viernes, 29 de marzo de 2013

Fragmentos del documental sobre historia del psicoanálisis en rosario y presentación de tres libros clásicos.




El jueves 4 de abril, a las 19hs, realizaremos una actividad donde anticiparemos algunos fragmentos del documental sobre historia del psicoanálisis en rosario, producido por la Cátedra Libre Oscar Masotta.

La jornada contará además con la presentación de tres libros. Luis Giunipero hablará sobre “Del psicoanálisis a la psicología social” de Pichón Riviere, Jorge D`Angelo trabajará “Psicoanálisis y Dialéctica Materialista” de José Bleger, y Rodrigo Di Cosco, hará lo propio con “Lecciones de introducción al psicoanálisis” de Oscar Masotta.

Un homenaje a aquellos tiempos donde los discursos circulaban y chocaban…públicamente. Donde el que tomaba la palabra, debía hacerse cargo de lo que decía, porque eventualmente, había alguien que escuchaba (y que respondía). Pichón, Masotta, Bleger, lo sabían muy bien. No podían hacer una misa, esto es, hablar para no decir nada. Que mejor entonces, para evocar aquellos días, que homenajear la letra de estos célebres analistas argentinos, ubicando los problemas que plantearon, las detenciones, los trazados “espiralados” en el potrero, en un café o en el mantel del bodegón “Pipo”, analistas deseantes, irreverentes, exagerados, siempre dispuestos al debate sin concesiones.

Lo que sigue, a modo de anticipo, son fragmentos de la presentación de la EFBA realizada por Oscar Masotta ante Jacques Lacan:

Hubo en Buenos Aires –él no ha muerto— una panacea para muchas demandas de saber: mi querido doctor Enrique Pichón Riviere. Antes de los años sesenta crea él una Escuela de Psiquiatría Social a la que, con razón, da su nombre. ¿Acaso no había formado él a la mayoría de los profesores que convoca a su escuela? Los notables de la segunda generación (me refiero a los psicoanalíticos: se puede contar tres de hombres, los últimos aproximadamente de mi edad) habían sido, de una u otra manera, discípulos suyos. De atender a las quejas del maestro, discípulos desagradecidos; de leer a los discípulos, no lo parecían, puesto que lo habían citado hasta el cansancio. Uno de ellos promueve, hasta la cátedra universitaria, una teoría de la personalidad donde convergen la psicología social norteamericana, el conductismo, cierta nosografía psicoanalítica, Lagache, Merleau-Ponty. Edita asimismo en Buenos Aires las obras completas de Politzer y data de entonces el origen de un cierto freudomarxismo (cuyas pretensiones teóricas se desgastarían en pocos años) y cuyo santo y seña fue sencillo: que no había que deificar el inconciente. Yo creo que la condición fue entonces que no había que leer a Freud.

Otro discípulo –el primero es el doctor José Bleger; pero en adelante no haré nombres, según la regla que dice que para hacerlo hay que respetar lo suficiente….
El freudomarxismo fenomenológico de uno, el informacionalismo del otro, el institucionalismo de terceros, todo había partido de Pichón. Y por otras razones, u a otros niveles, también la Escuela Freudiana. ¿Quién no recuerda cuando Pichón decía que el secreto de un esquizofrénico es aquello de lo que en la familia no se habla, o que había que seguir sus pistas, pero para interpretarlo como una charada? Su vida era una verdadera deriva y de alguna manera siempre se tenía que ver con ella. Tenía algo de la imagen del Santo al que se le perdonaba todo y al que algunos espiábamos qué era lo que no se le podía perdonar. Un Santo al que se le caerían demasiados objetos “a” en su tambaleante camino. Su seducción era su generosidad: siempre pareció desear el objeto de la demanda del otro. En una época en que mi propia deriva me acerca a la suya, me preguntaba yo por qué le gustaría tener más de un encendedor en los bolsillos y regalarlos. En un país sin tradición cultural asentada, y una capital sobresofisticada, pero sin la defensa contra la entrada masiva de información…un psicoanalista como Pichón Riviere no dejaba de parecerse a esos médicos del lejano oeste o de la hambrienta campiña irlandesa que tiene que hacerlo todo: extraer una bala, asistir a un parto, dar masajes, operar de amígdalas, enterrar a la gente. Para Pichón, tanto a nivel de la salud mental como al de las teorías al respecto. Y que cuando se quedan solos adhieren oralmente a los “spirits” y se quedan dormidos.

Textualmente el doctor Pichón Riviere y algunos de sus analizados, evocan aún hoy, un poco románticamente, es cierto, el tiempo en que Pichón se les dormía en las sesiones. No lo hacen para quejarse: era que lo habían amado. Lo que sugiere al menos que justo en el momento en que dejaron de analizarse, se estaban analizando. Cuando con el transcurso del tiempo Pichón lesiona seriamente su salud por un cierto abuso de alcohol y de drogas, no las pesadas ni las modernas, las de farmacia, el viejo es inhibido por la APA. ¿Qué se les puede reprochar? Después de haberle ofrecido asistencia médica y psicoanalítica, ¿Qué más podían hacer? Como esas familias demasiado estructuradas, o tal vez demasiado internamente torturadas ya, a las que nada enseña la producción de un loco. Desde aquél entonces la vida de Pichón ha pendido siempre de un hilo.

La particularidad no resta fuerza a algunas anécdotas. Conocí a Pichón poco antes del quebranto de su salud. De su biblioteca que no era avara ni rencorosa, salen como los conejos de la galera seminarios mimeografiados de Jaques Lacan dedicados de Lacan a Pichón, a los que un mortal –quien habla—jamás habría podido ni soñando haber accedido algún día y de otra manera. Es él quien pone en mis manos los primeros números de la Psychanlyse, quién bondadosamente baja de los estantes de la biblioteca de la APA polvorientas revistas con material lacaniano, él quien finalmente me invita a informar en su Escuela sobre el resultado de mis lecturas…. 







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