El jueves 4 de abril, a las 19hs,
realizaremos una actividad donde anticiparemos algunos fragmentos del documental sobre historia del psicoanálisis en rosario, producido por la Cátedra
Libre Oscar Masotta.
La jornada contará además con la
presentación de tres libros. Luis
Giunipero hablará sobre “Del psicoanálisis a la psicología social” de Pichón Riviere, Jorge D`Angelo trabajará “Psicoanálisis y Dialéctica Materialista”
de José Bleger, y Rodrigo Di Cosco, hará lo propio con “Lecciones
de introducción al psicoanálisis” de Oscar
Masotta.
Un homenaje a aquellos tiempos
donde los discursos circulaban y chocaban…públicamente. Donde el que tomaba la
palabra, debía hacerse cargo de lo que decía, porque eventualmente, había
alguien que escuchaba (y que respondía). Pichón, Masotta, Bleger, lo sabían muy
bien. No podían hacer una misa, esto es, hablar para no decir nada. Que mejor
entonces, para evocar aquellos días, que homenajear la letra de estos célebres
analistas argentinos, ubicando los problemas que plantearon, las detenciones,
los trazados “espiralados” en el potrero, en un café o en el mantel del bodegón
“Pipo”, analistas deseantes, irreverentes, exagerados, siempre dispuestos al
debate sin concesiones.
Lo que sigue, a modo de anticipo, son
fragmentos de la presentación de la EFBA realizada por Oscar Masotta ante
Jacques Lacan:
Hubo
en Buenos Aires –él no ha muerto— una panacea para muchas demandas de saber: mi
querido doctor Enrique Pichón Riviere. Antes de los años sesenta crea él una
Escuela de Psiquiatría Social a la que, con razón, da su nombre. ¿Acaso no
había formado él a la mayoría de los profesores que convoca a su escuela? Los
notables de la segunda generación (me refiero a los psicoanalíticos: se puede
contar tres de hombres, los últimos aproximadamente de mi edad) habían sido, de
una u otra manera, discípulos suyos. De atender a las quejas del maestro,
discípulos desagradecidos; de leer a los discípulos, no lo parecían, puesto que
lo habían citado hasta el cansancio. Uno de ellos promueve, hasta la cátedra
universitaria, una teoría de la personalidad donde convergen la psicología
social norteamericana, el conductismo, cierta nosografía psicoanalítica,
Lagache, Merleau-Ponty. Edita asimismo en Buenos Aires las obras completas de
Politzer y data de entonces el origen de un cierto freudomarxismo (cuyas
pretensiones teóricas se desgastarían en pocos años) y cuyo santo y seña fue
sencillo: que no había que deificar el inconciente. Yo creo que la condición
fue entonces que no había que leer a Freud.
Otro
discípulo –el primero es el doctor José Bleger; pero en adelante no haré
nombres, según la regla que dice que para hacerlo hay que respetar lo
suficiente….
…
El
freudomarxismo fenomenológico de uno, el informacionalismo del otro, el
institucionalismo de terceros, todo había partido de Pichón. Y por otras
razones, u a otros niveles, también la Escuela Freudiana. ¿Quién no recuerda
cuando Pichón decía que el secreto de un esquizofrénico es aquello de lo que en
la familia no se habla, o que había que seguir sus pistas, pero para
interpretarlo como una charada? Su vida era una verdadera deriva y de alguna
manera siempre se tenía que ver con ella. Tenía algo de la imagen del Santo al
que se le perdonaba todo y al que algunos espiábamos qué era lo que no se le
podía perdonar. Un Santo al que se le caerían demasiados objetos “a” en su
tambaleante camino. Su seducción era su generosidad: siempre pareció desear el
objeto de la demanda del otro. En una época en que mi propia deriva me acerca a
la suya, me preguntaba yo por qué le gustaría tener más de un encendedor en los
bolsillos y regalarlos. En un país sin tradición cultural asentada, y una
capital sobresofisticada, pero sin la defensa contra la entrada masiva de
información…un psicoanalista como Pichón Riviere no dejaba de parecerse a esos
médicos del lejano oeste o de la hambrienta campiña irlandesa que tiene que
hacerlo todo: extraer una bala, asistir a un parto, dar masajes, operar de
amígdalas, enterrar a la gente. Para Pichón, tanto a nivel de la salud mental
como al de las teorías al respecto. Y que cuando se quedan solos adhieren
oralmente a los “spirits” y se quedan dormidos.
Textualmente
el doctor Pichón Riviere y algunos de sus analizados, evocan aún hoy, un poco
románticamente, es cierto, el tiempo en que Pichón se les dormía en las
sesiones. No lo hacen para quejarse: era que lo habían amado. Lo que sugiere al
menos que justo en el momento en que dejaron de analizarse, se estaban
analizando. Cuando con el transcurso del tiempo Pichón lesiona seriamente su
salud por un cierto abuso de alcohol y de drogas, no las pesadas ni las
modernas, las de farmacia, el viejo es inhibido por la APA. ¿Qué se les puede
reprochar? Después de haberle ofrecido asistencia médica y psicoanalítica, ¿Qué
más podían hacer? Como esas familias demasiado estructuradas, o tal vez
demasiado internamente torturadas ya, a las que nada enseña la producción de un
loco. Desde aquél entonces la vida de Pichón ha pendido siempre de un hilo.
La
particularidad no resta fuerza a algunas anécdotas. Conocí a Pichón poco antes
del quebranto de su salud. De su biblioteca que no era avara ni rencorosa,
salen como los conejos de la galera seminarios mimeografiados de Jaques Lacan
dedicados de Lacan a Pichón, a los que un mortal –quien habla—jamás habría
podido ni soñando haber accedido algún día y de otra manera. Es él quien pone
en mis manos los primeros números de la Psychanlyse, quién bondadosamente baja
de los estantes de la biblioteca de la APA polvorientas revistas con material
lacaniano, él quien finalmente me invita a informar en su Escuela sobre el
resultado de mis lecturas….
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