerse).
 Vuelvo a lo que les leí, allí hay al menos una satisfacción en la queja y en estar diez años en la misma posición, esto se confirma por su prolongación en el tiempo.
Dependiendo de quien escucha, puede hacerse cargo de que el sujeto se responsabilice y se encuentre confrontado a esa satisfacción o acompañar y hacerse cómplice de esa posición satisfactoria, y así seguir en un supuesto “análisis” interminable, en el cual el terapeuta oficia de acompañante, o de cómplice o de testigo del sufrimiento satisfactorio de un sujeto en posición de victima. 
Les decía que iba a nombrar las tentaciones del analista, lo que podríamos vernos tentados a hacer, ante nuestra angustia como personas al escuchar a alguien que durante diez años estuvo esperando lo mismo.
 Una de las prácticas posibles sería intentar conseguirle un novio, esto que parece muy gracioso, lamentablemente ocurre. No se señala directamente, pero a veces hemos oído decir a alguien: “estoy en análisis y mi analista me va a presentar a otro paciente, o a un conocido”. Esto no es un disparate, esto ocurre y no lo pondría del lado de la mala intención, ni de la mala voluntad, de ninguna manera. Lo pondría del lado de alguien que está desesperado por hacer algo por quien está deprimido o angustiado o por quien se siente mal, no considerando las consecuencias de lo que está haciendo; consecuencias en relación al lugar que ocupa quien ofrece el objeto de la demanda, y en relación al lugar de sometimiento de quien recibe semejante respuesta, por nombrar solo lo mas obvio. De manera  que lo que se le está dando al paciente tiene peores consecuencias que quejarse durante diez años por no haber conseguido novio, por ejemplo: porque tiene que tener novio en agradecimiento al terapeuta. Esta sería una de las tentaciones. 
Otra de las tentaciones, sería buscar la causa y que el supuesto analista haga, no interpretaciones, sino traducciones de lo que está escuchando. Es decir, traduzca un drama humano al lenguaje o la jerga  psicoanalítica, entonces alguien termina saliendo del pseudo análisis sin novio pero con saber teórico sobre si mismo o sea acerca del yo, a la manera de: “yo no consigo novio porque tengo un Edipo con mi papá”. Esto es darle sentidos y significados, lo cual implica llenar la causa de lo que hace al padecimiento de un sujeto, impidiendo de esa manera la producción de un sujeto responsable de sus actos. 
Otra de las tentaciones sería plantearlo desde una perspectiva ideológica y conceptualizar lo que le ocurre a la paciente desde el punto de vista del narcisismo. Fíjense que en el chiste el mundo se ha movido, se han caído las torres gemelas, hay crisis, hay esperanzas desesperanzas y esta mujer sigue en lo mismo. Uno podría pensar que esta mujer vive fuera del mundo, entonces daríamos una interpretación a esta posición que podríamos llamar narcisista, por ejemplo intervenir diciendo: “¿Usted por lo único que se preocupó en estos diez años es porque no consigue novio, mientras caen las torres gemelas?”. Eso estaría bárbaro para charlarlo en la mesa de un bar, pero en análisis plantear las cosas de esta manera es caer en una cuestión ideológica, es ideologizar la práctica del análisis y decirle a alguien “lo que usted hace está mal” y eso es la moral, es decir, un juicio de valor sobre las conductas o actitudes de una persona (en tanto si hablamos de moral nos referimos a la persona y no al sujeto) , juicio dicho por quien queda ubicado en el lugar del que sabe como es la vida y el mundo y en consecuencia como se debe vivir, es en este sentido que la moral se refiere a la persona, a diferencia de la ética para el psicoanálisis, que tiene como referente el deseo del sujeto desinteresándonos por las calificaciones morales, lo bueno, lo malo, lo que corresponde, etc.
Llegados a este punto, es inevitable la pregunta es: ¿Qué hacer? Y en principio podemos responder que quizás en psicoanálisis no se puede ser muy optimista desde la perspectiva de la felicidad y de un final convencional, como por ejemplo lo sería que consiga un novio en tanto pedido yoico, la posibilidad que nosotros podemos ofrecer a alguien que viene con esta queja es poner en  juego la dimensión ética, por lo tanto la responsabilidad del sujeto sobre sus actos y dichos. 
Dimensión ética que también podemos decir que es la del “bien decir”. Que  significa lo siguiente: que donde hay un dicho,  por Ej.:”No consigo novio” podamos posibilitar el despliegue de  un decir inconsciente. Que cuando está mujer dice: “me acuerdo hace diez años” podamos perder el referente: o sea “los diez años de almanaque, la falta de novio”…etc., por lo tanto poder perder la preocupación acerca de que “cosas” está hablando esta mujer para escuchar que decir hay en esos dichos (a esto es lo que llamamos “atención flotante”). Esto es lo que yo puedo considerar como ética en psicoanálisis.
 Cuando nosotros le ponemos al acto analítico, un predicado, estamos haciendo moral, es decir, cuando decimos, por ejemplo: “es buen o mal analista”, estamos ejerciendo algo que no tiene que ver con la ética que se plantea en la práctica psicoanalítica, eso es una cuestión moral que nos lleva a los juicios de valor y lo cual siempre es correlativo a un prejuicio. Entonces, podemos plantearnos, en tal situación, se produjo el discurso analítico o no se produjo el discurso analítico, que es muy diferente a que haya buen o mal analista. 
Pasando a otro concepto que hace a la practica analítica, me voy a referir a cuando nosotros hablamos de abstinencia en psicoanálisis, cuando lo hacemos hablamos de abstenerse de lo que puede ocurrir, nadie podría abstenerse de lo que es imposible que ocurra.
 Porque inevitablemente, como sujetos que somos no podemos dejar de estar advertidos que tenemos que abstenernos de poner en juego una moral, que inevitablemente portamos como parte del grupo social al que pertenecemos,  para que allí se pueda producir un sujeto. Esto  nos permitirá en general  liberarnos de los imperativo superyoicos, acerca de lo que deberíamos haber hecho o dicho para que la vida de un paciente se transforme en tal o cual, no somos sanadores de almas, ni es nuestro trabajo llevar adelante alguna gesta o misión que nos conduciría a devolver a la sociedad personas que respondan al status quo. No obstante a que en el horizonte, no pocas veces nos aparezca aparezca la ilusión de que nos reconozcan como buenos analistas porque gracias a nosotros una chica consiguió novio!. Bueno como esas ilusiones o ideales nos acechan, es por eso, entre otras cuestiones que nos analizamos,  supervisamos y seguimos estudiando, para poder abstenernos. 
Antes de terminar voy a insistir con lo que podemos considerar una dificultad inherente al sujeto, la cual es la dificultad para resolver lo que angustia, aunque se este en el lugar del analista, lugar que de por si no vacuna contra nada. En este caso lo que puede angustiar a alguien es escuchar la queja acerca de que hace diez años que le ocurre lo mismo, pero estamos advertidos de que cualquier cosa que hagamos y que implique no abstenernos, ( por ejemplo callarnos la boca cuando  no hay que decir) nos lleva a una practica de la moral  motivada por la angustia ante el hecho de no tener respuesta a un pedido, a  pretender hacer algo, con el fin de calmar la angustia propia ante la impotencia, (impotencia nombre que toma lo imposible cuando no se ha hecho la experiencia de la castración, o sea analizarse).
¿Qué es lo que nos ofrece  el psicoanálisis para ayudarnos a abstenernos?  Abstenernos de  conseguir novio a una paciente, de hacer traducciones simultáneas de una “lengua” a otra, de contarle a un paciente una novela psicoanalítica, de proponernos como salvadores? Lo que nos ofrece el psicoanálisis como alternativa es la aplicación de la regla fundamental, sí no hay regla fundamental no hay psicoanálisis. 
La práctica del psicoanálisis implica: la atención flotante de parte del que escucha y la asociación libre de parte del que habla,  esto solo se sostiene si hay abstinencia del que escucha. Abstinencia de hablar desde sus prejuicios, desde su  ideología, su visión del mundo, y en última instancia, de poner en juego su angustia. Sí en la práctica del psicoanálisis no aplicamos la regla fundamental podríamos estar planteándonos otras practicas, pero no un acto psicoanalítico. 
Ahora bien, llevando estos conceptos a la práctica cotidiana, podríamos decir que en un consultorio que no dependa de  la administración pública, quizás se favorece más a la aplicación de la regla fundamental pero de ninguna manera  el  consultorio privado garantiza que un encuentro no se degrade y se transforme en una terapia convencional. Sí en un consultorio privado no se puede perder el referente,  sí el supuesto analista no puede abstenerse de atender el celular, si no se dedica a escuchar lo que el analizante no podría escuchar, o sea el decir que podría haber implícito en el dicho, allí no hay atención flotante y correlativamente no habrá asociación libre, eso es clarísimo.
 Y sí en un consultorio de una institución pública, lo burocrático y administrativo,  o podríamos aventurar diciéndolo de otra manera: sí el discurso amo es el que decide el modo de trabajo, tampoco se puede aplicar la regla fundamental. Pues la regla fundamental también implica que haya el tiempo necesario para que se produzca un decir en relación al inconsciente, y que a este decir se le haga lugar, por lo tanto a que se produzca un sujeto.
 Decía, sí en un consultorio de una institución pública no se respeta la puerta, si cualquiera  del personal puede entrar y salir sin limite,  sí además solo se puede contar con un tiempo determinado de atención por reglamento, yo pondría en dudas que allí se diese la posibilidad de una cura analítica. Pero de ninguna manera sería tan imprudente en decir que en las instituciones públicas no puede haber psicoanálisis, no lo podría decir porque durante mucho tiempo he estado supervisando y coordinando prácticas clínicas en diferentes hospitales de la ciudad en los cuales más de una vez me he encontrado con una situación donde ha ocurrido una cura con las características de lo que  podemos denominar: una práctica analítica. 
Estas son cuestiones generales que yo quería comentarles y en todo caso dejamos para después las preguntas o ideas que puedan surgir. Otra cuestión, antes de terminar es que el hecho de que  no haya una cura psicoanalítica no descalifica o degrada de ninguna manera la posibilidad de que haya intervenciones  que uno puede pensar que son hechas por alguien que está escuchando el decir del sujeto, aunque esto no tenga como consecuencia el transcurrir de una cura analítica, pero si tenga como consecuencia que se produzca un sujeto responsable de sus dichos y hechos.
Yo he aprendido muchísimo al coordinar las secciones clínicas en algunos hospitales, donde las intervenciones que yo escuchaba me dejaban sorprendido y donde efectivamente allí, en medio de ese berenjenal de dificultades practicas, se producía un sujeto. Si en la  escucha hubo alguien que ha podido escuchar un decir y hubo otro que pudo hacerse cargo de su decir y se ha visto sorprendido porque lo que estaba diciendo iba más allá de lo que pensaba y de lo que tenía conscientemente previsto hablar. Si es que esto ocurrió es que ahí hubo sujeto, sensible a la sanción de la existencia del inconsciente. En cuanto a lo que después pasó con ese paciente y en que repercutió todo esto, bueno, la mayoría de las veces encontré que por  las características de la institución, hubo interferencias que impedían  sostener los afectos transferenciales, interferencias a las cuales la institución no era ajena, y hacían que las curas no continuaran, claro que sería el colmo de la ingenuidad suponer que las interferencias no se den en un consultorio llamado “privado”, aunque se deban a otras razones, para las cuales la institución convencional no es justificativo. Pero repito, que no pocas veces en lo que se pudo hacer,  puedo  decir que las  intervenciones y movimientos subjetivos  le sirvieron  a un sujeto para sufrir menos de los avatares de su yo y sus pulsiones. 

Bueno, gracias y espero vuestros comentarios. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario